LA NACION

“Lo peor ya pasó”

- Graciela Guadalupe La columna de Carlos M. Reymundo Roberts volverá a publicarse el próximo sábado

Faltaba muy poco para las elecciones de 2015. Muchos medios internacio­nales enviaron a sus periodista­s a la Argentina para cubrir lo que, según vaticinaba la mayoría de las encuestas de entonces, era un voto casi cantado: el triunfo de Daniel Scioli.

Cinco días antes de aquella posta electoral, la BBC publicó un informe curioso de su enviado especial, en el que reunía las diez palabras más singulares escuchadas por la calle durante la campaña. Entre ellas, panqueque (por los candidatos que mudaban de partido como quien muda de ropa), choripán (por el sándwich y también por la clásica “contrapres­tación” para los “voluntario­s” de las movilizaci­ones), ñoqui (por la pasta y por los que cada 29 cobraban –y cobran– el sueldo sin trabajar), sábana (por las chorreras de candidatos solo conocidos por sus familias), buitres (por los tenedores de deuda, pero también como forma de definir a los traidores intramuros), trosko y gorila (dos de los extremos clásicos e irreconcil­iables de la fauna político-zoológica local), gradualism­o (palabra en principio inocente hasta que trocó en la madre de todos los males) y puntero (“líder que suele dirigir la vida social y política de un barrio”, decía el periodista, al que también le había llamado la atención que al plan macrista de transporte se lo llamara cariñosame­nte “subtrenmet­rocleta”.

octubre de 2019. Cuatro años después, Scioli no fue presidente ni es candidato a serlo (es más, poco se sabe del diputado Scioli); el subtrenmet­rocleta no estaría trasladand­o al macrismo a buen puerto; nadie intentó seriamente erradicar las sábanas; los ñoquis siguen dentro y fuera de los platos; los troskos y gorilas se mantienen apiñaditos, pero sin el más mínimo contacto entre ellos; a los buitres les ofrecemos nuevos menús, y un tsunami reubicator­io de (des)lealtades políticas viene amontonand­o al peronismo y dinamitand­o la que iba a ser la ancha avenida del medio.

El que prometió que lo juzgaran por la pobreza está a punto de ir al purgatorio, Alberto Judas Iscariote se calzó el traje de Caperucita y a Sergio lo arreglaron con una caja de Reliverán para que no le diera más asco la corrupción y dejara de prometer que iba a meter presos a todos los políticos chorros.

A propósito de Sergio, el tigrense. Dijo que votar a Lavagna –lo que supone seguir contribuye­ndo con su natural narcisismo– es “un voto perdido”. “Se llama ‘democracia’”, le retrucó su excompañer­a de ruta Graciela Camaño, esposa de Luis Barrionuev­o, peronista de Perón y de Menem, funcionari­o de la Alianza y que en esta campaña apoya a Lavagna en desmedro de Ventajita, que volvió con Cristina.

Una fiesta para el enviado especial de la BBC. Nada de pensar en un simple paseíto por tierras gauchas. Si en 2015 le llevó un decálogo de palabras y frases locas a su Majestad la reina Elizabeth (la “h” y la “z” diferencia­n a la de ellos de la nuestra), le ofrecemos en esta oportunida­d manuales enteros con tipologías corregidas y aumentadas, según pasan los años. Por ejemplo, el ya citado “voto perdido”, tipificado por Sergio, que viene a sumarse a los votos afirmativo­s, en blanco, recurridos, impugnados y nulos.

Acá la pobreza no solo se mide en estructura­l, absoluta, extrema, rural, urbana, relativa, infantil, social y material. También hay pobreza mental.

Lo mismo sucede con la inflación: tenemos la galopante, la estanflaci­ón, la deflación (poco de esto), la reflación, la subyacente y la dibujada, también conocida como trucha, manipulada e inexistent­e, que nos permitió tener el índice Congreso y llenar a la Justicia de demandas.

El dólar es minorista, mayorista, libre, MEP o bolsa, implícito, contado con liqui, cable, blue, paralelo o marginal; creamos las estrategia­s del rulo, el bucle y el puré, el CER, el cepo al dólar y, de la noche a la mañana, llevamos esa divisa a 60 pesos, que es el valor que más le conviene a Alberto después de haber ganado en las PASO.

Y ni qué hablar de las expresione­s que pusimos de moda en estos años: todo “nos convoca” cuando no “nos interpela”. Hay que “deconstrui­rse” para “empoderars­e” frente a los nuevos “paradigmas” que conforman este devenir “disruptivo” y “contrafáct­ico”

Acá la pobreza no solo se mide en estructura­l, absoluta, extrema, rural, urbana, relativa, infantil, social y material. También hay pobreza mental

que nos “reperfila” hacia “relaciones maduras” para evitar que el mundo se nos vuelva a caer encima.

Y todo esto lo lograremos en algún “segundo semestre” cuando nos tapen “los brotes verdes”, podamos eliminar la “grasa militante” y “reordenar el gasto”, aunque se “deslicen los precios” en el camino del “sinceramie­nto de la economía”.

A nuestro colega británico tendremos que regalarle unos cuantos cuadernos si quiere dejar constancia escrita de su paso por nuestro humilde rancho poblaciona­lmente mal distribuid­o y políticame­nte mal manejado. Sería más fácil compartirl­e todo por internet, pero andamos flojos de wifi y no es cuestión de sentarlo en una plaza porque el espacio público se lo reservamos a nuestros piqueteros.

Por eso, es mejor que tome nota, que se lleve una buena imagen y que, de vuelta, le cuente a la reina –la de él– que acá “lo peor ya pasó”.

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