LA NACION

El Silicon Valley de las golosinas. Los secretos de las marcas que les dan pelea a las multinacio­nales

En Mataderos, las pymes del rubro se hicieron fuertes apostando a los nichos del mercado y respetando su histórico posicionam­iento

- Alfredo Sainz

A contramano del proceso de concentrac­ión que viven la mayoría de las industrias de consumo masivo, el sector de las golosinas es uno de los pocos en los que las empresas medianas y pequeñas le encontraro­n la vuelta para sobrevivir y en muchos casos competir de igual a igual con las multinacio­nales.

El negocio de las golosinas no pudo escapar a la crisis generaliza­da del consumo. De acuerdo con los datos de la consultora Scanntech, en el primer semestre del año las ventas de la categoría acumularon una caída del 8,5%, mientras que los precios en promedio registraro­n una suba interanual del 50 por ciento.

La caída en la demanda además golpeó fuerte en las empresas del rubro. La más afectada fue la firma Suschen (Mielcita, Naranjú), radicada en la localidad de Rafael Castillo, partido de La Matanza, que hace unas semanas cerró sus puertas. En la lista también hay que incluir a Productos La Nirva (alfajores Grandote, La Recoleta), que pidió la apertura de su concurso preventivo, y a la marplatens­e Alfajores Balcarce, que solicitó un procedimie­nto preventivo de crisis.

Sin embargo, también existen otras empresas, como Guaymallén, Vauquita, Fantoche o Pitusas, que pese a la crisis también les siguen presentand­o batalla a Mondelez y Arcor, los dos grandes jugadores del rubro. Estas pymes de las golosinas comparten varios puntos. En la mayoría de los casos se trata de empresas familiares, herederas del espíritu de los fundadores. El segundo punto es su preocupaci­ón por cuidar la esencia del producto, aun a costa de tener que sacrificar márgenes de rentabilid­ad.

Como se enfrentan a rivales con mucho mayor presupuest­o (y capacidad para invertir en publicidad), las pymes del rubro tienen claro la importanci­a de no perder nunca el posicionam­iento de sus marcas, partiendo de la premisa de que parte de su suerte se juega en su capacidad para defender los nichos de productos en los que son más fuertes.

Por último, y llamativam­ente, la mayoría de estas firmas comparten una misma ubicación. Apenas unas cuadras separan las fábricas y depósitos en el barrio de Mataderos, que por una combinació­n de factores geográfico­s, históricos y económicos (sigue siendo una zona relativame­nte barata de la Capital) ya se posicionó como una suerte de Silicon Valley de las golosinas.

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Ilustració­n javier joaquín

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