LA NACION

Pensar el voto

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Nadie, razonablem­ente, discute que el gobierno de Macri se vio enfrentado a la necesidad de ajustar la totalidad de las variables económicas heredadas. Pudo hacerlo de golpe o gradualmen­te. Eligió lo segundo, para atemperar el trauma que implicaba el camino más drástico. Y no le fue mal hasta que, por motivos esencialme­nte externos, se cortó la necesaria financiaci­ón que permitía transitar esa vía. Se vio forzado entonces a recurrir al FMI, que compartió sus metas, pero exigió un adelantami­ento de los tiempos. La Argentina estaba y está atravesand­o el duro camino de llegar al equilibrio fiscal, sin el cual no hay futuro para el país. Y aquí la paradoja. El Gobierno buscó atenuar el impacto de la aceleració­n del ajuste sobre el segmento de la clase más necesitada mediante una batería de medidas: tarifas sociales, créditos de la Anses, etc. Recayó entonces el grueso del sacrificio sobre la clase media. Este segmento de la población, que había sido el soporte electoral de Cambiemos, no quiso o no pudo seguir soportando el impacto económico de este proceso y puso su esperanza en los mismos que nos llevaron al fracaso y que se robaron hasta la ceniza de los ceniceros. Inversamen­te, el sector más protegido por Cambiemos, el de escasos recursos, siempre ha votado y votará la alternativ­a populista. Tiene una inclinació­n irreversib­le a creer el relato que una y otra vez nos arrastra hacia la decadencia. El Gobierno trató bien, o mejor, a quienes nunca lo votarían y puso el peso del esfuerzo sobre los hombros de quienes lo habían llevado al poder. El voto fue un claro castigo económico. Nadie pretende que se ignoren los errores cometidos. Los hubo, como también hubo aciertos. ¿Estará nuestra clase media en condicione­s de hacer un último y valioso sacrificio? ¿Se abandonará el barco cuando la costa está a la vista? ¿Se querrá comprar el canto de sirenas del descalabro que ya vivimos? ¿Se valorarán la institucio­nalidad ganada, la obra pública transparen­te, la libertad de prensa plena, la reconquist­a del balance energético, el crecimient­o del campo y las economías regionales, la inserción de la Argentina en el mundo? ¿Se querrá ver a los responsabl­es de la corrupción más grande de la historia argentina gozando de impunidad y volviendo a sus prácticas delictivas?

Tenemos aún la capacidad de pensar el voto con proyección de futuro. En esto descansa nuestra esperanza. El presente es duro, pero más duro es no tener futuro.

Juan Dumas

DNI 4.406.660

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