“Es una experiencia con fines geopolíticos”
1) Fue una gran novedad. Tengo edad suficiente como para acordarme de las tremendas expectativas que generó en la población y del desengaño al ver –en las por entonces deficientes pantallas televisivas– esa especie de muñequito titubeante que caminaba pesadamente a través de esa bruma que, nos decían, era la luna. Ahora bien, independientemente de las innovaciones que se hayan producido a nivel de las ciencias naturales, es indudable que a nivel social fue un gran acontecimiento y teníamos la sensación de haber penetrado en una época histórica, científica y técnica un poco incierta y de desencanto para poetas y enamorados: fue como si la luna hubiese perdido su hechizo misterioso. Hoy comprendo que desde el punto de vista del poder fue un logro fuerte para el poderío estadounidense frente al mundo en general y la Unión Soviética en particular.
2) Desde el punto de vista de la filosofía, no se abrió ninguna línea de investigación relevante. Sí pude comprobar el impacto en el arte del momento, pero fue una especie de moda que pasó pronto. Desde mi perspectiva, no tiene ningún sentido una nueva instalación en nuestro satélite; hay mucho para investigar y solucionar en este mundo como para invertir tanto dinero, esfuerzo y vidas en otro. 3) Es una pregunta que no puedo responder.
4) Si se reinicia esa experiencia, entiendo que sería únicamente con fines geopolíticos. Es mucha inversión y riesgo para inciertos resultados. Por lo tanto, difícilmente los emprendedores privados arriesguen fortunas inconmensurables en vistas de obtener logros tan poco probables. Pero, como dice el coro de Antígona, “cosa tremenda es el hombre, su afán de ir siempre más allá carece de límites”. En definitiva no creo que la opinión pública, y ni siquiera la voz de los expertos, incidan en las decisiones. Son del orden del poder. la tecnociencia simplemente acompañará las consignas de los decididores.