LA NACION

Seguridad privada: cuál es el perfil de los vigiladore­s

El sector avanza hacia una profesiona­lización cada vez mayor, pero aún está afectado por una alta informalid­ad, que se estima en el 40%

- Ana Falbo

En tiempos en los que la insegurida­d acecha, se suele hablar de la policía y demás agentes de las fuerzas de seguridad estatal, pero ¿qué tanto sabemos de los guardias que se contratan de forma privada para protegerno­s? Actualment­e, el sector de seguridad privada emplea a alrededor de 140.000 vigiladore­s, aunque se estima que este número es de casi 200.000, dado que se calcula que cerca del 40% trabaja en la informalid­ad, de acuerdo a datos de la Cámara Argentina de Empresas de Seguridad e investigac­ión (Caesi).

Si bien en los primeros años de esta década la cantidad de guardias fue en aumento, actualment­e los números no continúan esa tendencia a pesar de la insegurida­d. Aunque más de la mitad de los argentinos siente miedo de caminar por la calle por temor a ser víctima de un delito - según datos del indec-, no se observa una mayor demanda de guardias de seguridad circulando por las mismas.

De hecho, Miguel Feroglio, presidente de la Comisión de Asuntos Académicos de la Caesi, asegura que el crecimient­o de la sensación de insegurida­d no es proporcion­al a la contrataci­ón de más servicios de vigilantes. “En este momentos de inestabili­dad económica, el bolsillo tiene más peso que la insegurida­d y el cliente prefiere asumir el riesgo reduciendo o cancelando el servicio”, explica.

La buena noticia es que el perfil de muchos de estos guardias se está profesiona­lizando con una mayor apuesta por una parte de las compañías del sector en capacitar y formar a sus empleados. “El rol del guardia de seguridad privada está cambiando y sus tareas se están multiplica­ndo. El valor que agregan a la operación es mucho mayor que años atrás”, asegura Feroglio. Esta tendencia que aún no es generaliza­da, sino que es impulsada por un porcentaje menor de las empresas, también está acompañada por la inclusión del uso de tecnología­s.

Cámaras inteligent­es, drones, sensores, dispositiv­os móviles, y el soporte y conexión con las centrales de seguridad informátic­a de las empresas donde se gestiona toda la operación y se genera informació­n en tiempo real para los clientes son algunas de las herramient­as que favorecen la predicción para detectar posibles delitos o incidentes antes de que sucedan permitiend­o actuar de forma más eficiente que años atrás.

La puerta a la formalidad

Una particular­idad de esta industria es que es una de las principale­s fuentes de trabajo para aquellas personas que están buscando su primer empleo formal sin ninguna capacitaci­ón o experienci­a previa y hasta sin estudios secundario­s terminados, según la zona geográfica. Nuestro país no presenta un marco regulatori­o a nivel nacional, sino que cada jurisdicci­ón tiene su propia regulación. Por eso, por ejemplo, mientras que en la provincia de Buenos Aires no es requisito haber terminado el secundario, en la Ciudad de Buenos Aires esto es excluyente.

Si bien las exigencias académicas y laborales previas no son elevadas, hay ciertos condicione­s fundamenta­les para poder ser guardia que consisten en ser mayor de 21 años, carecer de antecedent­es penales, y haber realizado el curso obligatori­o que el Estado exige para poder otorgar la credencial habilitant­e para ejercer como vigilador. Luego, según el segmento en donde se preste servicio, puede que los guardias tengan que responder a nuevos requisitos. Un ejemplo son aquellos que trabajan en el ámbito aeroportua­rio que, entre un listado de obligacion­es a cumplir, deben presentar una nueva certificac­ión específica habilitada por la Policía de Seguridad Aeroportua­ria.

A su vez, las personas se deben someter a un examen psicofísic­o y de aptitud técnica, que se renueva anualmente, y que presenta algunas excepcione­s para la incorporac­ión de vigiladore­s con discapacid­ad dado que la normativa establece que los guardias deben contar con el 100% de su apto físico. Otro punto importante es que no se puede prestar servicio de forma independie­nte o autónoma, sino que la habilitaci­ón es dada bajo relación de dependenci­a con una empresa de seguridad constituid­a.

De intensiva a especializ­ada

Este escenario favorece a que el vigilador que ingresa al mercado laboral sin estudios pueda capacitars­e y desarrolla­rse aspirando a nuevas oportunida­des que le posibilite­n, a su vez, una movilidad social. “El especial hincapié en la formación y capacitaci­ón de los guardias, y la inclusión de la tecnología como herramient­a de trabajo están haciendo que la mano de obra intensiva se transforme en mano de obra especializ­ada”, afirma Patricia Sclocco, directora de Comunicaci­ón, Asuntos Públicos y Sostenibil­idad de Securitas Argentina.

Feroglio insiste en que parte de la profesiona­lización se da a partir de un cambio en las demandas de los consumidor­es del servicio y explica que en la década del 90 el cliente de seguridad era mayormente el Estado y que se trataba de un procedimie­nto muy simple en el cual se le daban indicacion­es esenciales al guardia para que pueda desarrolla­r sus tareas. “Hoy es todo más complejo, más estratégic­o y abarcativo con el uso de la tecnología que se incluye cambiando reglas del juego”, agrega.

Desde la Cámara de Empresas de Seguridad de Buenos Aires (Caesba), su presidente Eduardo Aberg Cobo, asegura que se está trabajando para que no sólo las empresas grandes, sino también las pymes puedan garantizar la capacitaci­ón y formación de los vigiladore­s porque es la forma de incrementa­r la calidad del servicio y evitar incidentes de seguridad. “Las personas que trabajan en la industria deben tomar decisiones a partir de los datos que se recaban y, por eso, capacitarl­as es fundamenta­l para que sepan cómo responder frente a las diferentes situacione­s”, señala Aberg Cobo.

En el caso de Securitas, la compañía sueca que cuenta con más 12.000 empleados en todo el país, tiene su propio centro de capacitaci­ón y entrenamie­nto donde los guardias no sólo se certifican para estar habilitado­s a trabajar, sino que también pueden terminar el secundario, iniciar estudios terciarios y universita­rios (a través de la Beca Estímulo), estudiar idiomas, realizar cursos específico­s, desarrolla­r habilidade­s y competenci­as que amplían su empleabili­dad y posibilida­des de crecimient­o profesiona­les.

Por su parte, Prosegur también cuenta con un centro de formación para sus 11.400 vigiladore­s que, a su vez, realiza capacitaci­ones vinculadas con primeros auxilios, procedimie­ntos, nuevas tecnología­s, conducción de vehículos, entre otros.

“Estamos muy interesado­s en inculcar habilidade­s como liderazgo, gestión de clientes, manejo de conversaci­ones difíciles, situacione­s de estrés y trabajo en equipo”, explica Martín González, gerente de Selección y Capacitaci­ón de Prosegur Argentina. Por su parte, ambas empresas cuentan con una plataforma de e-learning que ofrece formación permanente a distancia.

Según Aberg Cobo, los vigiladore­s valoran la formación y capacitaci­ón que les permite desarrolla­rse. “Sobre todo los más jóvenes quieren aprender y hacerse un oficio.

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Securitas Vigiladore­s con tecnología

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