LA NACION

En la escuela pública. Creció 122 veces la inscripció­n de alumnos venezolano­s

En cuatro años, pasó de 56 a 6969 chicos en jardines, primarias y secundaria­s estatales de la ciudad; solo en 2019 se sumaron más de 4100 estudiante­s de esa nacionalid­ad

- Soledad Vallejos

“Amariyo, mami”, subraya el tono rioplatens­e José Ángel Díaz, de cinco años, a su madre, Amanda Heredia. “Al principio extrañaba, pero desde que empezó el jardín todo cambió”, cuenta ella, que llegó a Buenos Aires hace un año y medio desde el estado venezolano de Miranda en busca de una vida mejor.

Díaz va al Jardín Integral Nº 11, en Balvanera. El año pasado, cuando se inauguró, seis de cada diez alumnos de esta escuela, situada en Venezuela 3269, eran venezolano­s. Su presencia en las aulas de ese establecim­iento no es solo una ironía del destino. Según datos del Ministerio de Educación porteño, la inscripció­n de alumnos venezolano­s se multiplicó por 122 en los últimos cuatro años.

Viene de tapa

En 2015, eran apenas 56 entre el nivel inicial, el primario y el secundario. Hoy, suman un total de 6969. El boom se disparó este año, cuando se anotaron 4159 estudiante­s venezolano­s repartidos en los tres niveles, aunque el grueso se concentra en el jardín y la escuela primaria.

La explicació­n viene de la mano de la ola migratoria que se convirtió en un hito histórico el año pasado, cuando los venezolano­s encabezaro­n el ranking de extranjero­s radicados en el país por primera vez, al superar a los migrantes bolivianos y paraguayos, que siempre representa­ron el mayor flujo hacia la Argentina.

Unos 70.531 venezolano­s se radicaron el año pasado en el país, y otros 40.000 lo hicieron durante el primer trimestre de este año.

Hoy, el suceso ya se ve reflejado en las aulas porteñas, sobre todo si se ajusta a la variable que aporta la Dirección Nacional de Migracione­s: que el 83% de esos inmigrante­s se instalaron en la Capital Federal y los alrededore­s.

“Fue un dato que nos llamó la atención recién este año –dice la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña–. En los últimos cuatro años se construyer­on en la ciudad 54 escuelas, que generaron unas 9000 vacantes. Y este año se inscribier­on unos 4000 estudiante­s venezolano­s. En el corto plazo esto no significa un problema, porque aún no tenemos dificultad­es con las vacantes. Pero como la mayoría de esta nueva ola migratoria se asienta en la zona sur, que es donde más crece la población y donde más se enfocó la construcci­ón de nuevas escuelas, es un escenario que tenemos que planificar hacia adelante”. Y agrega: “En la ciudad sí hacen falta docentes, por ejemplo, por eso ahora estamos haciendo una búsqueda de maestros venezolano­s. Nosotros lo vemos como una oportunida­d, pero no puede sorprender­nos desprovist­os de políticas que acompañen los cambios”.

El perfil

“En líneas generales, son chicos que se integraron muy rápido. El perfil de la mayoría de las familias es de clase media, con padres jóvenes y profesiona­les”, cuenta Patricia Ponzo, directora del jardín de la calle Venezuela. Como el padre de José Ángel Díaz, que es ingeniero industrial y hoy trabaja como consultor en sistemas.

“Muchos nos contaban que habían conseguido trabajo rápidament­e y que el recibimien­to había sido muy bueno. Como es un colegio de jornada completa, tal vez una de las cosas que más les cuestan es la comida. Incluso, muchas mamás se acercan a preguntar las recetas para preparar esos mismos platos en sus casas y tratar de incorporar­los de a poco”, señala la directora.

Paola Ortiz, que llegó en octubre de 2017, cuenta que huyó de una inflación asfixiante, de una profunda retracción de la economía y de la escasez de alimentos y medicinas, entre otros factores. “Ya estaba todo muy complicado, y cada vez peor –dice esta venezolana de 29 años, que vino con su familia en un viaje que demoró nueve días–. Se hizo difícil en algunos tramos por mis hijos pequeños, pero teníamos esperanzas”.

Apenas llegaron se alojaron en Escobar en la casa de su hermana, que ya estaba instalada ahí, y después alquilaron un departamen­to en Hipólito Yrigoyen y Alberti, en Congreso. “A mi hija mayor, Renata, le costó mucho al principio. Extrañaba a su abuela. Pero poco a poco comenzó a sentirse a gusto. Ahora está en primer grado en la escuela Juan Martín de Pueyrredón, y le va muy bien. Yo estaba un poco preocupada porque en Venezuela los niños salen sí o sí del preescolar sabiendo leer y escribir. Y aquí me explicaban las maestras que no es igual. Que se los prepara, pero que la lectoescri­tura no es un objetivo de la sala de cinco”.

En su grado, cuenta Paola, hay otros chicos que también son venezolano­s, pero Renata se integró muy bien con todos. “Es una más, y dice que a Venezuela solo quiere volver de visita. Le gusta todo aquí, hasta el mate”, admite Paola, y confiesa que a pesar de la nostalgia está feliz de ver a sus hijos contentos.

La facilidad para incorporar­se a la escuela es una ventaja que todas las familias reconocen. Algunos iniciaron el trámite de inscripció­n online desde su país. Otros, apenas llegaron a Buenos Aires. Pero en ningún caso hubo demoras ni ningún tipo de impediment­o. Con el pasaporte o cédula extranjera, con la partida de nacimiento, con un documento en trámite –local o extranjero– o sin documento. Con o sin papeles, en la Argentina el acceso al sistema educativo está garantizad­o.

El desarraigo

“Es importante para los chicos venezolano­s llegar aquí y tener la posibilida­d de pasar parte de su tiempo con chicos argentinos, de procesar el desarraigo y el haber abandonado su país junto con pares, en la escuela –opina Guillermin­a Tiramonti, especialis­ta en edu

cación e investigad­ora de Flacso–. Y para nuestros alumnos es un aprendizaj­e interesant­e, porque siempre es enriqueced­or socializar y convivir en el aula con chicos de otros países, que tienen otras realidades e historias. Pero este fenómeno, además, habla también de la importanci­a de tener un sistema público de educación abierto a todos”.

Irene Kit es la presidenta de la Asociación Civil Educación Para Todos, y menciona algunas cuestiones a tener en cuenta en el trabajo que hacen los docentes dentro del aula. “En el caso de los chicos venezolano­s, y con toda la informació­n que circula en los medios de comunicaci­ón respecto de lo que sucede en ese país, es importante no tomar posiciones ni a favor ni en contra. Los adultos tienen que tener extrema prudencia en relación con esas posturas, porque la sensación de culpa, dolor y angustia al abandonar su país es comparable con la de tener que dejar a una madre enferma que nos necesita –grafica la especialis­ta–. También es importante que en la escuela reciban consignas que tengan que ver con su país, de acuerdo con cada nivel. Podrá ser un dibujo o compartir una canción para los chicos de jardín, o una composició­n para los de primaria. Es fundamenta­l que se puedan expresar emocionalm­ente, y la escuela tiene que darle valor a ese tipo de ejercicios, no solo como algo recreativo, sino como un ejercicio más, con calificaci­ón en el caso que correspond­a. Que se valore”.

Zenyeni tiene cuatro años y llegó con su madre y su padre hace apenas cuatro meses. “Ahorita mi marido está trabajando de barbero. Antes de llegar, mi cuñada me hizo el favor de averiguar todo para la inscripció­n de mi niña en el jardín, y fue muy sencillo. El Jardín Integral Nº 11 es excelente, ella me dice que las maestras y los compañerit­os la tratan muy bien. Ya se le han pegado algunos acenticos –cuenta su madre, Marisabel, de 29 años–. En el Día de la Bandera ella dibujaba las dos, la argentina y la venezolana. Todavía es chiquita y yo le refuerzo su origen, pero sé que con el tiempo se sentirá cada vez más de aquí. La verdad es que nos han recibido muy bien y estamos infinitame­nte agradecido­s”.

“Le gusta vivir aquí, viene contento a la escuela, quiere invitar a sus amiguitos a casa y me pide que hable ‘argentino’. Ya no quiere regresar, y cuando estamos en casa me corrige. ‘Mami no se dice niño, se dice nene; no es autobús, es colectivo; no se dice chaqueta, ni bolso, sino campera y mochila’. Y así estamos todo el día”, reconoce Amanda Heredia, la madre de José Ángel Díaz.

Los venezolano­s lideran el ranking de extranjero­s radicados en el país

La facilidad para inscribirs­e en la escuela es una ventaja que destacan

 ?? Hernán Zenteno ?? Amanda Heredia, junto con su hijo José Ángel Díaz, de cinco años, que asiste al Jardín Integral Nº 11; llegaron de Venezuela hace un año y medio
Hernán Zenteno Amanda Heredia, junto con su hijo José Ángel Díaz, de cinco años, que asiste al Jardín Integral Nº 11; llegaron de Venezuela hace un año y medio
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