LA NACION

Un estadio nuevo en el botánico, a la espera del techo del Chatrier

La organizaci­ón empieza a adaptar el predio y la infraestru­ctura a las exigencias actuales del nivel de Grand Slam; € 380.000.000 invertidos

- José Luis Domínguez

PARÍS, Francia.– Necesitaba un lavado de cara Roland Garros, soslayado en los últimos tiempos por los constantes avances que muestran sus compañeros de Grand Slam: el Abierto de Australia, Wimbledon y el Abierto de Estados Unidos. Escaso en tamaño respecto a los otros grandes –Melbourne y Flushing Meadows lo duplican en superficie–, el torneo francés dispuso varios cambios en esta temporada, mientras trabaja en la novedad mayor: el techo que lucirá el estadio Philippe Chatrier en 2020.

La primera gran atracción se observa en camino hacia Roland Garros: buena parte de los espectador­es se acerca por el Boulevard Molitor, luego de recorrer casi un kilómetro desde la estación Michel-Ange Molitor de las líneas 9 y 10 del Metro parisino. En el trayecto está el jardín botánico de Serres d’Auteuil, un bello espacio cuidado con recelo y esmero, que bastantes dolores de cabeza les dio a los organizado­res del segundo certamen de Grand Slam: durante más de una década, diversas organizaci­ones vinculadas con el ambiente opusieron una feroz resistenci­a al avance del torneo sobre el espacio verde del Bois de Boulogne, incluidos recursos de amparo y otras cuestiones judiciales. Finalmente, la Justicia le dio la razón al campeonato, que pudo expandirse ligerament­e hacia el este y hacer pie dentro del jardín con la construcci­ón del estadio Simonne Mathieu, bautizado así en homenaje a una tenista que formó parte de la Resistenci­a Francesa durante la Segunda Guerra Mundial. En cierto modo, un homenaje en línea con el nombre del complejo: Roland Garros era un pionero de la aviación, considerad­o héroe en la Primera Gran Guerra.

El court Mathieu cuenta con dos bandejas con capacidad para 5000 espectador­es, y su estilo arquitectó­nico está vinculado con el predio que ocupa, ya que recuerda a los invernader­os (los paneles laterales semejan la estructura que alberga las plantas). La nueva cancha está semisumerg­ida en el terreno, y en el nivel del suelo asoma solamente la segunda bandeja del estadio; el campo de juego está unos 10 metros por debajo del resto del complejo Roland Garros.

Este estadio pasó a ser el tercero en trascenden­cia, después del Philippe Chatrier y el Suzanne Lenglen, y desplaza así a otro reconocido: el 1, apodado “Plaza de Toros” por su formato circular, que será demolido en los próximos meses, ya que allí se abrirá el Jardín de los Mosquetero­s. El Mathieu, considerad­o como una escenario “ecológico”, está rodeado por unas 500 especies de plantas de cuatro continente­s. Así, durante los 15 días de acción del torneo, Roland Garros crece de 8,5 a 12,5 hectáreas, lo cual lo hace a reducir un poco la diferencia respecto a sus colegas de Grand Slam, cuyos espacios son de entre 18 y 20 hectáreas.

Además, el court central fue remodelado por completo: tiraron abajo las cuatro tribunas y lo único que se conservó del Chatrier primitivo fue la cancha. desde fuera ya no tiene el aspecto de cuatro tribunas rectangula­res, sino que se lo cerró con esquinas curvadas. Mantiene la capacidad para 15.000 espectador­es, pero el estadio es más ancho (105 metros, contra 85) y más alto.

¿Cómo lo sienten los jugadores? La opinión más esperada, acaso, era la de Rafael Nadal, el emperador de ese espacio, con once consagraci­ones allí: “La pista es 13 metros más alta que antes. Trece metros son muchos, pero se aprecian relativame­nte porque ya era muy alta. En el juego no he sentido ninguna diferencia. El viento sigue entrando igual. Sigue con la sensación de pista intensa, en la que todo se ve muy ancho. No he sentido que el sonido fuera diferente. En el US Open, cuando se cambió la pista, se sintió mucho, y ahora es más fácil jugar allí. La sensación por ahora aquí es igual”, evaluó.

Otra novedad: a partir de 2021, con el techo retráctil en pleno y las luces instaladas, Roland Garros tendrá sesiones nocturnas en su espacio central. El Jardín de los Mosquetero­s aparecerá como un pulmón verde para el esparcimie­nto de los aficionado­s al tenis. También se modernizó el edificio Burrstone, una construcci­ón del siglo XIX aledaña a la cancha Mathieu, que cuenta con un patio de comidas y, desde luego, la infaltable boutique con los souvenires del torneo.

Todas estas reformas demandaron una inversión de 380 millones de euros, cifra aportada de manera íntegra por la Federación Francesa de Tenis (FFT). El certamen estuvo muy cerca de mudarse a versailles hace unos años, pero la FFT decidió mantener Roland Garros en el espacio urbano y priorizar la calidad por sobre la posibilida­d de contar con un espacio enorme aunque lejano a la capital francesa. El campeonato ejerce una importante influencia en la economía de la ciudad: se calcula que Roland Garros provoca en París un impacto de 228 millones de euros anuales en productos y servicios, y genera fuentes de trabajo para 4700 personas por temporada. A su vez, el abierto francés genera 82 por ciento de los ingresos anuales de la FFT, y gracias a esas ganancias la federación local puede apoyar a 8000 clubes de tenis en toda Francia. Por todo eso, se entiende la necesidad de adaptarse a los veloces cambios que impone el circuito.

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PAvel Golovkin / AP El nuevo estadio Simonne Mathieu, en el botánico

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