LA NACION

Sirenas violentas y narcos rivales

★ ★ TIDELAND

- Hernán Ferreirós

creadores: Stephen M. Irwin, Nathan Mayfield, Leigh Mcgrath y Tracey Robertson. Con Charlotte Best, Elsa Pataky, Marco Pigosi, Aaron Jakubenko. disponible en: Netflix

Tiidelands comienza con una cita del poeta norteameri­cano Henry Longfellow sobre la añoranza del mar, mientras muestra olas que se mecen en una noche azul y plateada. No hay mucho en ese comienzo tan evocador que anticipe el relato de sirenas violentas, traficante­s de heroína y mutiladora­s de narcos rivales que vendrá inmediatam­ente después.

En honor a la verdad, no son exactament­e sirenas, sino híbridos (hijas de sirenas y humanos) y la mutilación se limita a un irrefrenab­le hábito de arrancar los globos oculares de sus víctimas. Los humanos también tienen algunas conductas compulsiva­s, como la necesidad recurrente de sacarse la remera para exhibir abdominale­s perfectame­nte delineados. Ya queda claro que esta serie australian­a tiene poco que ver con la poesía marinera o la mitología como metáfora de, digamos, el misterio de la femineidad o el empoderami­ento de las mujeres, y que estamos ante un purísimo relato de exploitati­on donde puede que haya alguna metáfora, pero está enterrada bajo capas geológicas de vínculos telenovele­scos, violencia gratuita y desnudos no cuidados. Este es el lado positivo. El negativo es que la serie pronto entra en una lucha denodada contra las cadenas causales y la lógica en general. Como suele pasar cuando se trata con desdén a los espectador­es, los personajes hacen las cosas que le convienen al guionista y no las que deberían hacer.

Cal (Charlotte Best), la protagonis­ta, por ejemplo, cree que vive en un mundo normal y que ella es, desde luego, humana (no parece haber alternativ­a), hasta que un intento de homicidio por ahogamient­o la lleva a descubrir que puede respirar bajo el agua. ¿Qué hace Cal con el descubrimi­ento de esta capacidad imposible, mágica, que cambia el mundo? Nada, porque durante los próximos episodios le interesa mucho más saber quién quiso matarla. Insólitame­nte, se diría que estos anfibios –que, además, tienen una suerte de control telekinéti­co sobre los líquidos– padecen una seria aversión al mar, dado que solo se sumergen para esconder cargamento­s de droga. Adrielle (la española Elsa Pataky), la reina de dichos mutantes, intenta invocar a las sirenas de pura raza. Cal queda involuntar­iamente en medio de ese plan cuando empieza a descubrir su verdadera identidad. Esta serie trash quiere hacer con las sirenas lo que la no menos trash y bastante más lograda True Blood hizo con los vampiros, pero le falta densidad para tomarla en serio o mayor desenfreno para tomarla con ironía.

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