Creativo juego de danza, con humor y rabia
intérpretes: Jon Agostinelli, Marcelo Amante, Franco Galdame, Antonio Guerrero, Iñaki Iparraguirre, Verónica Pacenza, Matías Prieto Peccia, Pedro Vega. coreografía y dirección:
Alejandro Ibarra. sala: Espacio Urbano. funciones: domingos, a las 21.
Pequeñas instantáneas de una cotidianidad convulsionada van dando forma al nuevo proyecto del coreógrafo y director Alejandro Ibarra. Siete hombres y una mujer participan de un ritual urbano en el que la violencia es moneda corriente. Esos individuos, diariamente, se enfrentan a situaciones en las que grupos bien diferenciados pelean por ocupar un lugar en una escena que ha perdido su centro.
Para ejemplificar esa situación, Ibarra explora los sentimientos de unos personajes sumamente urbanos que se cruzan en peleas, discusiones, competencias de lo más variadas y, lo más extraño, es que nadie sale airoso. Por el contrario, deberán entregarse a una nueva secuencia de polémicas, poner el cuerpo a renovadas lu- chas. El sin fin parece ampliarse y no terminar nunca. “La pertenencia a uno o a otro lado es un aspecto simple de nuestro funcionamiento como sociedad”, aclara el creador. Y eso provoca una bronca que, en este espectáculo, se matiza con el humor y entonces ciertas asperezas, angustias, enemistades, adquieren otro valor. Ni siquiera un árbitro podrá llegar a mediar entre los bandos aunque sí tal vez una delicada presencia femenina logre hacerlo. Un espíritu simple y candoroso. Ese juego permite tomar distancia de la realidad y provocar una pequeña reflexión en el espectador acerca de cuál es su lugar en esta pequeña porción de la sociedad argentina que se llama Buenos Aires.
Ibarra construye con sus bailarines/actores un equipo muy fuerte que se integra al juego con mucho compromiso. Circula entre ellos una energía muy potente que promueve intensidad en cada acción que desarrollan y a las que los espectadores se entregan con ganas.
Su exploración coreográfica es muy amplia. El contemporáneo, el neoclásico y hasta algunos pasos de danzas tradicionales le sirven para esa enorme gama de ritmos musicales que usa, sin olvidar los latinoamericanos. También aquí la amplitud es mucha. Desde una marcha militar hasta música disco. Cada composición provoca la imaginación del coreógrafo hasta límites inesperados. Y eso es lo más atractivo de esta propuesta: la entrega, la búsqueda, la mezcla de realidades colectivas e individuales (intérpretes, música, coreografías). El show de la bronca resulta una propuesta que, desde lo íntimo y personal, conmueve por su crítica y sobretodo por un estilo des enfadado con el que se puede abordar lo social.