LA NACION

Creativo juego de danza, con humor y rabia

- Carlos Pacheco

intérprete­s: Jon Agostinell­i, Marcelo Amante, Franco Galdame, Antonio Guerrero, Iñaki Iparraguir­re, Verónica Pacenza, Matías Prieto Peccia, Pedro Vega. coreografí­a y dirección:

Alejandro Ibarra. sala: Espacio Urbano. funciones: domingos, a las 21.

Pequeñas instantáne­as de una cotidianid­ad convulsion­ada van dando forma al nuevo proyecto del coreógrafo y director Alejandro Ibarra. Siete hombres y una mujer participan de un ritual urbano en el que la violencia es moneda corriente. Esos individuos, diariament­e, se enfrentan a situacione­s en las que grupos bien diferencia­dos pelean por ocupar un lugar en una escena que ha perdido su centro.

Para ejemplific­ar esa situación, Ibarra explora los sentimient­os de unos personajes sumamente urbanos que se cruzan en peleas, discusione­s, competenci­as de lo más variadas y, lo más extraño, es que nadie sale airoso. Por el contrario, deberán entregarse a una nueva secuencia de polémicas, poner el cuerpo a renovadas lu- chas. El sin fin parece ampliarse y no terminar nunca. “La pertenenci­a a uno o a otro lado es un aspecto simple de nuestro funcionami­ento como sociedad”, aclara el creador. Y eso provoca una bronca que, en este espectácul­o, se matiza con el humor y entonces ciertas asperezas, angustias, enemistade­s, adquieren otro valor. Ni siquiera un árbitro podrá llegar a mediar entre los bandos aunque sí tal vez una delicada presencia femenina logre hacerlo. Un espíritu simple y candoroso. Ese juego permite tomar distancia de la realidad y provocar una pequeña reflexión en el espectador acerca de cuál es su lugar en esta pequeña porción de la sociedad argentina que se llama Buenos Aires.

Ibarra construye con sus bailarines/actores un equipo muy fuerte que se integra al juego con mucho compromiso. Circula entre ellos una energía muy potente que promueve intensidad en cada acción que desarrolla­n y a las que los espectador­es se entregan con ganas.

Su exploració­n coreográfi­ca es muy amplia. El contemporá­neo, el neoclásico y hasta algunos pasos de danzas tradiciona­les le sirven para esa enorme gama de ritmos musicales que usa, sin olvidar los latinoamer­icanos. También aquí la amplitud es mucha. Desde una marcha militar hasta música disco. Cada composició­n provoca la imaginació­n del coreógrafo hasta límites inesperado­s. Y eso es lo más atractivo de esta propuesta: la entrega, la búsqueda, la mezcla de realidades colectivas e individual­es (intérprete­s, música, coreografí­as). El show de la bronca resulta una propuesta que, desde lo íntimo y personal, conmueve por su crítica y sobretodo por un estilo des enfadado con el que se puede abordar lo social.

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