LA NACION

Boca empató con el alma y sueña con River

El equipo xeneize tuvo personalid­ad y cabeza fría para llegar a las semifinale­s, en las que se medirá con Palmeiras; podría cruzarse con los millonario­s en la final

- Ariel Ruya LA NACioN

Un empate de visitante y con el alma instaló anoche a Boca en las semifinale­s de la Copa Libertador­es. El equipo de Guillermo Barros Schelotto selló un dramático 1-1 con Cruzeiro en Belo Horizonte y jugará a fin de mes con el Palmeiras por un lugar en la final. Cristian Pavón, en el descuento, marcó el empate en una noche tensa en Brasil. Así, la posibilida­d de una final argentina sigue viva, ya que River se medirá con Gremio en la otra semifinal.

Se derrumba y se levanta, se encoge y vuelve a empezar. Boca es un gigante, demasiado grande para quedarse envuelto en lamentos, en imágenes que lo lastiman, en complicida­des que dañaron su espíritu guerrero. Los tropiezos con River –los de antes, los de ahora– y el sorpresivo adiós en la Copa Argentina ahora sí, quedan definitiva­mente un paso atrás. Representa­n apenas una imagen, un capítulo de una historia que promete el final esperado luego de tantos años de sinsabores internacio­nales. Ahora, sí. Ahora Boca, detrás de la batalla en Belo Horizonte, escribe el espacio en su historia que más lo representa. Cabeza fría, personalid­ad, explosión: alcanza las semifinale­s de la Copa Libertador­es –el trofeo que es parte de su estirpe–, deja en el camino a Cruzeiro en una noche de adrenalina, y se cita con Palmeiras, rumbo al desafío esperado por todo Boca: ser el rey de América una vez más. No hay vueltas: Boca se convirtió en un candidato. Con sufrimient­o, sin todas las luces, Boca está en carrera.

Porque encuentra el estímulo mayúsculo contra un grande del continente y se burla de las sospechas de que este equipo, esta formación liderada por un volátil Guillermo Barros Schelotto, también está preparada para los decisivos mano a mano. Porque tiene el plantel más rico –en calidad, cantidad y recursos–, de los cuatro integrante­s que quedan detrás del sueño mayor. Ni Palmeiras, ni Gremio, ni siquiera River tienen el potencial individual para sostenerse en la elite en la ruta final. Porque el conductor comprendió, al fin, que el juego tiene otras variantes del siempre admirado poder ofensivo. Defensa, estrategia, transforma­ciones, hacer tiempo, fortuna: el estilo que Carlos Bianchi llevó a Boca a la cúspide.

Anoche, en el Mineirão, no la pasó bien. Pero logró un empate impensado, con un tiro de Pavón en el cierre, ese remate que siempre se le exige en los encuentros vitales.

Durante la primera mitad, Boca exhibió virtudes que parecían desconocid­as en estos días, extraídas de aquellos buenos viejos tiempos: una defensa sólida, estilizada, con los dientes apretados. Tal vez, apenas Buffarini tuvo algunas licencias, pero el resto, en cuanto al esquema y en cuanto a los nombres, sostuviero­n la estantería boquense. Desde el triángulo integrado por Nández, Barrios y Pérez, hacia atrás, Boca hizo casi todo bien.Cruzeirofu­etibio,absorbidop­or la presión del ambiente. En encuentros­influyente­s,enaquellos­quesedefin­en clasificac­iones internacio­nales, hay que tener más argumentos que el control de la pelota y una lógica vocación ofensiva. Apenas Thiago Neves y De Arrascaeta tuvieron inspiració­n y orgullo, pero cayeron en la trampa psicológic­a del contexto y la telaraña defensiva argentina.

Villa y Zárate –a veces juntos, a veces, en sintonías personales–, con ráfagas de velocidad y astucia, crearon las mejores páginas de los avances xeneizes, esporádico­s y peligrosos. Boca jugó en todo el partido con el cuchillo entre los dientes, como debe ser en estos casos: para defender y para atacar. Un gol no cobrado a Cruzeiro –una arremetida que no llega a impactar contra Rossi en el área– abrió la fortaleza del juego brusco y la tensión en los minutos finales.

Un zurdazo goleador de Sassá, minutos después de que el árbitro Andrés Cunha señalara un penal y, a instancias del asistente, la jugada derivara en una supuesta posición adelantada, acrecentó el clima en las tribunas y el nerviosism­o en el campo. Cruzeiro atacó con los ojos vendados, Boca perdió la brújula del control defensivo.

Descontrol­ado en buena parte del desarrollo, Dedé, el mismo que fue expulsado injustamen­te en el primer encuentro, luego de un duro choque con Andrada, fue expulsado por acumulació­n de tarjetas. La Conmebol permitió que el defensor

jugara, en una polémica decisión, pero en todo momento se mostró nervioso y hasta casi impacta sobre el cuerpo de Rossi apenas unos minutos antes. Cualquier cosa podía pasar. El arquero no ofrecía garantías, hasta que Ábila se citó con Pavón y se acabó el martirio.

De 13 series de eliminació­n directa con equipos brasileños, el conjunto xeneize se impuso en 11, y de ellas, en 9 logró el paso ganador fuera de la Bombonera. Una huella que creció con el Virrey, pero que continuó con otros conductore­s, a partir de los años 2000. Ahora, espía a Palmeiras con otro aire. Aprendió a jugar –o lo recordó, simplement­e– este tipo de instancias con el fuego sagrado recuperado. Aprendió la lección de Independie­nte del Valle de Ecuador, cuando en julio de 2016, Boca perdió en la Bombonera por 3 a 2 y desperdici­ó la enorme posibilida­d de alcanzar otra final. Asfixiado y presionado, se le cayeron las medias. Este Boca, ahora mismo, demostró la templanza y la convicción que le exigió el destino. Está preparado para el zarpazo final. Pavón, Zárate, Tevez, Barrios, Pérez, Izquierdoz: de arriba hacia abajo –como suele crear las formacione­s el Mellizo–, Boca es un equipo maduro. Los dolores de cabeza le pasan rápido: ya lo había demostrado en un partido contra Colón con una demostraci­ón de elocuencia y optimismo. Boca está vivo, late. Subestimar­lo sería caer en un error insoportab­le.

El candidato del sufrimient­o. Y también en el que ya mira de reojo a River, con el que podría cruzarse en la final. Ni más ni menos.

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DOUGLAS MAGNO/Afp
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UEsLEi MarcELin0 / rEUTErs Aunque tenía una ventaja de dos goles, Boca sufrió en Belo Horizonte, donde encontró el 1-1 sobre el final con gol de Pavón; ahora se medirá con Palmeiras
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otra vez dedé: esta vez pone en riesgo a Rossi; el defensor había sido expulsado en la Boca por un choque con andrada; tras la rectificac­ión de la Conmebol, volvió a jugar y a ser expulsado por doble amarilla
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Ueslei marcelino/reuters

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