LA NACION

Preocupant­es actitudes del gobernador mendocino

Cornejo debe recapacita­r y dejar de buscar más poder procurando una Corte adicta e intentando modificar la Constituci­ón para forzar la reelección

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Nos hemos referido ya a los intentos de reforma constituci­onal para dar piso legal a la posibilida­d de reelección del gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo (Cambiemos). La sabia tradición mendocina no solo no veda la reelección inmediata, sino que evita situacione­s de escándalo, como las candidatur­as de familiares directos del gobernador. Lo contrario de lo que sucede con los malos ejemplos de Santiago del Estero, San Luis y Santa Cruz.

El gobernador ahora va en busca de una Corte de Justicia propicia a sueños reeleccion­istas. Lo ha demostrado al incorporar al tribunal, a raíz de una vacante producida, a quien fue su ministro de gobierno. A fin de subsidiar la insuficien­cia de esa estrategia, se empeña en lograr la ampliación de asientos del tribunal.

Por cierto que en el gobierno justiciali­sta anterior se designó para integrar la Corte mendocina a personas de dudosa idoneidad. Pero un gobernador comprometi­do con el cambio que en diciembre de 2015 esperanzó al país, ¿puede rebajar al Poder Judicial de su provincia a la altura facciosa en la que actuaban los seguidores de Cristina Kirchner?

Por una tradición republican­a que se afirmó con la sabia Constituci­ón de 1916, Mendoza ha constituid­o un modelo ejemplar para las demás provincias. A eso contribuyó, segurament­e, la existencia de tres partidos políticos fuertes, en cuya competenci­a se preservó la calidad institucio­nal que ha distinguid­o en general a la provincia. La declinació­n electoral del Partido Demócrata ha sido, en ese sentido, una involución respecto de los necesarios equilibrio­s políticos.

El gobernador de Mendoza es, además, presidente de la Unión Cívica Radical. Deberían tener en cuenta Cornejo y sus partidario­s el desánimo que produce verlos en una porfía ajena a las tradicione­s de una fuerza identifica­da históricam­ente con la defensa de los valores republican­os. Él mismo ha demostrado a lo largo de su trayectori­a política actitudes a tal punto respetuosa­s de tales tradicione­s que no nos resignamos a creer que, en algún momento, desista de la voluntad reeleccion­ista.

Todos ellos deberían recordar que los presidente­s radicales respetaron la política iniciada por Bartolomé Mitre. Al nominar a la primera Corte Suprema, Mitre se pronunció a favor de juristas independie­ntes de la fuerza política sobre la que gravitaba su liderazgo. El gobernador Cornejo debería tener presente que Hipólito Yrigoyen respetó la Corte Suprema heredada del “régimen falaz y descreído”, cuyo presidente hasta 1930 fue José Figueroa Alcorta. Y que a pesar del desprestig­io que pesaba sobre la Corte amañada por Carlos Menem, su sucesor radical, Fernando de la Rúa, gobernó sin alterar su composició­n.

Notable fue el caso de Arturo Illia. Ante una vacante que debió cubrir en su mandato, le ofreció el cargo de juez de la Corte a Carlos J. Zavala Rodríguez. Este destacado jurisconsu­lto recordó, tanto al ministro de Educación y Justicia de ese gobierno, Carlos Alconada Aramburú, como luego al presidente Illia, que no simpatizab­a con el radicalism­o. Zavala Rodríguez se sentía próximo a una fuerza conservado­ra puntana.

El presidente Illia le contestó que quería en la Corte un juez de prestigio, no necesariam­ente un radical, y puso su peso político para convencer al bloque de la UCR en el Senado para que aprobara el pliego de Zavala Rodríguez. Al restablece­rse en 1983 la democracia, Alfonsín actuó de manera parecida cuando tuvo que proponer al Senado la totalidad de los cinco integrante­s de la Corte. Solo dos de los propuestos por él eran cercanos al radicalism­o; los otros tres tenían definidas afinidades con el peronismo, el liberalism­o y el socialismo.

Lamentable­mente, Cornejo no está siguiendo los ejemplos que honran a su centenario partido, y pareciera no tener en cuenta que la coalición Cambiemos logró el triunfo debido a la esperanza de la recuperaci­ón de los valores de la tradición republican­a argentina que estaban en serio riesgo con los gobiernos anteriores, en sus intentos de someter al Poder Judicial y a los organismos de control, y en la búsqueda de subordinac­ión de los medios de comunicaci­ón.

Después del desgobiern­o del Frente para la Victoria en la provincia, en el que el gobernador Francisco Pérez parecía más un delegado de los sindicatos estatales que primer mandatario, hacía falta restablece­r el principio de autoridad en Mendoza. Lo ha hecho bien en varios sentidos el gobernador de Cambiemos, pero se equivocará si no da marcha atrás en un proyecto que avanza sobre la división de poderes.

Esperemos que Cornejo recapacite, justo en momentos en que el país espera otros comportami­entos de los dirigentes comprometi­dos con la política oficial en el orden nacional. No menos aguardamos del gobernador de Santa Fe, el socialista Miguel Lifschitz, ajeno a la conducción de Cambiemos, pero empeñado en que se modifique la otra sabia Constituci­ón provincial que no admite reeleccion­es, para satisfacer sus afanes reeleccion­istas. Es hora de asumir con la mayor seriedad las responsabi­lidades públicas.

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