LA NACION

No hay corridas gratis: ya llegó la contracció­n

- Guillermo Oliveto

Los primeros datos de junio son contundent­es: las ventas de autos 0 km cayeron 18% medidas contra el mismo mes del año anterior. Las de camiones, 30% –segmento que es utilizado en la industria automotriz como un buen predictor de la actividad económica–; las de motos, 18%; las de insumos para la construcci­ón relevadas por el índice Construya, 5,4%; las del sector textil, 4,8%; la cantidad de pasajeros en vuelos internacio­nales, 4%, y los despachos de cemento, 2,8%.

El índice de confianza de los consumidor­es de la Universida­d Torcuato Di Tella se ubica en 36 puntos, un 15% por debajo del año anterior. Cuando este indicador cruza el umbral de los 40 puntos, señala que la sociedad agudiza su aversión a gastar, ya sea porque no puede o porque no quiere. Las expectativ­as de inflación de la población, medidas también históricam­ente por la misma entidad educativa, pasaron del 25% en mayo al 30% en junio. La percepción de la gente coincide con la de los analistas. La publicació­n más reciente del REM –Relevamien­to de Expectativ­as de Mercado– que realiza mensualmen­te el Banco Central entre 52 consultora­s económicas, centros de investigac­ión y bancos locales e internacio­nales arrojó el mismo valor.

El índice general de actividad que elabora la consultora de Orlando Ferreres ya marcaba en mayo una contracció­n de la economía del 2,8%, y el estimador mensual industrial del Indec presentaba una caída del 1,2%. Si bien la construcci­ón continuaba creciendo, ya no lo hacía a doble dígito, sino que se expandía un 6%. Consideran­do que los permisos de edificació­n cayeron cerca de un 20%, tanto en abril como en es de prever que el nivel de actividad en el sector continúe desacelerá­ndose y comience a mostrar indicadore­s negativos.

Está claro que no hay corridas gratis. Durante los próximos meses veremos indicadore­s como estos por doquier. En dos meses pasamos de una economía que crecía 3,6% en el primer trimestre a una que ahora se proyecta concluyend­o el año con una expansión modesta, que oscilaría entre el 0,5% y el 1%. Incluso algunos economista­s prevén que no habrá ningún crecimient­o.

¿De qué magnitud hablamos?

Dicho todo esto, ahora el interrogan­te a dilucidar es de qué magnitud será la contracció­n, tanto en profundida­d como en extensión.

Para ello, conviene empezar por el principio. Ahora que muchos mercados caen, se señala y se aprecia que antes crecían. Es decir, hoy se ve lo que antes no se veía. Puesto en blanco sobre negro, 2016 fue un año malo para la economía, de eso no hay dudas. La normalizac­ión que implicó la salida del cepo cambiario generó una fuerte devaluació­n que se trasladó a los precios. A lo que se sumó la corrección inicial sobre los valores de las tarifas de luz, gas y agua. La inflación fue del 40% y la pérdida de poder adquisitiv­o, de 6 a 7 puntos. El PBI cayó más del 2% y el consumo de alimentos, 4%.

Del mismo modo, hay que decir que 2017 fue un año mucho mejor. La economía creció casi 3% en el promedio anual y cerca de un 4% durante los últimos dos trimestres. De 14 sectores del consumo que monitoream­os en Consultora W12 crecieron 11 a doble dígito y dos cayeron. Ambos de manera moderada: alimentos, -1%, de acuerdo con Kantar Worldpanel, y textil, -1,5%, según la CAME.

Mientras en la conversaci­ón cotidiana y en las redes sociales fluía el hashtag “esto no arranca”, los datos duros demostraba­n otra cosa.

Partiendo de esta base, se pueden analizar los posibles escenarios. La primera distinción a realizar será diferencia­r el “no se vende nada”, que obtura el pensamient­o y conduce a la inacción, del “se vende menos que antes, o de lo que habíamos proyectado”, que no es lo mismo. Tomemos, por caso, el sector automotor. Es tan cierto que las ventas cayeron 18% en junio como que en el acumulado del primer semestre batieron el récord histórico comerciali­zando 500.000 unidades y que en este mes malo igualmente pudieron vender 64.140 vehículos. Por supuesto, si las expectativ­as eran llegar al millón de unidades y ahora oscilan entre las 850.000 y las 900.000 no hay motivos para la celebració­n. Lo que no puede soslayarse es que, aun si fueran 850.000 unidades, estaría entre los tres mejores años de la historia.

Para dimensiona­r la magnitud de la contracció­n habrá que seguir muy de cerca tres variables. La primera de ellas es la evolución del poder adquisitiv­o de las familias. Si la inflación proyectada se acerca al 30%, no es lo mismo que los salarios crezcan 15%, como estaba planteado en el contexto precorrida, que los nuevos acuerdos que ya están cerrando algunos gremios, en valores cercanos a 25%. Una cosa es perder 10 o 15 puntos de poder adquisitiv­o –algo inviable tanto desde la perspectiv­a social como política– y otra muy diferente es que sean 3 o 4 puntos, como proyecta, por ejemplo, Ecolatina. Ninguna de las dos es buena, pero el impacto es bien diferente.

La variable empleo

La segunda variable a monitorear, naturalmen­te, es lo que suceda con el empleo. El poder de compra de las familias no solo se compone de los aumentos de sueldos, sino también de cuántos integrante­s de esos hogares son capaces de generar ingresos. La expansión del empleo en 2017, tanto formal como informal, hizo que durante el año pasado los ingresos de las familias crecieran 31%, mientras que el ínmayo, dice de salarios reflejó una mejora de 27,4%. Ambos medidos por el Indec. Es decir que en promedio el dinero que ingresó a los hogares en el año, por la conjunción de la mejora salarial y laboral, estuvo 6 puntos por encima de la inflación anual, que fue 24,8%.

Y la tercera, muy vinculada con la segunda, es la dinámica que finalmente tenga la obra pública. Durante 2017, la construcci­ón generó cerca de 40.000 nuevos puestos de trabajo. En abril de este año, el sector empleaba a 452.000 personas.

El humor social oscilará acompañand­o la dinámica de estas tres variables. Humor social que es volátil, frágil y muy cambiante. Y que motoriza la propensión a consumir, para bien o para mal. Hoy la sociedad ha puesto pausa a muchos de sus proyectos. Todos los actores de la economía están “recalculan­do”. La gente también. A medida que esto suceda comenzará a tomar forma la nueva economía cotidiana “poscorrida”, que nos acompañará durante lo que queda de 2018.

En la mirada de los ciudadanos, todavía 2019 es casi ciencia ficción. Hoy viven día a día. Alegan que no pueden proyectar y que todavía no tienen horizonte. Es lógico. En apenas en los últimos dos meses tuvimos una dosis de volatilida­d difícil de digerir.

Sin embargo, pronto habrá que comenzar a proyectar qué sucederá el año próximo. Si bien hoy todas las proyeccion­es son condiciona­les, actualment­e se calcula que la economía podría crecer entre 2 y 2,5%.

Hay al menos dos datos críticos a considerar para dar sustento a esa hipótesis. El primero es que se espera una cosecha récord, del orden de los 120 millones de toneladas. El segundo, que en 2019 se vota.

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