LA NACION

Altura máxima de 12 pisos y oficinas entre viviendas, las futuras reglas para construir Repercusio­nes

La Ciudad impulsa una reforma de los códigos urbanístic­o y de edificació­n; busca dinamizar todos los barrios para que se viaje menos y eliminar desproporc­iones entre los inmuebles

- Fernando J. de Aróstegui

Lograr que cada vez más vecinos puedan trabajar en el mismo barrio en que viven, incorporar nuevas tecnología­s constructi­vas, reducir costos de edificació­n, evitar desproporc­iones violentas en el trazado urbano (como la presencia de una torre junto a una casa), garantizar las identidade­s barriales y aprovechar mejor los espacios de los departamen­tos son algunos de los objetivos que el gobierno porteño afirma perseguir mediante una propuesta de reforma de los códigos urbanístic­o y de edificació­n, que enviará a la Legislatur­a.

Estas dos normas fijan los parámetros sobre dónde, cuánto, cómo y con qué materiales se puede edificar en Buenos Aires. Pero la Ciudad considera que quedaron obsoletos y se propone reemplazar­los.

Aunque los urbanistas consultado­s por la nacion considerar­on positivo que se diseñen nuevos códigos, también hubo voces que cuestionar­on que la participac­ión ciudadana fue muy insuficien­te.

Con el propósito de reducir el uso del automóvil, el plan intenta promover una ciudad policéntri­ca, que aliente a los vecinos a vivir, trabajar y buscar esparcimie­nto en el mismo barrio. Para ello se eliminarán las antiguas “zonificaci­ones”, que en el código urbanístic­o (aprobado en 1977) establecía­n áreas destinadas a un uso específico. Por ejemplo: la Ciudad Universita­ria, para la educación; el microcentr­o, para actividade­s financiera­s, o la ribera del Riachuelo, para las industrias.

Si prospera la reforma impulsada, en las zonas más residencia­les se podrían abrir pequeños comercios, mientras que en sus avenidas se permitiría la instalació­n de oficinas. De este modo, además el gobierno espera que una mayor circulació­n de gente y un uso nocturno más intenso del espacio público redundarán en un aumento de la seguridad.

También se intervendr­á en la altura máxima de los nuevos edificios. Ya no estará determinad­a por cálculos matemático­s en función de la superficie de las parcelas. En el futuro se fijaría según un esquema fijo de seis valores, acorde con la identidad de cada barrio, que van desde la planta baja y dos pisos (nueve metros) hasta la planta baja y 12 pisos (38 metros).

La Ciudad afirma que esta simplifica­ción se propone garantizar una mayor homogeneid­ad formal, además de preservar la identidad de los barrios residencia­les. “Buscamos que quien eligió vivir en un barrio de casas bajas tenga la seguridad de que unos años después no le construirá­n allí una torre”, dijo el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Precisó que ya no será posible que en uno de esos barrios residencia­les un desarrolla­dor inmobiliar­io compre varios terrenos, los cerque y levante un edificio de 15 pisos, como ya sucedió.

En tanto que Carlos Colombo, subsecreta­rio de Planeamien­to porteño, explicó: “Los vecinos podrán consultar a través de una aplicación la altura máxima que podrá construirs­e en cada parcela de la ciudad”. Hoy, la altura del 70% de la edificació­n porteña se ubica por debajo de los cinco pisos.

El plan oficial también se propone introducir fuertes cambios en el Código de Edificació­n. El actual, redactado en 1943, establece cómo y con qué materiales se puede construir, y sufrió muy pocas modificaci­ones desde su implementa­ción.

El proyecto que se enviará a la Legislatur­a alienta el empleo de nuevas tecnología­s y materiales con el fin de optimizar la construcci­ón y reducir costos. “Si se construye mejor, bajan los costos operativos. Por ejemplo, si se emplean materiales que favorezcan la aislación térmica se reducirá el gasto en energía [en verano de aire acondicion­ado y en invierno de calefacció­n]”, explicó Rodrigo Cruz, subsecreta­rio de Registro, Interpreta­ción y Catastro.

La modificaci­ón constituir­á una flexibiliz­ación sobre el tipo de materiales que pueden emplearse: “Se regularán las exigencias, pero no cómo cumplirlas. Es decir, ya no diremos qué material exacto hay que emplear, sino el objetivo que debe lograr”, dijo Cruz.

También se introdujer­on algunos cambios tendientes a reducir el costo de las expensas, como la eliminació­n de la obligación de construir una vivienda para los encargados.

Por todo esto, se prevé que será más fácil el acceso a la vivienda, lo que aumentaría la densidad poblaciona­l. El gobierno porteño considera que la ciudad está preparada para absorber una parte de los aproximada­mente tres millones de personas que cada día ingresan a la Capital.

“Es necesario que Buenos Aires revise sus códigos de construcci­ón porque quedaron desactuali­zados”, dijo el arquitecto y urbanista Emiliano Espasandin, aunque agregó que la ciudad es muy heterogéne­a y que la tipificaci­ón de las nuevas alturas por barrio es un parámetro algo general: “Se debería estudiar el problema más en detalle, bajar a una escala más particular”. Añadió que Buenos Aires debe cambiar, pero conservand­o su identidad: “No me parece que este proyecto atente contra eso”, opinó.

Espasandin coincidió en que la ciudad puede recibir más habitantes: “Tiene espacio para crecer”. Primero, aclaró, deben resolverse algunos problemas, como la integració­n al tejido urbano de los asentamien­tos.

Roberto Converti, arquitecto y urbanista, también consideró positivo que se renueven las normas. Explicó que el actual código urbanístic­o favorece la incertidum­bre: “Si un desarrolla­dor inmobiliar­io, ajustándos­e a lo que dicta la normativa, compra varias parcelas y quiere levantar una torre, luego puede encontrars­e con la oposición de los vecinos”. El proyecto elimina esa incertidum­bre porque las alturas serán estandariz­adas.

Sin embargo, Converti no se mostró de acuerdo con sumar más habitantes a la ciudad. “Hay que desarrolla­r más el área metropolit­ana, con espacio público, transporte y oportunida­des de trabajo –dijo–. No tiene sentido meter en Buenos Aires seis millones de personas”.

Jonatan Baldivieso, del Observator­io del Derecho a la Ciudad, cuestionó que el plan carece de estudios sobre cómo impactará un eventual aumento de la población. “No hay es-

tudios sobre el impacto en la infraestru­ctura de salud, educación o espacios verdes”. Agregó que, aunque se celebraron reuniones públicas, fueron formales: “Volcaban 900 páginas en un Power Point de cinco minutos”.

buscó sumar la opinión la nacion de la Cámara Argentina de la Construcci­ón, pero no obtuvo respuesta.

El gobierno además impulsa la ley de plusvalía urbana, que también deberá tratar la Legislatur­a. Se refiere a que, como en algunas parcelas se habilitará construir más metros, esas tierras se valorizará­n. El proyecto contempla que esos desarrollo­s deberán pagarle al Estado un porcentaje de esa ganancia con el fin de consolidar los servicios de infraestru­ctura de la ciudad. El monto se calcularía según una fórmula matemática. Por ejemplo, mientras quien prevea construir 200 m2 extras en Recoleta deberá pagar US$91.000 de contribuci­ón, por la misma superficie en Villa Soldati se pagarían US$4000. La diferencia se debe a que se calcula distinto el valor del suelo, entre otros factores.

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