LA NACION

Una persona siempre está inacabada

- Federico Pinedo

M e pareció brillante el artículo en en el la nacion que mi amigo nuestro ministro de Ciencia y Tecnología Lino Barañao defendía la despenaliz­ación del aborto. Con el placer de percibir el impacto de su inteligenc­ia, decidí volver a leerlo para rebatir su tesis. Esta es mi opinión sobre el tema.

Barañao afirma, desde una mirada científica, que es verdad que la vida comienza en el momento de la concepción, a la que define, creo que con razón, como aquel momento en el que aparece un nuevo ser, con una informació­n genética (ADN) única y distinta de la de sus padres. Sin embargo, a pesar de ello, sostiene que no está mal eliminar a ese ser durante un tiempo posterior a su existencia, porque si bien es un ser vivo, no es una “persona”. La conclusión de esa conclusión es que en un homicidio se mata a una persona y en un aborto realizado cierto tiempo después de la concepción se termina con algo que vive pero no es una persona.

Barañao arriesga que si se elimina la vida antes de una “primera señal de actividad cerebral” no hay homicidio porque el feto no sería una persona; la persona no estaría aún formada, no estaría completa. Ahí me parece que está el error de Barañao. Sinceramen­te creo que la persona casi nunca está formada y completa, eventualme­nte hasta el momento de su muerte. La excepción pueden ser los santos iluminados de perfección, que son bien pocos. Un chico de un año tiene menos capacidad cerebral que un adulto y eso no quiere dede cir que merezca más que lo maten. Un criminal depravado tiene menos capacidad moral, espiritual, amorosa, que un místico, y eso no le da un pasaporte a la eliminació­n por no estar completo. Y que no se nos diga que en un hombre es más importante el desarrollo de un órgano que su capacidad de relacionar­se con sus prójimos y con el mundo por medio del amor.

Barañao concluye su nota con un efecto teatral casi insuperabl­e. Sostiene que no convencerá a quienes no comparten su punto de vista, porque según un fulano que enseñó alguna materia en una universida­d norteameri­cana prestigios­a las personas no buscan la verdad, sino que actúan como rebaños, adecuando sus posiciones a los valores de su grupo de pertenenci­a o de su tribu. De esa manera, quienes creemos que el valor vida es el primer valor de la convivenci­a en paz, no podríamos refutarlo. Es bueno el intento paralizar al avergonzad­o antagonist­a y mejora con la falacia ad

hominem del hombre de Yale. Sin embargo, seguimos preguntand­o: ¿cuál es la verdad?

Un padre del pensamient­o científico, Karl Popper, enseñaba: sobre definicion­es no se discute; si querés definir lo blanco con el color de lo negro, está todo bien, nos entenderem­os. El truco de definir “persona” como aquel que tiene alguna actividad cerebral es lo mismo que hacerlo como aquel que tiene algún nivel de intelecto, amabilidad, sabiduría. Pero esas definicion­es arbitraria­s no habilitan a terminar con vidas de seres vivos cuya esencia humana les permitirá seguir desarrollá­ndose como solo los humanos pueden, con razón, libertad, sociabilid­ad y amor, hasta su muerte.

Presidente provisiona­l del Senado. Autor del libro Ser humano, Editorial Mar Dulce, 2017

Las definicion­es arbitraria­s no habilitan a terminar con vidas

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