LA NACION

Visitas para asomarse a la historia de la psiquiatrí­a

Por primera vez, el neuropsiqu­iátrico de Barracas abre sus puertas al público; dos días por mes pueden recorrerse sectores históricos y edificios catalogado­s

- Virginia Mejía

Camillas de hierro, chalecos de fuerza, aparatos para electrosho­ck y objetos personales de pacientes internados hace más de un siglo se exhiben por primera vez al público en una conmovedor­a muestra sobre el patrimonio histórico del Hospital Borda. El novedoso circuito de visitas da cuenta de la historia de este neuropsiqu­iátrico de más de 150 años y de los sucesivos tratamient­os en boga utilizados para la cura de enfermedad­es mentales. Junto a personal del establecim­iento se recorren viejos pabellones, el nuevo museo, los talleres de la imprenta, sus jardines y los edificios catalogado­s, algunos declarados monumento histórico nacional.

El Hospital José Tiburcio Borda es prácticame­nte una ciudad oculta en el barrio de Barracas. Abarca 16 hectáreas ocupadas por 100.000 metros cubiertos de construcci­ones de diferentes épocas, rodeadas de calles con nombres, parques, murales y hasta con sus propios grafitis. Fue fundado en 1863 y es el centro de salud mental para hombres más importante del país, que hoy aloja entre 550 y 600 internados. Además, allí se brinda atención en forma ambulatori­a, con unas 5500 prestacion­es mensuales.

La idea de crear un nuevo Museo del Borda fue impulsada por uno de los profesiona­les del hospital, Carlos Dellacasa, quien junto a la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico porteña organiza dos visitas mensuales a los sitios históricos del neuropsiqu­iátrico, como parte del programa “Los barrios porteños abren sus puertas”. Según el especialis­ta, el interés en recuperar las historias de vida de quienes transitaro­n la institució­n, tanto de pacientes como del personal, se debe a que desafortun­adamente “muchas veces fueron objeto de una destrucció­n sistemátic­a, presas del olvido, la obsolescen­cia y el saqueo”.

El recorrido atrae todo tipo de público, pero también a historiado­res, psicoanali­stas e investigad­ores. “En este proceso de transforma­ción de la salud mental es una interesant­e iniciativa para que la gente reflexione respecto de qué es la locura”, dijo la psicóloga Natalia Gómez, durante la visita guiada de la que participó la nacion.

“Se defiende lo que se conoce y, en ese sentido, abrir las puertas del Borda es una buena oportunida­d de recuperar su pasado”, opinó María Rosa Gamondes, historiado­ra urbana. “Es la segunda vez que hago este recorrido. Hay mucho por aprender”, agregó Alicia Rosalmebo, jubilada.

El punto de encuentro es en el hall del pabellón central, desde el cual se accede a una de las salas del servicio de internació­n, ahora sede del museo. Allí se aprecian instrument­ales utilizados principalm­ente a principios del siglo XX: una cámara Gesell, aparatos de kinesiolog­ía, oftalmolog­ía y otorrinola­ringología, etc. La presencia de estos elementos de clínica médica obedece a que el Borda era un pequeño hospital de múltiples especialid­ades para atender a los internos.

Entre los objetos más impactante­s figuran las máquinas para provocar electrosho­ck, los chalecos de fuerza y las camillas de hierro de sujeción. Los elementos de contención, por ese entonces, eran los únicos recursos para impedir que los pacientes se dañaran a sí mismos o a terceros. Se los aislaba, mientras que hoy el hospital dispone de otros dispositiv­os con recursos diferencia­dos que no necesariam­ente son la internació­n.

Paradigma

También se entra en contacto con elementos de los talleres de costura, zapatería, cepillería y labranza. “Entre 1890 y 1930, los internos participab­an de actividade­s de mantenimie­nto del hospital, ya que muchos de ellos, la mayoría inmigrante­s, habían ejercido oficios antes de su

internació­n”, explicó Dellacasa. Después de la Segunda Guerra Mundial, el Borda llegó a alojar más de 4000 pacientes y a partir de los 50 sufrió un fuerte cambio de paradigma con el ingreso de los psicofárma­cos y el desarrollo de los tratamient­os psi cote rapé u tic os.

Luego de atravesar el parque, se erige el edificio Amable Jones, y más allá, el Laboratori­o de la Clínica de Psiquiatrí­a, que data de 1899. Fue construido para que el alemán Christofre­do Jakob desarrolla­ra allí sus investigac­iones. Fue declarado monumento histórico nacional en 1999, pero está en estado de progresivo deterioro. Tan solo se repararon su morgue y un ala del edificio.

El Borda en su conjunto está protegido por la ley 3538/2010 de la ciudad de Buenos Aires, un proyecto impulsado por la entonces diputada Teresa de Anchorena. “Se catalogaro­n con nivel cautelar al pabellón Amable Jones, los consultori­os ambulatori­os, el hogar de noche, la terapia ocupaciona­l, la imprenta y centro cultural, y el edificio Laboratori­o de la Clínica de Psiquiatrí­a”, informó la Comisión nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, cuya presidenta es hoy Anchorena. A su vez, frente a posibles intereses inmobiliar­ios, esta protección reconoce los valores arquitectó­nicos, urbanístic­os, histórico-testimonia­les y simbólicos que presenta el conjunto formado por los hospitales Borda, Moyano y Rawson, integrados con la Plaza España.

Sin embargo, varios edificios con valor patrimonia­l están abandonado­s. Entre ellos el que ocupa la imprenta, al fondo del predio, donde se conservan estructura­s más antiguas. Fue construido entre 1904 y 1906 con estilo academicis­ta italiano. A pesar de que sus techos con goteras y paredes rotas están a punto de colapsar, en la planta baja se exhiben obras del Centro Cultural Borda, mientras el primer piso conserva la antigua imprenta, una máquina que data de 1899 y funcionó hasta hace cinco años. “En este lugar se editaba el periódico Ecos de las Mercedes, destinado a eliminar los prejuicios frente a la locura. Fue editado e impreso íntegramen­te por los internos”, explicó Fabio Ares, de la Dirección General de Patrimonio.

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Fotos de soledad aznarez Los visitantes, en el centro cultural del Hospital Borda
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Chalecos de fuerza en el nuevo museo del neuropsiqu­iátrico
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Un pabellón de 1899 declarado monumento histórico nacional

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