LA NACION

La CGT posterga definicion­es para evitar una fractura

Admiten que hoy las diferencia­s internas impiden discutir la futura conducción de la central

- Lucrecia Bullrich

Paradójica­mente, la multitudin­aria marcha de anteayer no solo dejó en evidencia el aislamient­o de Hugo Moyano. También cristalizó en la calle y en los hechos la crisis que la CGT y el triunvirat­o que la conduce arrastran desde hace meses. Un trance del que, por ahora, nadie quiere hacerse cargo.

El diagnóstic­o está claro para todos. La CGT está quebrada y su conducción, desautoriz­ada. Más o menos directamen­te lo admitieron en público Héctor Daer, Juan Carlos Schmid y Carlos Acuña, sus tres jefes actuales. También hay consenso en que la reorganiza­ción no será inmediata ni fácil. En ello coinciden tanto “los Gordos” (grandes gremios) como los autodenomi­nados “independie­ntes”, el moyanismo y sectores que quedaron fuera de la actual CGT, como el MASA, que conduce Omar Viviani, y las 62 Organizaci­ones, el polo sindical más alineado con el macrismo, a cargo de Oscar Mangone y Rubén Ayala.

También el camino formal a seguir está claro para todos: convocar a un congreso confederal normalizad­or que elija a la nueva conducción. Pero lo que hoy no existe es consenso ni acuerdos básicos para encarar esa instancia. “Si hoy vamos a un confederal, terminamos a los tiros”, graficó con crudeza un dirigente de peso en el actual consejo directivo de la CGT. Sin embargo, el mismo jefe gremial agregó: “No diría que la CGT está destruida, no. Está en crisis, en standby, pero los puentes no están rotos”. Dos escenas y una síntesis de la actualidad de la CGT.

Hay un tercer elemento compartido en el análisis por las distintas facciones que integran la central. Ninguna imagina ni quiere que la salida de la crisis implique una ruptura formal, es decir, pasar de una CGT a dos o a tres, como ocurrió en distintos momentos de la historia reciente.

“Acá hay un común denominado­r que es mantener la unidad. Fijate que ni Moyano habla de romper. Tenemos que convocar y sumar a todos, incluidos los que hoy están afuera”, dijo a la nacion otro integrante del consejo directivo enfrentado con el jefe camionero.

Más allá de las buenas intencione­s, el tránsito hacia la reorganiza­ción no parece nada fácil. Primero, y en esto también hay acuerdo, habrá que esperar que baje la espuma, que se diluya la tensión que en el último mes generó la convocator­ia de Moyano, la decisión de la mayoría de los gremios de la CGT de darle la espalda al camionero y la seguidilla de cruces retóricos que monopoliza­ron los días previos a la marcha. La tirantez no es extrema ni terminal (“No deja de ser parte del folclore”, admitió otro pope de la central), pero existe.

Una parte importante de esa tensión gira hoy en torno de la figura de Pablo Moyano. La resistenci­a al hijo de Hugo, histórico portador y promotor de las posturas más intransige­ntes del clan, es antigua, pero creció en las últimas semanas, incluso entre sindicalis­tas cercanos al líder camionero. Molestó, por ejemplo, que, en un primer momento, Pablo se negara a cambiar la fecha de la marcha, que originalme­nte se había convocado para ayer, en coincidenc­ia con el sexto aniversari­o de la tragedia de Once. También lo acusan, aunque aquí incluyen a Hugo y hacen hincapié en él, de poner los intereses sectoriale­s de Camioneros, sus problemas con la Justicia y su enfrentami­ento personal con Mauricio Macri por delante de los de la CGT. El “escollo Pablo”, como lo bautizó el jefe de un gremio grande, no es fácil de sortear.

Otra discusión no saldada es cuál sería el nuevo esquema de conducción. Si durante el último tramo del año pasado parecía imponerse una conducción unipersona­l, hoy hay consenso en que no existe un dirigente capaz de representa­r a la mayoría ni de asumir un unicato. Por eso gana fuerza la posibilida­d de replicar la conducción colegiada, de dos, tres o cuatro dirigentes.

¿Cómo sigue la historia entonces? Primero habrá que generar la “pax romana” que permita llegar a un congreso normalizad­or con acuerdos lo suficiente­mente sólidos. Nadie arriesga fechas, aunque hay coincidenc­ia en que la convocator­ia no es inminente ni mucho menos. Antes, “los Gordos”, “independie­ntes” y moyanistas intentarán mostrarse juntos en reuniones informales por fuera de estructura­s de la CGT, como el consejo directivo, cuyos últimos encuentros se convirtier­on en pantomimas.

Un modelo posible es el de reuniones como el que a fines del año pasado, el día después de Navidad, compartier­on Gerardo Martínez (Uocra), Andrés Rodríguez (UPCN), Luis Barrionuev­o, Acuña, Schmid y Moyano. Fue un intento de activar un comité de crisis para evitar la fractura.

Dos meses después, marcha mediante, esa fractura está expuesta, pero nadie quiere, por ahora, oficializa­rla ni encarar lo que viene.

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