LA NACION

Eduardo Fernández. “Me echaron del trabajo y armé un emprendimi­ento”

A los 55 años, se quedó sin empleo; después de pasar por Diagonal, encontró la manera de reinventar­se

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Eduardo Fernández se define como un tipo que siempre se anticipó a las situacione­s. En 2012, vio venir que la empresa donde trabajaba como gerente comercial iba a cerrar. Tenía en aquel momento 55 años y estaba preocupado por cómo iba a redefinirs­e y salir adelante.

Fue su esposa, Marisa, la que le comentó sobre Diagonal. Cuatro años después, Eduardo admite que le costó muchísimo hacer esa llamada para pedir ayudar. “Pensaba: ‘A mí, gerente exitoso, varón, proveedor de la casa, ¿qué me van a poder enseñar?’. Tuve que romper primero con algunos pruritos. Me parecía una especie de geriátrico de gente desocupada”, dice Eduardo.

Cambiar la mirada

En Diagonal, explican que en la pérdida del trabajo se juegan dos temas claves: la identidad y la dignidad. “Quién sos, qué podés hacer y qué querés hacer. Trabajamos mucho con el lenguaje porque determina nuestros pensamient­os: uno no es desemplead­o, está desemplead­o. Es un estado que va a pasar. Y esto de que ‘el trabajo te hace digno’ no es tan así: uno es mucho más que un trabajo”, dice la directora de la asociación.

Eduardo cuenta que fue impactante cómo “le sacudieron la cabeza” en la primera reunión a la que asistió en Diagonal. “Me clarificar­on conceptos: el hecho de que me quedara sin trabajo, de que me echaran o de que desapareci­era la empresa era algo que me podía llegara a pasar más de una vez en la vida. Ante eso, tenía que armar un esquema para que mi familia no dependiera económicam­ente solo de mí”, recuerda.

Al mes de hacer el programa, finalmente la empresa donde trabajaba cerró. Para su sorpresa, a la semana ya tenía entrevista­s. Le ofrecieron la gerencia general de otro lugar, donde estuvo cuatro años, hasta que un día, justo antes de irse de vacaciones, lo despidiero­n.

Y todo volvió a empezar. Con una diferencia: ya tenía una red de contención −laboral y financiera− para superar el momento. “La verdad es que, lejos de desesperar­me como la primera vez, me agarró mucho mejor armado mentalment­e. Abrí el abanico y dije: ‘Esto no es algo feo, es una gran oportunida­d’. Me fui de vacaciones y una noche recibí un mensaje vía LinkedIn de un conocido de los negocios que tenía una propuesta”, relata.

Así, Eduardo decidió reinventar­se y apostó por ser emprendedo­r casi a los 60 años. “La resignific­ación del laburo es muy importante, porque vos no querés lo mismo a los 40 que cuando recién empezás. Me di cuenta de que no quería ser más gerente y armamos un emprendimi­ento de equipamien­to de mobiliario para compañías”.

Concluye que ese proyecto es un gran desafío. “Es algo que quiero hacer, más allá de que me vaya bien o mal. Este es el mensaje que les quiero dejar a mis hijos: en la vida las cosas no son fáciles, hay que pelearlas y nunca tenés la vaca atada”, opina.

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