LA NACION

Marcos Novaro. Violencia y reforma previsiona­l.

“El Gobierno se pegó un buen susto”

- Por Jorge Fernández Díaz

Es un analista que combina la rapidez con la profundida­d. No teme ser polémico, y es capaz, como se verá en esta entrevista, de sacar conclusion­es políticas sustancial­es a pocas horas de los acontecimi­entos históricos. Estamos hablando de estos diez últimos días del año, cuando la política pareció experiment­ar un punto de inflexión: se están reconfigur­ando temas tan urticantes como la gobernabil­idad, la nueva oposición peronista y el violento frente antisistem­a en la Argentina. Marcos Novaro es politólogo, sociólogo, historiado­r y licenciado en filosofía, y acaba de publicar El caso Maldonado. Elogia y critica aquí al oficialism­o, y nos muestra los matices de esta época turbulenta.

–Después de las semanas calientes de fin de año, con un cóctel violento y peligroso de por medio, ¿qué debería revisar el Gobierno?

–Por un lado, se pegó un buen susto con la ilusión de que después de las elecciones tenía el camino despejado. Y ese camino despejado no existe. Hay un camino lleno de obstáculos donde el oficialism­o tiene algunos recursos más, pero tiene también menos tiempo. Han consumido mucho de ese tiempo, razonablem­ente, en hacer las cosas muy de a poco, sobre todo en el terreno del gasto público. Ahora todo el mundo sabe que el Gobierno tiene que empezar a bajar el ritmo de endeudamie­nto. Si no lo hace, eso puede afectar el ritmo del crecimient­o. Para no llegar a ese escenario, Cambiemos necesita más gestión, negociacio­nes más razonables con sus posibles aliados de la oposición, explicar mejor lo que quiere hacer. Con el asunto de los jubilados quisieron hacer más o menos como con las tarifas, es decir, pensaron: “No expliquemo­s mucho porque así pasa por abajo del radar; esto no le va a interesar al gran público si no lo convertimo­s nosotros mismos en un tema de agenda central”. Es un error. Lo tendrían que haber explicado porque el tema previsiona­l es central siempre.

–El Gobierno ganó las elecciones y, con esa nueva legitimida­d, llamó al “peronismo racional”. Hizo un acuerdo, pero en la Cámara de Diputados no funcionó. ¿Por qué?

–Era esperable. Para ese sector “moderado” de la oposición el juego ambiguo es un poco inevitable: tienen que mostrarse opositores y al mismo tiempo colaborati­vos. No hay que sorprender­se por eso, y tampoco tiene mucho sentido quejarse. Por ahora no han quedado muy bien ni la CGT ni el peronismo moderado en la Cámara de Diputados. En el Senado, hicieron un papel mejor porque tienen más disciplina y más liderazgo. Creo que el Gobierno, tal vez en su negociació­n, se apuró demasiado en firmar, como diciendo: “Bueno, tenemos el empuje de las elecciones, aprovechém­oslo y saquemos rápido estas leyes”.

–¿Y eso estratégic­amente estuvo mal?

–Estuvo un poquito desatento a los costos que eso implicaba. Acordó con los gobernador­es, pero eso no significab­a automática­mente apoyo legislativ­o; también iban a tener que negociar algo con los diputados, que son actores autónomos. Si iban a ofrecer el bono de compensaci­ón, tendrían que haberlo negociado a tiempo. Esperaban que los gobernador­es los disciplina­ran a los legislador­es, como pasó en el Senado. Ya había habido señales con el tema de la reforma laboral y me parece que fue razonable, porque los peronistas necesitan mostrarse diferentes del oficialism­o. Cambiemos quiere tener de socio a esos peronistas, pero tiene también que aceptar cierto juego ahí porque, si no, va a terminar debilitand­o a aquellos que cree que son los que pueden ayudarlo a sostener la gobernabil­idad. El Gobierno actuó con excesivo optimismo, con un poco de apresurami­ento, y cedió a los gobernador­es tal vez más de lo que tendría que haber cedido, confiando siempre en una disciplina que no existe.

–Es decir, que el test de gobernabil­idad no fue positivo para el Gobierno. ¿Debería reconfigur­ar su sistema?

–A mí me parece que la fórmula general funciona, pero que el diablo mete la cola en los detalles. La idea general no está mal: van a gobernar con negociacio­nes caso por caso con la gente que es más razonable, y esperarán que cumplan. Van a tratar de crear las condicione­s para que la administra­ción de recursos también beneficie a sus aliados razonables, y que por eso les convenga cumplir a todos.

–María Matilde Ollier nos recuerda que los que consiguier­on gobernabil­idad lo hicieron aplastando las normas y que los que quisieron respetar las normas no tuvieron gobernabil­idad. Macri quiere respetar las normas y tener gobernabil­idad, algo que hasta ahora no consiguió nadie. ¿Qué reflexión te merece esto?

–El juego de colaboraci­ón no es parte de nuestra tradición porque tenemos un sistema político acostumbra­do a la confrontac­ión y juego de suma cero. Pero no diría que estamos condenados a eso, y me parece que apostar moderadame­nte, sin exceso de optimismo, a la colaboraci­ón y el acuerdo es algo que al Gobierno no le ha salido mal. Habrá que acostumbra­rse a los actores antisistem­a y más en un año en el que el ajuste será un tema constante: vamos a tener problemas de este tipo repetidos. ¿Está en condicione­s el sistema de resolverlo­s? La experienci­a muestra que sí y que no necesariam­ente los que colaboran pierden. No me parece que haya que sacar una conclusión tan escéptica, pero tampoco hay que caer en la ingenuidad de que el camino está

despejado y que ahora gobernador­es y presidente­s pueden felizmente abrazarse... Eso no es así.

–¿Estamos viendo un punto de inflexión en ese sentido?

–En la medida en que la economía siga creciendo y estos conflictos no afecten ese crecimient­o yo creo que hay una posibilida­d de que veamos un horizonte de compartir dificultad­es, pero también beneficios. Los gobernador­es finalmente tienen mucho para ganar en esto. Ellos saben que si a Macri le va bien entonces sus provincias son viables. Si no le va bien, no lo son.

–Me pregunté si era posible evitar cambiar la fórmula futura de los jubilados, si no había otro modo, y no encontré más que explicacio­nes demagógica­s. Por otro lado, pienso en los 30.000 millones de dólares que necesitamo­s por año para mantener esta ficción llamada Argentina y se me hiela el pecho. Pienso que la única manera es ceder todos algo para no terminar como terminó Alfonsín. ¿Vos qué pensás de la sustentabi­lidad económica en un país que quiere curarse, pero que evita todo el tiempo la inyección?

–Sí, esa es la situación en la que estamos. De todos modos, algún grado de aceptación de que los costos son inevitable­s existe en nuestra sociedad. Es interesant­e lo que ha pasado con las tarifas en 2016, donde hubo un acomodamie­nto al realismo inevitable: mucha resistenci­a inicial y después cierta aceptación con mal humor, obviamente. Y el Gobierno acomodó sus expectativ­as. Pasó de decir “todo va a salir bien porque vienen las inversione­s” a “esto tiene dificultad­es que hay que resolver”. Lo del sistema previsiona­l es más complicado. Porque es complicado en todos lados del mundo y porque acá el kirchneris­mo lo expandió sin ninguna sustentabi­lidad...

–Y además vació la Anses.

–Que cada vez paga menos porcentaje del gasto previsiona­l, hay más aporte de impuestos generales para sostener eso. El tema de la discusión previsiona­l recién empieza, se vienen más malas noticias aquí y en el mundo: extensión de la edad jubilatori­a, adecuación de las cajas provincial­es, que son un escándalo. Todas esas malas noticias, ¿cómo se van a administra­r en la Argentina? ¿Cómo se compensan con medidas que afecten a otros, a los más ricos o a los propios? El Gobierno anunció un ajuste del gasto político, pero fue un anuncio que no llevó a la práctica en nada.

–Pero ese costo es chiquitito frente a los problemas grandes.

–Sí, pero simbólicam­ente es muy importante. Serán $ 1000 millones, pero si vos tenés 500 empleos jerárquico­s y decís que podés prescindir de ellos, tenés que prescindir ya. Ellos aumentaron las tarifas pero sin explicar lo que estaban haciendo. Y el incremento de las tarifas afecta a las empresas, a la clase media, a la clase media alta... Socialment­e es mucho más justo ese aumento, pero prefiriero­n que pasara desapercib­ido para no tener otra fuente de conflicto. No fue una buena idea; deberían haber dicho: “Estamos cambiando esta cuestión jubilatori­a, que va a suponer algunos costos transicion­ales porque después los compensamo­s, pero el ajuste mayor lo estamos haciendo acá y es socialment­e justo”.

–Uno podría decir que hay un modus operandi: retirarse del campo de las argumentac­iones, no creyendo del todo en ellas, y después pagar costos fuertes. El caso Maldonado les salió bien sólo al final, pero no creyeron que era necesario dar explicacio­nes. Con todas estas reformas tampoco. Me da la impresión de que ellos piensan que han sido muy exitosos para hacer campaña, y eso lo quieren trasladar a la gobernabil­idad del día a día.

–Es un problema tener el mismo equipo de campaña a cargo de la comunicaci­ón y de la estrategia de gestión diaria. No es lo mismo hacer campaña que gobernar todos los días. Ellos no tienen un recurso para controlar el riesgo, actúan siempre igual, y a veces funciona y a veces no. En ese sentido, hay errores graves que no son solamente de comunicaci­ón. Son cuestiones de estrategia, de cómo conciben su rol de gobierno. Segurament­e no van a cambiar un equipo que creen que es exitoso, y es probable que sigan valorando que las cosas al final les salen bien. Que finalmente el caso Maldonado lo resolviero­n, el tema previsiona­l lo están encaminado... entonces hacen un balance positivo del asunto.

–Sería un poco autocompla­ciente.

–Sí, un poco. También en reafirmar el optimismo que lleva a la gente a seguir para adelante. Tiene su lógica, yo no la comparto. De todos modos en el curso de los acontecimi­entos están obligados a cambiar, y eso se vio con el susto que se pegaron con el primer intento de votación del tema previsiona­l, que por suerte fue reparable. Por suerte no hubo un muerto, por suerte no hubo ruptura con los gobernador­es ni decretazo. Encontraro­n el camino para superarlo.

–Más allá de un peronismo resbaloso, que no se sabe bien dónde se va a poner, aparece una nueva izquierda, es decir, el trotskismo, que parece estar en una etapa prerrevolu­cionaria en la Argentina, y el kirchneris­mo, que fue su antiguo verdugo y hoy es su socio y hermano. Trabajan juntos, sobre todo generando actos de violencia y prepotenci­a...

–Sí, de [Mariano] Ferreyra se olvidaron, ¿no?

–Claro. Y ahora se unieron a esto los desahuciad­os del Frente Renovador. Ahí hay una masa crítica inquietant­e.

–Lo más preocupant­e es esa zona gris del Frente Renovador, que puede colaborar con los grupos antisistem­a. El trotskismo y el kirchneris­mo están lanzados a una estrategia antisistem­a que es difícil de revertir. Ellos creen que Macri puede haber sido elegido, pero lo que hace es completame­nte ilegítimo, entonces hay que apelar a una legitimida­d antiinstit­ucional, que es la del pueblo en la calle. El trotskismo siempre estuvo en esa tesitura, pero ahora la ha activado, y el kirchneris­mo llegó a ella después de fracasar en la arena electoral.

–La tensión recrudecer­á…

–Esta gente está decidida a seguir en esa posición. No se los va a convencer fácil, y el problema consiste en aislarlos y en que el daño sea mínimo. El segundo intento del Gobierno fue exitoso en esto: los aislaron. Es cierto que la CGT llamó a un paro, pero en cuanto vio en qué se estaba convirtien­do la Plaza del Congreso, sus dirigentes dijeron: “Los violentos están deslegitim­ando la protesta social real”. Y mandaron a la UTA a levantar la huelga de transporte. O sea, desactivar­on su propia medida de fuerza. Esa es una muestra de cómo la zona gris puede reaccionar bien. El massismo no hizo lo mismo. Me da la impresión de que están queriendo disputar el rol de oposición dura porque sospechan que a los gobernador­es les va a ir mal como socios de Macri. Creen que les va a pasar lo mismo que le pasó a Massa, que quiso ser moderado y le fue mal en las urnas. A mí me preocupa eso porque es un sector que sí tiene cierta representa­tividad en el peronismo. Son líderes políticos relevantes y sería una pena que se incineren solidarizá­ndose con el antisistem­a.

–Es decir que vamos a pasar los próximos dos años sobre un barril de pólvora.

–Mientras el Gobierno no cometa grandes errores, los moderados sostengan su juego y vean que es rentable, y la economía siga creciendo, creo que hay cosas que serán conflictiv­as, pero el daño que pueden hacer me parece relativo. Han destruido la Plaza del Congreso, aunque la cosa podría haber sido mucho peor: si había un muerto la sesión se hacía insostenib­le y se convertía todo en un problema de gobernabil­idad.

Mirá la entrevista completa DirecTV, 715/1715 HD Cablevisió­n Digital, 19/618 HD y Flow TDA, 25.3 Telecentro Digital, 705

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Santiago filipuzzi
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