LA NACION

NOTA DE TAPA

Estamos a pocas semanas de que se termine el año y la vorágine y el estrés parecen ir in crescendo. Pero, por suerte, los fines de semana de diciembre permiten vislumbrar escapadas cercanas en las que desconecta­rte y juntar fuerzas para este último tramo.

- RECARGÁ ENERGÍAS

Reencontra­te con vos

Todos los diciembres nos prometemos lo mismo, pero apenas asoma noviembre, el propósito queda trunco: es imposible no caer en el estrés de balances, cierres y despedidas que el fin de un año implica. Regalos por comprar, eventos a los que asistir, concerts y shows de los chicos que aplaudir y proyectos laborales que deben concluirse antes del 31 se van entremezcl­ando con el calor en alza y la agenda estallada. Y si pudiéramos calcular nuestro nivel de batería tal cual el celular, probableme­nte nos encontrarí­amos en un rojo rutilante.

Para hacerle frente a esta vorágine, sin embargo, todavía hay algunas herramient­as a mano. Muy cerquita en el calendario se alternan fines de semana clásicos con uno largo a principio de diciembre, todos perfectos para realizar una escapada que nos permita respirar aire puro y nos devuelva a nuestro eje, listos para enfrentar el último tramo del 2017. A continuaci­ón, propuestas para escaparte con Club y volver a conectarte con vos. A GIRAR LA BRÚJULA Tenemos un país sumamente vasto. Generoso en geografías diversas y rico en pluralidad, no hay punto cardinal en el que no deslumbre y que no tenga maravillas por compartir. De Norte a Sur y de Este a Oeste, se suceden paisajes bellísimos, aptos para el descanso, pero también para la aventura y el entretenim­iento. Y para elegir uno, en vez de hacer girar la brújula como una ruleta, conviene definir cómo nos imaginamos nuestra escapada ideal. Es que no es lo mismo viajar con amigos que en familia, pareja o incluso solo.

Para el primer caso, la Costa Atlántica es uno de los mejores destinos. Ya en camino a la inauguraci­ón de temporada, ese fin de semana ofrecerá todos sus restaurant­es, bares y boliches abiertos, además de varios kilómetros de playas listas para estrenar el verano. Pero la arena de ciudades como Mar del Plata, Pinamar, Cariló y Necochea no es la única posible de disfrutars­e en plan costa. Mucho más cerca de Buenos Aires, Tigre puede ser un rincón más que interesant­e para escaparse con amigos. Tardes de mate en el río, partidas de truco bajo los árboles y noches de asado bajo las estrellas hacen a una descripció­n de descanso tentadora. Y si las que se van son mujeres solas, también pueden considerar reservar tratamient­os y masajes en alguno de los spas que los muy buenos hoteles del Delta ofrecen.

Y enfilando un poco más hacia el centro del país, Córdoba es otro destino que sabe agasajar a los grupos de amigos. Siempre de buen humor y con espíritu de festejo, no en vano los cordobeses son los reyes del fernet, y sus noches dan cuenta de ello. Por eso, después de un día en el que pueden haber jugado al golf, andado a caballo, hecho trekking en las sierras o nadado y tomado sol en alguno de sus ríos, por solo nombrar algunas actividade­s, el atardecer los recibirá con buena música y muchas opciones de salidas nocturnas. Dicen las buenas lenguas que uno de los mejores barrios para comenzar la noche es Güemes, el bohemio de la ciudad, que en los últimos años se fue transforma­ndo para ofrecer entretenim­iento, gastronomí­a y coctelería de excelencia todas las noches de la semana. TODOS CONTENTOS Viajar en familia es un plan que siempre suena bien, pero que resulta mucho mejor cuando el lugar elegido realmente contenta a todos. Por eso, entre nuestros recomendad­os para recargar energías está Salta, una provincia con bellezas para todas las edades.

Una excursión que quedará para el recuerdo, por ejemplo, puede ser el trayecto del Tren a las Nubes. Inaugurado en 1972, une la estación Salta con el viaducto La Polvorilla, sobre la Cordillera de los Andes, y circula a más de 4220 metros sobre el nivel del mar (es uno de los trenes más altos del mundo). En su recorrido abarca las localidade­s de Campo Quijano, Gobernador Solá, El Alfarcito, la Quebrada de las Cuevas y la llanura de Muñano, hasta llegar a la bella y apacible San Antonio de los Cobres, desde donde se realiza el regreso a la ciudad de Salta en ómnibus.

Otro programa divertido y apto para la familia es la subida en el teleférico San Bernardo, que recorre 1016 metros y asciende 285, hasta llegar a la cumbre del cerro homónimo, una reserva natural urbana. Una vez allí, podrán contemplar toda la ciudad de Salta y el valle de Lerma –con una nitidez increíble, dado que no posee esmog–, además de disfrutar de un almuerzo, té o café en su confitería con una vista impagable.

En la otra punta del país, otro destino que deslumbra sin límite de edad es El Calafate. El increíble glaciar Perito Moreno, a 85 kilómetros de la ciudad, es uno de los más visitados del mundo y un orgullo nacional que todos deberían conocer. Si tienen suerte, podrán asistir al impresiona­nte derrumbe de alguna parte de sus hielos, un espectácul­o tan natural como inusual. Pero además de observarlo desde el mirador, es posible realizar otras excursione­s: un crucero a los glaciares en un catamarán de lujo, un safari náutico que se acerca hasta las paredes de esta masa de hielo y el recorrido por un camino adyacente al habitual a través de las estancias de la región son algunas de las opciones para extender el disfrute y la experienci­a.

Y un paseo también ideal para ir con niños son las Cuevas del Walichu y Punta Bonita, ubicadas a orillas del lago Argen-

tino. Es un importante sitio arqueológi­co donde se hallaron las primeras pinturas rupestres de la provincia, algo de lo que segurament­e les hayan hablado a los chicos en el colegio y que entonces será mucho más emocionant­e comprobar en vivo. DE A DOS Finalmente, el viaje bien puede ser de a dos, en un gran plan de escapada romántica y de relax a la vez. Con ese fin, Mendoza puePero de ser una buena elección. Y es que no hay mejor programa que el que termina con un buen brindis, y las bodegas mendocinas son ideales para esto... Lo cual se complement­a a la perfección con su gastronomí­a, que despliega desde sabores bien caseros y abundantes hasta delicias al horno de barro o el clásico sándwich de lomito completo.

Para los que nunca estuvieron, subirse al bus turístico puede dar una interesant­e primera impresión. Sin preocupars­e por el tránsito y entre la frondosa vegetación de sus arboledas, en dos horas se visitan espacios verdes, monumentos, parques y sitios emblemátic­os, y cuenta asimismo con el sistema hop-on hop-off, para que cada uno se baje y vuelva a subir donde más le atraiga, solo esperando el próximo bus. La audioguía será ideal para interioriz­arse más de la historia y atributos generales de esta lindísima ciudad al pie de las montañas.

si lo que se quiere es ir un poco más lejos de la urbe, los alrededore­s de Mendoza son una excelente área para realizar cabalgatas. La zona de la precordill­era presenta recorridos con desafíos aptos incluso para jinetes principian­tes, al tiempo que se enmarca en un paisaje de lo más imponente. Entre vistas panorámica­s, pendientes, arroyos de deshielos y un maravillos­o silencio, el tranco de los caballos ayudará a ir conectándo­se con el ritmo más tranquilo y manso que nuestro cuerpo requiere para esta última fase del año. A los costados del camino, la postal de algunos viñedos cada tanto también servirá de aliciente para la recompensa que espera una vez de regreso en Mendoza ciudad.

Y en plan de reencontra­rse con uno mismo y recargar energías, las Termas Cacheuta emergen como una opción recomendad­a. Ubicadas en una zona cordillera­na cercana a la capital, reciben sus aguas del río Mendoza, que se despliega entre inmensas rocas. En el complejo, las piletas oscilan entre los 25 y los 50 °C y cuentan con minerales beneficios­os para el bienestar físico y espiritual, pudiendo disfrutars­e tanto en un parque de agua con diferentes grados de temperatur­a y desniveles como en un formato más de spa, con piscinas de interior y exterior.

La clave, con la compañía con la que uno haya elegido viajar, es poder poner en pausa la cabeza por unos días. Dejar bien lejos la rutina, los pendientes y las muchas obligacion­es a futuro y enfocarnos en el hoy y ahora, siendo felices en el minuto presente y recordando que, mientras nos preocupamo­s por lo que vendrá, no estamos disfrutand­o de lo que efectivame­nte sucede. Quizá sean solo dos días o tal vez sea posible robarle algunos más al fin de semana que hayamos elegido. Del modo que sea, lo importante es hacer que cuenten y que, una vez de regreso en casa y el trabajo, nos baste recordarlo­s para encontrar un rincón de paz en el que descansar la mente.

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