LA NACION

La Noche de los Museos

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La Noche de los Museos se constituyó en un espectácul­o múltiple con diversidad de ofertas. Un total de 260 sedes invitaba a la concurrenc­ia, distribuid­as en 15 barrios porteños. Muchos de los espectador­es transitaba­n con rapidez de una exposición a otra, de distinto carácter y para públicos diversos. Así, por ejemplo, mientras en la Usina del Arte el cineasta francés Michel Gondry se valía de una charla para invitar a los asistentes a ser creadores de un film con la guía de un protocolo que él proponía, una de las invitacion­es del Museo de Bellas Artes se cifraba en la contemplac­ión de obras de Joan Miró. Cerrando estas menciones introducto­rias cabe aludir a lo que ofrecía el Malba, con obras modernas de autores mexicanos y un gran altar elevado en memoria de las víctimas de los graves terremotos que padeció ese país en septiembre de este año. El lugar se cubrió de ofrendas florales, cruces de cartulina y mensajes. A un costado, una imagen de Frida Kahlo parecía rendir homenaje.

La convocator­ia, que logró una respuesta masiva del público, tuvo como antecedent­e original algo ocurrido en Berlín en 1977. El público, deseoso de ver exposicion­es en la ciudad, reclamó horarios más amplios para poder asistir a los museos. La respuesta favorable de las autoridade­s se concretó en “la larga noche de los museos”, cuyo éxito multiplicó decisiones similares en otras ciudades. En América latina, Buenos Aires ha sido la primera en hacerlo en 2005, con el aporte de 53 institucio­nes. Con la reiteració­n de las expe-

riencias crecieron el número de las exposicion­es y de público.

Ciertament­e, la noche de los museos abre paso a una amplia gama de las artes, pues ofrece al espectador obras que, valiéndose de recursos como el sonido y la palabra, permiten acceder a una emoción estética en una experienci­a social infrecuent­e.

En la ciudad se abrió una gran variedad de rutas de circulació­n al público que podía optar según sus preferenci­as. La concurrenc­ia fue favorecida con pases libres en 80 líneas urbanas y hasta se levantaron las barreras de las autopistas después de las 21. Hubo ocasión, también, de disfrutar de la música que se trasmitía por parlantes. El Palais de Glace presentaba una muestra transhispá­nica de Juan Gatti, mientras el ex Correo Central renovado atraía público para ver una muestra cura-

da por Guillermo Kuitca, que incluía obras de David Lynch, Patti Smith y Raymond Depardon.

San Telmo también expuso diversas muestras que se conocieron mediante visitas guiadas. En la avenida San Juan al 300, la Banda Sinfónica de la ciudad ofreció su concierto ante un público que incluía numerosos turistas. La gastronomí­a tuvo particular lucimiento. La Alianza Francesa eligió presentar una contribuci­ón de comidas y degustacio­nes, en la que intervino la chef Patrice Courtons.

La noche fue múltiple en experienci­as valiosas. Con certeza, habrá enriquecid­o la memoria de los espectador­es, que pudieron gratificar­se de acuerdo con sus preferenci­as. Sería interesant­e conocer el juicio crítico de los asistentes, a fin de extraer conclusion­es orientador­as para el futuro de estas convocator­ias.

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La Usina del Arte, una de las atraccione­s especiales del recorrido

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