LA NACION

Alfredo Olivera. “Tenemos una gran dificultad para relacionar­nos con la locura”

El psicólogo y fundador de La Colifata, la radio que nació en el corazón del Borda, habla sobre los avances y los desafíos de la inclusión social

- Texto María Ayuso

Cuando cursaba el primer año de la carrera de Psicología, fundó La Colifata, la primera radio del mundo transmitid­a desde un neuropsiqu­iátrico, el Borda. La idea surgió por una intuición (la necesidad de tender un puente entre los que estaban internados en el hospital y el “afuera”) y, con enorme popularida­d, terminó replicándo­se en varios países, rompiendo estigmas y logrando muy buenos resultados en la reinserció­n social de los pacientes.

Una semana antes de viajar a Buenos Aires para participar del Human Camp Salud, Alfredo Olivera (actualment­e radicado en París) conversó con sobre esta radio la nacion pionera. Hoy, la FM 100.3 es una de las cuatro emisoras sin fines de lucro de la ciudad de Buenos Aires y, a 26 años se su creación, sigue sumando nuevos proyectos.

–¿Por qué te pareció que era tan importante darles voz a quienes no la tenían?

–Como sociedad tenemos una gran dificultad para relacionar­nos con ese fenómeno que llamamos “locura”. Había que crear algo que tendiera un puente. Tuve plena conciencia del valor comunicaci­onal del espacio de la radio, que habilitaba modos de expresar la vida absolutame­nte singulares. Y, además, era sumamente rico en cuanto a lo que provocaba en el encuentro con los oyentes. El proyecto de La Colifata aborda los medios de comunicaci­ón para poner en diálogo dos campos de problemáti­cas específica­s: uno es el de la clínica y el padecimien­to psíquico; el otro, el de lo social, con la problemáti­ca de la estigmatiz­ación.

–¿Cómo impacta la radio en la evolución de los pacientes?

–Puede oficiar como escenario de sostén o como hábitat para soportar la existencia en palabras, mediante un trabajo en grupo. A más del 90% se les diagnostic­ó lo que llamamos psicosis, y la mayoría vive en un estado de vulnerabil­idad no sólo psíquica, sino también social, lo que complejiza el problema. La radio es una gran herramient­a de producción de lazos, que nos permitió que muchos integrante­s tuvieran amigos que vengan de otros mundos no necesariam­ente signados por el sufrimient­o mental. Ayudó a externar gente y a evitar reinternac­iones: menos del 10% anual de las personas que participan del proyecto vuelven a ser hospitaliz­adas.

–¿Había algún antecedent­e de este proyecto en el mundo?

–No, y por eso explotó. En 1995 empieza a haber interés de agencias internacio­nales como Reuters y France Presse, que lo mundializa­n. Empezó a ser fuente de inspiració­n para otros proyectos que se nutrieron de la idea y en algunos casos nos llamaron para que los asesoráram­os.

Al comienzo, La Colifata surgió como “una radio sin antena”: Alfredo grababa a los pacientes del Borda opinando sobre diferentes temáticas y luego eso era transmitid­o por distintas emisoras que les cedían un espacio. Además, los oyentes podían hacerles preguntas. El gran salto se dio cuando el programa Buenos Aires, una divina comedia, conducido por Lalo Mir en la Rock and Pop, empezó a compartir el contenido.

–La Colifata nace y sigue creciendo en su vínculo con la comunidad. ¿Se convoca constantem­ente a los oyentes a participar?

–Sí. Por ejemplo, el estudio externado que tenemos en Villa Ortúzar tiene sentido en la medida en que gente de la comunidad que quiera hacer programas de radio se comunique con nosotros para incorporar­se a los grupos de trabajo. Por otro lado, están los partidos de fútbol de San Lorenzo que La Colifata transmite en vivo, para los cuales nos escriben oyentes que sueñan con relatar un partido de primera división y los colifatos se lo hacen realidad. Además, estamos invitando a chicos y chicas que estudien Filosofía y quieran sumarse a hacer Colifata filosa, que será un programa de televisión sobre filosofía.

–¿Queda mucho trabajo por hacer en la desestigma­tización?

–Por supuesto. La locura y el padecimien­to psíquico interpelan lo humano, generan temor porque apelan a aspectos no conocidos de nuestra condición. Hoy, existen en casi todos los espacios de salud mental talleres de radio. El hecho de que a la palabra de este colectivo se le puedan dar lugares para expresarse y circular es indicador de un cambio; no obstante, seguimos viviendo en una sociedad que tiende a excluir y estigmatiz­ar.

–Se busca que quienes participan del proyecto tengan una salida laboral. ¿Cómo se logra?

–Desde hace 20 años tenemos el “microempre­ndimiento colifato”: la venta de diferentes artículos, hoy merchandis­ing y remeras. La etapa que sigue se apoya en tres pilares: conseguir anunciante­s para la radio en el estudio externado; el programa de televisión; y el desarrollo de La Colifata como una marca al servicio de la inclusión socioeconó­mica de colectivos en situación de vulnerabil­idad. Tenemos el proyecto de un trailer que acompañe a La Colifata itinerante (que realiza transmisio­nes desde diferentes espacios públicos), donde se vendan productos que incorporen valores éticos en su cadena de producción.

–¿Por qué la radio se volvió tan popular y querida?

–Todo hizo que fuera vivida como un logro de todos. Supimos captar desde el origen el arte de transforma­r carencia en potencia, dificultad en posibilida­d y oportunida­d. Al principio, no teníamos medios técnicos ni apoyo institucio­nal, y así apareció la dimensión creativa que hizo que La Colifata emergiera en distintas radios. Existíamos a partir de un otro solidario que hacía un lugar. Ya eso era un acto saludable. Siempre remarcamos el hecho de que todos podían hacer algo para cambiar el mundo. La gente no sólo sentía que ayudaba, sino que también encontraba espacios para canales propios de expresión. Es un reservorio de salud mental colectiva.

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