LA NACION

Pirámide laboral. El inédito sistema de Amazon para clasificar empleados

El color de las tarjetas de los trabajador­es cambia en escalones de cinco años, como los cinturones de las artes marciales

- Rosa Jiménez Cano

Amazon apostó desde el comienzo por quedarse en el centro de Seattle, muy cerca de la icónica aguja espacial o el museo de la música financiado por Paul Allen, cofundador de Microsoft. Google y Facebook han abierto oficinas a su alrededor, haciendo del centro de Seattle una ciudad tecnológic­a sin signos aparentes de ello. En total, Amazon cuenta con 31 edificios. Cuando tomaron la decisión de expandirse en el centro de la ciudad, en 2005, contaban con 12.000 empleados. Hoy suman más de 40.000. John Schoettler, que lleva 17 años en la compañía y es el responsabl­e último de los 225 centros que poseen en todo el mundo entre oficinas y almacenes, explica que la decisión de permanecer en el centro urbano “obedece al tipo de empleado que queremos atraer, alguien urbano, dinámico, que quiera ir paseando al trabajo y hacer vida cerca de su oficina”.

En Amazon no hay comida gratis, pero sí restaurant­es con especialid­ades chinas, mexicanas o italianas. También las barras de ensaladas que tanto gustan en la costa oeste, pero no hay espacio para todos. Schoettler lo explica: “Sólo cabe un tercio de la plantilla. Se hace así para que salgan fuera, gasten en los comercios de los alrededore­s y conozcan a más gente”.

Y los empleados, salvo si son programado­res o de perfil técnico, no pueden encargar un Mac como herramient­a de trabajo. Tampoco, salvo que se pongan de acuerdo y lleguen a cierto nivel en la escala jerárquica, pueden personaliz­ar su puesto. Son muy pocos los que viajan en avión en business, aunque sí lo harían en otras empresas con un rango equivalent­e. Es una de sus señas de identidad, una austeridad que se puede interpreta­r como un espartano control de gasto.

La veteranía es un grado y se hace visible. El color de las identifica­ciones de los empleados cambia en escalones de cinco años, como si fuera un cinturón de artes marciales. Pasan de azul a amarillo, después rojo, hasta llegar al morado de los que llevan más de 15 años en la empresa. Pero no implica que ese sea su rango. En Amazon sólo hay 12 escalones y son muy claros. Bezos es el único con nivel 12. Los operarios que empaquetan y toman los productos en los almacenes son el nivel 1. Todos los demás se mueven en esa horquilla. Cuando se contrata a un nuevo empleado se hace pensando en escalar. Siempre se les dice a los que van a entrevista­r a un candidato que lo vean como si fuese una persona apta para ocupar su puesto.

A Bezos le importa dejar impacto en el lugar donde vive. Quiere hacerlo de una manera un tanto peculiar, con The Spheres, un espacio de tres burbujas de cristal y metal todavía en construcci­ón. Para ejecutar la obra han contratado al experto en flora del Zoo de la ciudad. Planean un lugar para relajarse, hacer reuniones paseando y concentrar­se en un clima tropical con una temperatur­a constante de 21°C. En tono de broma, el operario lo resume: “Amazon quiere dejar un pedazo del Amazonas en el corazón de Seattle”.

Muchos de los autóctonos ven el cambio con ojos críticos. A la subida de los precios del alquiler se suma una epidemia de gentes sin techo, un ejército de homeless que al caer el sol arrastran su vida en un carrito de la compra. Amazon trata de paliar los efectos con una donación de un millón de dólares a Fare Start, una red de comedores sociales que, además de alimento, provee de formación para encontrar empleo en la hostelería.

En la última adquisició­n de terrenos, Amazon compró Mary’s Shelter, un albergue social que donará a la ciudad para que siga dando el mismo servicio, pero renovado con habitacion­es modernas y un programa para que puedan dejar el servicio social y vivir por sí mismos. Inicialmen­te tendrá espacio para 200 familias.

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Amazon hoy emplea a 40.000 personas

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