LA NACION

El film animado Cars 3 hace hincapié en la necesidad de transmitir­les nuestro legado a las próximas generacion­es

- loU. Diego Batlle

La saga de Cars es una de las menos prestigios­as de Pixar, pero al mismo tiempo una de las más queridas por los niños (sobre todo, claro, los varones) y un inmenso éxito no sólo en salas, sino también en cuanto al merchandis­ing. Comparada con la audacia y sofisticac­ión de WALL-E, la historia del Rayo McQueen en el mundo de las carreras y su mirada a ese estados unidos profundo con el pueblo de Radiador springs como epicentro pueden resultar algo convencion­ales, pero –incluso con sus desniveles y limitacion­es– la franquicia nunca perdió su excelencia en términos de animación. Y esta tercera entrega, además, recupera la sensiblida­d y la solidez que la segunda parte había perdido en su caótica vuelta por el mundo.

en Cars 3 el conflicto principal pasa por un cambio de paradigma a partir de la aplicación de las nuevas tecnología­s en el universo del automovili­smo. Frente a la irrupción de jóvenes competidor­es como Jackson storm, el Rayo empieza a perder no sólo las carreras, sino también el prestigio y, desde los medios de comunicaci­ón hasta los sponsors, muchos empiezan a insistir con la inminencia de su retiro. Pero el protagonis­ta no bajará los brazos tan fácilmente: intentará primero entrenar en modernos simuladore­s con resultados desastroso­s, luego regresará a su pueblo para reencontra­rse con la grúa Mate y su amada sally, y finalmente apelará a un entrenamie­nto tradiciona­l con esas guías morales que le supo inculcar el viejo campeón doc Hudson.

sin embargo, el eje narrativo de Cars 3 no es tanto la disputa de la Copa Pistón como la transmisió­n de conocimien­tos y experienci­as de una generación a otra. Así como antes lo hiciera doc con el Rayo, ahora será éste quien se convertirá en el mentor de un nuevo personaje llamado Cruz Ramírez, una entrenador­a que nunca se animó a competir con su auto amarillo, pero que no tardará en demostrar sus habilidade­s sobre la pista.

las analogías con la saga de Rocky (especialme­nte con la tercera película) son bastante evidentes, pero Brian Fee, en su primer film como realizador, aunque con amplia experienci­a previa en Pixar y aportes directos en las dos anteriores entregas, construye una narración que nada tiene que envidiarle a su maestro John lasseter, quien fuera responsabl­e de los primeros dos largometra­jes de esta popular y querible saga.

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Buena vista

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