narcotráfico y pobreza, dos flagelos estructurales.
Los exitosos procedimientos en la villa 1-11-14 muestran el perverso aprovechamiento de la marginalidad que llevan a cabo las bandas narco
Los procedimientos en la villa 1-11-14 muestran el perverso aprovechamiento de la marginalidad que hacen los narcos.
Con un gigantesco operativo conjunto a cargo de más de 2000 efectivos de la Policía Federal y la Gendarmería, dio comienzo un plan para recuperar la villa 1-11-14, en el Bajo Flores. Es el asentamiento más peligroso de la ciudad y la zona que concentra la tasa más alta de homicidios de la Capital, donde reinaban varios grupos de narcotraficantes que se repartieron entre sí las zonas de venta.
Los vecinos del asentamiento son desde hace años rehenes de las bandas narco. En el procedimiento se secuestraron 504 kilos de marihuana y 50 de cocaína, además de armas y explosivos, y se detuvo a 18 personas en 95 allanamientos. No sólo funcionaban puestos de venta de drogas para compradores de la villa y de afuera, sino también, como informó la nacion, lugares de acopio para una posterior comercialización a escala mayorista a bandas de la Capital y el conurbano.
Con todo su dramatismo, la trágica realidad de la villa 1-11-14 ilustra la perversa relación que se verifica entre el narcotráfico y la pobreza cuando el Estado se ausenta. No es casualidad que estos dos flagelos, narcotráfico y pobreza, hayan aumentado considerablemente en los años del kirchnerismo hasta convertirse en fenómenos estructurales.
Los narcos se instalan entre los más necesitados, prosperan entre ellos mediante la venta de la droga y, a medida que crece su poder, y ante la falta de presencia estatal, se convierten en autoridades de facto que regulan la actividad delictiva del lugar. Son ellos quienes, paradójicamente, garantizan la “seguridad” de los vecinos al convertir los estrechos pasillos y las calles internas en zonas seguras para que así puedan ingresar los compradores de la droga.
Esa dinámica se verifica no sólo en la 1-11-14, sino en todas las villas y los asentamientos –hay 40 en la ciudad–, aunque en la 31 de Retiro el proceso comenzó a revertirse a partir de los operativos coordinados desde la jefatura del gobierno porteño para erradicar a los narcos y lograr una presencia policial permanente. Ese esquema es el que se procura trasladar a la 1-11-14.
En los últimos siete años, período en el cual no hubo datos oficiales, el consumo de drogas se duplicó en la Argentina, según reveló el primer estudio de consumo hecho desde 2010 por la Sedronar, órgano que si bien mantiene ese acrónimo, ahora se denomina Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina, y desde enero se ocupa de asistir a los consumidores, mientras que la represión del narcotráfico está a cargo del Ministerio de Seguridad.
Así como aumentó el consumo de drogas, también aumentó la pobreza. Según la Encuesta Permanente de Hogares del Indec, en el segundo semestre del año pasado había en la Argentina 13,3 millones de pobres, es decir, el 30,3% de la población, mientras que la indigencia fue del 6,1% y afectó a 2,6 millones de personas. A su vez, Unicef informó que hay 5,6 millones de niños pobres y que de ellos, 1,3 millones pasan hambre.
Es sabido que los chicos pobres que carecen de contención son víctimas potenciales de las drogas baratas, como el paco, que también son las más dañinas. A su vez, tras convertirse en adictos, también corren el riesgo de verse obligados a trabajar como mano de obra barata, y esclava, de los narcos, vendiendo la misma droga que a ellos los esclavizó.
El ostentoso tren de vida de algunos jefes narcos ilusiona a los jóvenes con lograr una rápida prosperidad, cuando en realidad ese camino sólo conduce a la muerte, a la prisión o una mayor marginalidad.
El Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) arribó a datos muy similares a los de la Sedronar, y Agustín Salvia, su director de investigación, expresó que si bien es preocupante el aumento en el consumo de cocaína en los niveles medio y alto de la sociedad, “los chicos pobres que caen en la adicción por el contexto de marginalidad, exclusión y falta de contención afectiva, siguen siendo los principales afectados”.
Como señalamos en esta columna, los importantes procedimientos de las fuerzas de seguridad contra las bandas narco están sacando a la luz las raíces cada vez más hondas que ha echado el narcotráfico en la Argentina, fenómeno al que no es ajeno la corrupción policial y política.
Esos procedimientos y lo actuado en la villa 1-11-14 –y antes en la 31– muestran el demorado pero indispensable regreso del Estado, que durante más de una década se mostró sospechosamente ausente no sólo en el combate al narcotráfico, sino también en el de la lucha contra la pobreza.