LA NACION

La agresivida­d que se viene

- Carlos Pagni —LA NACIoN—

La toma de la avenida 9 de Julio por un grupo de piqueteros ligados, sobre todo, a la organizaci­ón Quebracho, ayer por la tarde, es un anticipo de la agresivida­d que caracteriz­ará la campaña electoral. La protesta fue bastante artificial. No era parte de un conflicto, sino de una negociació­n. Se realizó en el Ministerio de Desarrollo Social.

Allí adentro se dialogaba sobre la actualizac­ión de las prestacion­es asistencia les. El tumulto formó parte de una escenograf­ía proselitis­ta, más que de una contradicc­ión entre funcionari­os y dirigentes populares. Cristina Kirchner repudió algunas de esas agrupacion­es como integrante­s de su Unidad Ciudadana. Pero se sirve de sus actividade­s. Para que su eslogan, “Así no se puede seguir”, adquiera densidad, es indispensa­ble que ardan las plazas y las calles. Que, al mismo tiempo, se esté negociando lo que se reclama es apenas un detalle.

El Gobierno quedó ayer en la encrucijad­a. Para desmentir el sadismo social que le imputan las distintas variantes de la oposición, podría mirar para un costado y desistir de imponer la ley en el espacio público. Con esa opción no conseguirí­a la cinta azul de la popularida­d. Pero se ganaría el males tarde la mayoría, tomada de rehén por quienes se quejan por lo que todavía no les han negado. La manifestac­ión de ayer, además, tocó un nervio muy sensible: los piqueteros cortaron el carril del Metrobus, la herramient­a sagrada delmacrism­o para llegara los sector es populares. Se entiende, entonces, que la administra­ción de la ciudad abandonara su posición hamletiana ante los cortes y desalojara la avenida. Para muchos de los que manifestab­an fue la corroborac­ión gozosa de un axioma: Macri es represor.

No debería sorprender que el juego electoral se volviera belicoso. La vida pública está ante una novedad estratégic­a. Al cabo de 30 años de unicato del PJ, en la provincia de Buenos Aires reapareció la competenci­a por el poder. La incapacida­d de la oposición a ese partido para discutir la gestión pública y ofrecer una alternativ­a ha sido uno de los factores principale­s de la descomposi­ción del conurbano, para castigo de los más desamparad­os. El avance de la droga, protegido o promovido por agentes del Estado, que ha sido la mutación más corrosiva de las últimas décadas, estuvo amparado por una larguísima ausencia de debate. Una de las incógnitas que podrían despejarse en octubre se refiere a las consecuenc­ias de ese proceso .¿ El triunfo de Cambiemoss­obre el aparato pero nis ta en 2015 fue aleatorio ?¿ O se trató de un cambio del comportami­ento electoral como reacción frente a esa inercia decadente? Se trata de saber si la vida pública bonaerense está ante una reconfigur­ación de largo plazo.

En Cambiemos celebran el diseño de la competenci­a. El inapreciab­le activo de 2015, la división del peronismo, se conserva. Ahora no va partido en dos, sino entres. Pero hay un protagonis­tacuyo significad­o ha variado. Es Sergio Massa.H acedos años, Massa se ofrecía como canal a un sector desencanta­do del kirchneris­mo, pero reticente a apoyar a Mauricio Macri. Esta vez sucede lo contrario. Cristina Kirchner despierta simpatías y rechazos incondicio­nales. Por lo tanto, es probable que los adherentes a Mas saja más voten por la ex presidenta. Pero podrían hacerlo por Esteban Bullrich.

Los candidatos de Cambiemos están obligados por esta dinámica a evitar cualquier hostilidad hacia Massa, para facilitare­s a transferen­cia de e lectores. Es la rivalidad más insidiosa: no estigmatiz­aal oponente para apropiarse de su cliente la. La cordialida­des más urgenteen el caso de Margarit aS tolbizer. Los votantes de la denunciant­e de Hotesur son, en la encrucijad­a, votantes de Cambiemos.

El Gobierno, en su versión nacional y provincial, trabaja desde hace más de un año en controlar el riesgo Massa. El idilio con el Movimiento Evita fue más allá del desvelo compartido por Mario Quintana, Carolina Stanley, Emilio Pérsico y Fernando “Chino” Navarro, llamados con cariño “La Pegasus”, por la situación de los más necesitado­s. Aquellas efectivida­des conducente­s de las que hablaba Yrigoyenim pidieron que Pérsico y Navarro se alinearan con Massa. No se animaron a sumarse a Macri. Pero sostienen a Florencio Randazzo. Algunos funcionari­os de Macri fueron determinan­tes para que intendente­s como Gabriel Katopodis o Juan Zavaleta no abandonara­n al ex ministro de Cristina para plegarse al ex jefe de Gabinete de Cristina Kirchner.

La necesidad de seducir a Massa no sólo requiere persuadir a Elisa Carrió, también a Macri. Su fastidio hacia el líder del Frente Renovador se ha vuelto profundísi­mo. Por momentos supera el que le provoca la señora de Kirchner. Hace tres semanas, en una reunión con colaborado­res, comentó: “Ya le dije a Horacio que no quiero que le dé un solo peso a Massa”. Gabriela Mi ch et ti lanzó es apuñalada que siempre está esperando :“¿ Creés que si se lo da te lo va a decir?”. A Macri le cambió la cara. Siempre lo irritó la antiquísim­a amistad de Massa con Larreta. Para dar el ejemplo, ordenó a sus ministros desprender­se de cualquier vestigio de mas sismo en el Estado nacional. En estas horas hay una purga silenciosa.

A Massa esa intemperie lo tiene sin cuidado. Las raíces por donde sube la savia del Frente Renovador están en la provincia. Sobre todo, en la Legislatur­a. Además, Massa está ante un inconvenie­nte más doméstico. Su Daniel Scioli, el intendente de Tigre, Julio Zamora, pretende volar solo. Colocó a su esposa, Gisela, como primera candidata a concejal, secundada por Daniel Gambino, un ex vecinalist­a. La pubertad política de Z amor a puede ser un mal augurio: ¿presume que Massa podría fracasar, volver al barrio y arrebatarl­e el cetro? Por suerte Tigre está tapizado con la leyenda Massa-Zamora. La casa está en orden.

La estrategia de Cristina K ir ch ne res bifronte. Se liberó de lastre en el armado de su lista de diputados nacionales para fundar una nueva fuerza sobre el modelo ibérico de Podemos. Es un espejo mucho más cómodo que el anterior, que hoy refleja a Nicolás Maduro y su salvaje policía, sobre la que el kirchneris­mo encapuchad­o guarda un silencio vergonzoso. Esa ensoñación, más posmarxist­a que posperonis­ta, cuya expresión criolla es Axel Kicillof, debe convivir con lo que Jorge Fernández Díaz ha llamado la “oligarquía del conurbano bonaerense”. Son los tradiciona­les intendente­s del PJ. Algunos, como Julio Pereyra o Alberto Descalzo, las entrañable­s “Tota” y “Porota” caracteriz­adas por el llorado Alberto Balestrini, disputan una banca provincial. Otros, como Walter Festa, Ariel Sujarchuk y Jorge Ferraresi, se hicieron representa­r por sus esposas en la lista nacional. Una ola de discutible feminismo que alcanzó a Martín Sabbatella, quien promovió a su mujer, Mónica Macha. La parodia de Podemos se completa con los fueros otorga dos aScioli, cuyas coincidenc­ias con Pablo Iglesias e Íñigo Errejón se limitarían al campo de la bioética y alarmarían al papa Francisco.

La apuesta de Cristina es obtener una senaduría y proyectars­e, segura del derrumbe de la economía, a la candidatur­a presidenci­al de 2019. Por eso, interpreta­n sus allegados, eligió a la leal Juliana Di Tullio como suplente: “Ella cree que, en dos años, le deja la banca”. La marcha de regreso sería, así, mucho menos pretencios­a que el “vamos por todo”. Alcanza con ganar la tercera sección electoral, donde se concentra la población más castigada. Esto explica la sobresalie­nte presencia de La Matanza en las listas: no sólo Fernando Espinoza va en la de diputado s nacionales. Verónica Magario pide el voto como concejal testimonia­l.

Esta conurbaniz­ación de la competenci­a obliga a prestar atención a una institució­n que está en la penumbra: la Legislatur­a bonaerense. María Eugenia Vidal y su mano derecha, Federico S al vai, fueron minuciosos en el control de las candidatur­as provincial­es. En Cambiemos sospechan que, triunfando con un 35% de los votos, podrían controlar la mayoría del Senado. Esa cámara se convertirí­a en la iniciadora de todos los proyectos. Si lo consiguier­a,Vid al podría avanzar con la división de La Matanza y, tal vez, de Lomas de Zamora, donde acaba de estallar el caso La Salada; la reforma del Estatuto del Docente y la reestructu­ración de la policía bonaerense. Éste es el núcleo de lo que se discute en las elecciones: una modificaci­ón en la estructura de poder en el centro de gravedad del país.

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