¿Arquitectura en extinción? Una cantera para el arte
Según este artista y arquitecto, en tiempos de realidad virtual la arquitectura, que parece “relegada a la indiferencia”, adopta nuevas formas, más cercanas a la creación artística y a las necesidades sociales
En tiempos de realidad virtual, la arquitectura, que parece “relegada a la indiferencia”, adopta nuevas formas, más cercanas a la creación artística y a las necesidades sociales. Las obras de Adrián Villar Rojas, Tomás Saraceno, Leandro Erlich y Eduardo Basualdo, junto con experiencias de arquitectura de vanguardia, marcan un escenario de nuevas relaciones.
La arquitectura está en vías de extinción. Sus aspiraciones como generador fundamental de tejido y cohesión social han sido desplazadas por las redes sociales. Caminamos nuestras ciudades con la cabeza gacha, mirando la pantalla de nuestros celulares. El entorno construido se ha vuelto irrelevante; la comunidad virtual le ganó a la cultura de los roces. El arte, mientras tanto, conquista nuevos espacios. Arquitectos sin arquitectura
En la Bienal de Venecia de 2014 su curador, Rem Koolhaas, “enterró” la arquitectura. La muestra Elementos se centró en exhibir en forma de disección forense los “componentes” de la disciplina disasociados de su composición o “coreografía” arquitectónica. A modo de muestra arqueológica se mostraron paredes, puertas, ventanas, escaleras e inodoros. Según Koolhaas, no había arquitectura digna de ser exhibida. Destrucción como construcción
Mientras la arquitectura realizada por profesionales esté relegada a la indiferencia, vale la pena destacar la arquitectura realizada por otros agentes y procesos. Por ejemplo, la “colaboración arquitectónica” entre arquitecto y habitante. Ésta quedó brutalmente de manifiesto en Buenos Aires con la transformación de la cárcel de Caseros realizada por los internos entre 1984 y 2000. A la arquitectura modernista de la mole de veintitrés pisos en Parque Patricios se le sumó una segunda capa de intervenciones a manos de sus habitantes. Mi serie de instalaciones artísticas Productos Caseros se centra en este proceso de transformación. Hago foco en el boquete de fachada realizado por los presos como nuevo e icónico “elemento arquitectónico” en el umbral entre la ciudad y la “no ciudad”. A través del “boquete”, los internos se comunicaban con sus novias en la calle, haciendo públicas las más íntimas conversaciones. Trepaban, emulando al “hombre araña” –“pitufeaban”, según la terminología “tumbera’’–, de piso en piso, de boquete en boquete. La demolición total del edificio, a pico y pala, despojó a Buenos Aires de una de las obras de arquitectura más radicales, diseñada en forma colaborativa por arquitectos y presos. De las ruinas a la utopía
Paradójica mente, de esta extinción de la arquitectura como disciplina de relevancia se nutren hoy como fuente de inspiración y referencia cuatro extraordinarios artistas visuales argentinos con una importantísima presencia internacional.
El rosarino Adrián Villar Rojas produce in situ “arquitectura funeraria”. Sus monumentales ruinas arquitectónicas quedaron plasmadas de forma impecable cuando representó a la Argentina en la 54a Bienal de Venecia (2011) con la instalación El asesino de tu herencia.
El tucumano Tomás Saraceno dejó de lado su título de arquitecto tradicional de la Universidad de Buenos Aires (UBA) para reaparecer como artista con foco en la “arquitectura utópica” de los años 60 y 70. Su deseo de habitar las nubes, representado en su proyecto Aeroceno y en su instalación En órbita es un guiño al artista Gyula Kosice (1924-2016), autor de la utópica Ciudad hidroespacial.
Leandro Erlich se concentra en generar una “arquitectura de la percepción” en lugar del acontecimiento arquitectónico. Una sofisticada arquitectura óptica o falsa arquitectura, no en términos escenográficos que pretendan ser un entorno construído que no es tal, sino en términos de presentar una ilusión de la experiencia arquitectónica. Así, nos invita a zambullirnos en una pileta sin mojarnos o nos hace sentir que estamos en terapia, recostados en el diván del psicoanalista.
Eduardo Basualdo, en tanto, genera una “arquitectura de la fantasía”. Eso se puede apreciar en su obra El silencio de las sirenas, un montaje escenográfico que nos transporta a un paisaje lunar. Una inundación de aguas negras obliga al público a aceptar el entorno original (y mojarse) o a reaccionar y trepar a la cima de las piedras de utilería. El agua surge como un géiser de las entrañas de la instalación antes de ser “tragada” por el mismo orificio. El obstáculo como potencial
La arquitectura de vanguardia en la Argentina se manifiesta hoy en la Villa 31. La falta de políticas de Estado en torno a vivienda social y estabilidad económica actúan en este caso como factores operativos. Se genera así una arquitectura que opera bajo la premisa del obstáculo como potencial. Contra la idea fundacional del diseño como una acción de proyección a futuro de un producto terminado, la “arquitectura villera” se construye al mismo tiempo que se diseña, y viceversa. Este proceso les otorga a los “no arquitectos” las habilidades constructivas de un niño y sus bloques, donde la improvisación da lugar a lo fantástico en términos arquitectónicos. Un título de arquitecto no valida una obra como “arquitectura”, pero la arquitectura puede ser creada por un “no arquitecto”. El diseño de los “no diseñadores”. Renacimiento desde la villa
En 2015, el colectivo de arquitectos londinense Assemble ganó el Turner Prize, el mayor premio a las artes visuales del Reino Unido y uno de los más prestigiosos del mundo. Se reivindicó así el colapso de la anacrónica diferenciación estratégica entre arte y diseño.
Assemble hace “arquitectura villera”. Sus obras ocupan espacios despreciados originalmente para ser habitados por la arquitectura. El grupo convirtió una estación de servicio abandonada en un cine y un bajoautopista en un auditorio, con un remate que tiene la impronta de las construcciones que se levantan por encima de la autopista illia en la Villa 31.
Cualquier semejanza con la vida real no es pura coincidencia. Los integrantes de Assemble trabajan en colaboración con los vecinos, generando “tejido” y cohesión social tanto en el proceso del hacer como en el posterior uso y programación de sus construcciones. Sus obras se materializan de acuerdo con la disponibilidad de materiales, generando asociaciones impensadas. Son “hacedores”, buscan protagonismo y se empoderan a su manera del quehacer público. Promueven la acción directa ante toda economía recesiva.
Assemble opera también bajo la premisa del obstáculo como potencial, al entender la generación de comunidad física como la principal política de Estado de toda sociedad. Aún si la misma precisa ser realizada de forma independiente, antes de cualquier “corte de cinta” por parte de las autoridades.