LA NACION

Quedaron a mano en la intención y también en la mediocrida­d

- Rodolfo Chisleansc­hi

Nadie puede negarle las intencione­s al actual fútbol argentino. Juegan Vélez y Huracán, que viven épocas flacas, más pendientes de la tabla de promedios que de la general, pero los dos se plantan con una idea saludable. Quieren asociarse, cuidar la pelota desde la salida, tocar por abajo, llegar en bloque... Pero no les sale.

El problema se apoya en dos patas. Una tiene que ver con el rival. Porque en estos tiempos casi todos los equipos comparten la capacidad para estirar la presión más allá de la mitad de cancha, y el recurso es suficiente para destapar las carencias técnicas, para dar un pase, para recibir, para perfilarse. Y así ocurre que al tercer o cuarto toque llega el error, forzado o no, y el fútbol comienza a deteriorar­se de manera inevitable.

Sucedió anoche en el Amalfitani. Armaba bien el circuito Vélez, con Cufré, Desábato, Canteros o Díaz, pero en donde Fritzler, Bogado o quien fuera apretaba un poco surgía la imprecisió­n. Y como del otro lado la situación se reproducía en espejo, el partido se enredó demasiado pronto y de un modo irrecupera­ble en una madeja alejada de las áreas.

Por fortuna, las defensas no son ajenas a las imperfecci­ones, y eso permite cumplir con las mínimas dosis de emoción exigibles. Pavone y Angulo estrellaro­n sendos remates al palo derivados de la flojedad en la marca. Con la misma receta (aprovechar una equivocaci­ón en la salida rival), el Burrito Martínez alargó para Gonzalo Díaz, y Zabala le puso la cabeza al centro en el 1-0. Y para no ser menos, en la vereda de enfrente chocaron Caire y Cubero en un centro, la pelota siguió de largo, Angulo le ganó a Assmann, penal y Bogado marcó a cinco minutos del final.

El lógico empate retrata la actualidad de nuestro fútbol, donde cada semana, en cada cancha, la mediocrida­d le gana a las buenas intencione­s. Y ni Vélez ni Huracán quedan exentos.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina