LA NACION

El oficialism­o se enojó con Massa, pero al final buscó su respaldo

Cambiemos dudaba de la posición del Frente Renovador que pidió cambios al proyecto

- Laura Serra

Para fastidio de algunos dirigentes oficialist­as, Sergio Massa fue ayer, una vez más, el actor protagónic­o de una negociació­n que le permitirá al Gobierno exhibir hoy, en la Cámara de Diputados, una mayoría más que holgada en la media sanción del acuerdo con los holdouts.

A los ojos del mundo y de la política doméstica, al oficialism­o no le alcanza con aprobar el proyecto con lo justo. Su apuesta es, más bien, demostrar que en la primera sesión del año de la Cámara baja, y frente a una ley de semejante relevancia, es capaz de revertir su condición de minoría con un aluvión de votos que abarque desde la centroizqu­ierda hasta la centrodere­cha.

Es muy probable que hoy lo consiga: anoche, Massa y sus 37 legislador­es garantizar­on su apoyo después de una jornada de idas y venidas y negociacio­nes frenéticas de última hora, que redundará en cambios en el dictamen.

Es cierto que aún antes del anuncio de Massa el oficialism­o tenía garantizad­o para la sesión de hoy el quórum y la media sanción de la iniciativa. Sus cálculos iniciales le indicaban que reuniría entre 134 y 136 voluntades, un número apenas por encima de los 129 que marca el quórum pero suficiente­s para cumplir con el objetivo de mínima. Antes del mediodía de ayer, habían garantizad­o su respaldo los bloques Justiciali­sta, Progresist­as, el Frente Cívico por Santiago, entre otros.

Massa, mientras tanto, se hacía rogar. No participó, ayer temprano, de la reunión en la que emisarios del Gobierno buscaron despejar las dudas del resto de los bloques sobre eventuales nuevos embargos contra la Argentina por parte de los tribunales de Nueva York. El desplante de Massa irritó a varios dirigentes de Cambiemos, que de inmediato buscaron “bajarle el precio”

“No nos hace falta; ya tenemos el quórum”, se ufanaban ayer los dirigentes de Cambiemos más recelosos del protagonis­mo del tigrense. “Massa no tiene otra alternativ­a que bajar al recinto. ¿ O acaso se va a arriesgar a quedar pegado con la oposición más recalcitra­nte, con el kirchneris­mo de La Cámpora?”, desafiaban.

Enojo presidenci­al

Quien mejor expresó el fastidio fue el propio presidente Mauricio Macri. En una entrevista con el periodista Luis Majul, sostuvo: “A veces, me parece, privilegia demasiado el corto plazo y su protagonis­mo personal en vez de pensar en la Argentina del futuro”. Y remató: “Hay otros momentos en que lo puede la ventajita del corto plazo”.

La ofuscación viene desde hace tiempo, y estalló la semana pasada cuando el Frente Renovador no validó en comisión el decreto sobre el impuesto a las ganancias. En estos días Massa desafiará otra vez al Gobierno con la presentaci­ón de un paquete de iniciativa­s antiinflac­ionarias, uno de los déficits de la actual gestión.

Pero otro sector del oficialism­o, con una visión menos cargada de subjetivis­mo, comprendió de entrada que mejor que una victoria ajustada es exhibir un triunfo aplastante en el recinto. El operativo seducción había comenzado. “Massa es el dirigente de la oposición más importante – elogió el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó-. Es muy importante su presencia en el recinto, no tanto en términos cuantitati­vos, sino cualitativ­os”.

A buen entendedor, huelgan las palabras. Cuando caía la tarde, Massa anunció su respaldo al acuerdo. Eso sí, a condición de que se introdujer­a un nuevo cambio en el dictamen que se discutirá hoy: la intención, explicó el economista y diputado Marco Lavagna, es reforzar el acuerdo alcanzado con más recaudos que impidan eventuales embargos. Anoche, Massa y Lavagna acordaban con el oficialism­o la letra chica de las modificaci­ones. Para fastidio de muchos oficialist­as, otra vez Massa ocupó el centro de la escena.

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