El apartamiento de la fiscal Fein
Es de esperar que la decisión de la jueza Palmaghini de reasumir la instrucción de la causa Nisman permita evitar que se consagre la impunidad
La investigación de la muerte del fiscal Alberto Nisman debería tomar un giro tras el apartamiento de la fiscal Viviana Fein, quien estaba a cargo de la instrucción de la causa, por parte de la jueza Fabiana Palmaghini.
El 18 de enero último, alrededor de las 22, se tomó conocimiento de que en el interior de la vivienda donde vivía se encontraba el cuerpo sin vida de Nisman, quien encontró la muerte de un disparo en la cabeza. La fiscal de turno arribó muy tarde al lugar del hecho, toda vez que llegó pasada la 1 de la madrugada. En ese ínterin, el domicilio estuvo invadido de personal de la Policía Federal y de la Prefectura Naval Argentina.
La presencia de la fiscal Fein en nada contribuyó a ordenar un escenario de descontrol para preservar posibles evidencias o elementos de prueba dentro del departamento, como se pudo observar en imágenes fílmicas que tomaron estado público.
A partir de entonces la investigación quedó en cabeza de la fiscal Fein, quien desde un comienzo cometió innumerables yerros tanto procesales como mediáticos, resultando imborrable su lamento por no haber encontrado restos de pólvora en las manos del fiscal Nisman, que la mostraba encolumnada detrás de una excluyente hipótesis de suicidio, en sintonía con expresiones similares de funcionarios gubernamentales de entonces.
La sociedad argentina y la comunidad internacional fueron sacudidas y conmovidas con la muerte del fiscal Nisman pocos días después de que hubiera denunciado a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, y pocas horas antes de concurrir al Congreso Nacional a exponer los pormenores de esa presentación por el posible delito de encubrimiento a partir de las negociaciones y firma del Memorándum de Entendimiento con la República Islámica de Irán.
Frente al caso que le tocaba investigar, la actitud de la fiscal Fein no evidenciaba comprensión de la gravedad del hecho que conmocionaba al mundo. La procuradora general de la Nación, Alejandra Gils Carbó, tampoco adoptó medida alguna tendiente a redoblar los recursos humanos en aras de esa pesquisa. A fin de cuentas, la muerte de Nisman no podía ni puede escindirse de su rol y actuación como magistrado del Ministerio Público Fiscal.
En más de una oportunidad en que la fiscal Fein se topó con alguna prueba que desvanecía la hipótesis del suicidio, realizaba una contraprueba para tratar de debilitar ese panorama o sembrar dudas. Los fiscales deben actuar con objetividad, pero no deben poner más celo que el que desarrollaría un defensor; de lo contrario se alterarían los roles y la sociedad se quedaría huérfana de quien proteja sus intereses generales, que no son otros que la búsqueda de la verdad, que en este caso pasa por determinar si la muerte del fiscal Nisman obedeció a la intervención dolosa de otro u otros individuos para someterlos a la Justicia y perseguir su castigo, toda vez que el suicidio libre de una persona no constituye delito.
Recientemente, las querellas que representan a las hijas y a la madre del fiscal Nisman han pedido que la causa pasara a la justicia federal. Argumentan que su muerte se trató de un homicidio a raíz de su cargo y como consecuencia de su actividad profesional. La fiscal Fein no sólo se opuso, sino que además decidió paralizar la investigación hasta que aquellos planteos se resolvieran.
La jueza Palmaghini decidió ahora reasumir la investigación al manifestar que resultaba improcedente esa decisión de la fiscal Fein. Dispuso medio centenar de medidas de prueba y tiene pendientes de resolución los pedidos de incompetencia.
Es evidente que la investigación de la muerte de Nisman no resultaba una tarea sencilla. Mucho menos a partir de la actitud cansina y sesgada de la fiscal, para quien todo hubiera sido más fácil si hubiera encontrado pólvora en las manos de su colega. Viviana Fein no actuó con la diligencia ni con la celeridad que el caso institucional le imponía y fundamentalmente llegó tarde a su cita con la historia. Si Nisman fue asesinado por ser el fiscal que investigaba el atentado contra la AMIA y por la denuncia que hizo pocos días antes por el Memorándum con Irán, nos encontraríamos en presencia de un magnicidio institucional. Para develar este trascendente interrogante, la Justicia deberá exhibir la responsabilidad institucional que tan delicado crimen le demanda.
Es de esperar que la reasunción de la dirección de la investigación que dispuso la jueza Palmaghini permita enderezar la causa, brindar a los deudos de Nisman una respuesta acerca de cómo y por qué murió y disipar la muy desagradable sensación de que en otro episodio terrible vuelva a imperar la impunidad.
Si el fiscal Nisman murió por el disparo intencional de una tercera persona, ese crimen no puede quedar impune, porque de lo contrario sus efectos serán también letales para la justicia independiente y así los valores de la vida y el imperio de la ley se desvanecerán en perjuicio de todos.