Demanda de cambios educativos
En un clima cargado de expectativas de cambio en la enseñanza se observan reclamos fundados de distinta naturaleza, que apuntan principalmente a resolver necesidades prioritarias que afectan al nivel medio de nuestro sistema educativo. Es menester obrar ante la ingrata realidad de las generaciones calificadas como “ni-ni” (ni estudian, ni trabajan), que han dejado una estela de repitencia y deserción escolar, a pesar de la vigencia de la ley nacional de educación, que establece la obligatoriedad del cumplimiento de la escuela secundaria. La lógica aspiración consecuente se concretaría en ofrecer una formación que capacite y motive a los adolescentes hacia la actividad laboral.
Los resultados de los exámenes destinados a evaluar el nivel de calidad de los aprendizajes en nuestras esuelas han sido desalentadores, como se ha comprobado a través de las distintas pruebas nacionales o internacionales que se fueron escalonando. Ese déficit de calidad verificado en América y en países de otros continentes ha llevado a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) a analizar las políticas educativas puestas en marcha entre 2008 y 2014. Se pudo establecer así que en el 30% de los nuevos objetivos propuestos se busca lograr una mejor formación para el trabajo, especialmente de carácter técnico y tecnológico, en tanto que en un 24% predominó el propósito de alcanzar más alta calidad en los aprendizajes. Se advierte, por lo tanto, que los objetivos mediatos que se han planteado son diversos, si bien lo técnico-tecnológico y lo cualitativo no son propuestas que necesariamente se contradigan entre sí.
Este cuadro de la situación educativa, que compromete hoy a numerosas naciones del mundo y, particularmente, a los países en vías de desarrollo, permite apreciar hacia dónde se canalizan los proyectos educativos más relevantes de países que, como el nuestro, reclaman cambios significativos para ofrecer una educación que beneficie a los alumnos y los promueva hacia una capacitación de calidad para acceder a destinos de trabajo productivo o de estudios superiores, lejos del abandono y la deserción y dotados de la necesaria competencia para encarar el futuro.