Independiente, a la final de la Liguilla pre-Libertadores: goleó 4-1 a Belgrano
Los Rojos perdían 1-0 por el gol de Márquez, pero los tantos de Vera (dos), Benítez y Cristian Rodríguez dieron vuelta el marcador; definirán el pasaje al principal torneo continental en una final frente a Racing o Estudiantes
El entusiasmo y el fervor suelen encender muchas noches de fútbol. Pero también la aparente frialdad de una estrategia puede llevar al triunfo sin sobresaltos. Independiente eligió ese camino y desnudó a un Belgrano que en los primeros minutos había lucido como un conjunto sólido, equilibrado. El 4-1 final puede parecer excesivo, pero los Rojos encontraron los goles en los momentos justos: el segundo, una joya de Martín Benítez, fue un cross en la mandíbula de los cordobeses, que ya no supieron cómo recuperarse.
Al comienzo no hubo noticias del equipo de gala de Pellegrino. Independiente, desordenado y descalibrado, fracasaba en la mitad de la cancha. Tenía demasiados intérpretes de buen pie (Mancuello, Rodríguez, Benítez), pero se superponían entre sí. En lugar de escalonarse y ocupar todo el campo, los Rojos se comprimían. Intentaban, sí, pero se exponían a que Belgrano encontrara un contragolpe.
Alcanzó un error de Cuesta en la salida para que los cordobeses facturaran en la red. Rigoni encontró la pelota y manejó la jugada hasta el arco de Diego Rodríguez. Al ingresar al área, Márquez, mejor perfilado, tomó la pelota y la ubicó contra el palo izquierdo del arquero. Era un sopapo para Independiente. O se despertaba o la iba a pasar mal.
El gol hizo de revulsivo. Saberse en desventaja azuzó a los Rojos, que comprendieron, de golpe, la importancia del partido. Porque en la final puede estar Racing, el rival de siempre. Porque en juego hay un pasaje a la Copa Libertadores, el torneo que todos quieren ganar siempre.
Pellegrino ensayó cambios posicionales (Mancuello a la izquierda, Benítez a la derecha), Ortiz comenzó a manejar los hilos de la mitad de la cancha e Independiente carburó. Encontró el gol del empate porque Méndez peleó con Barrios y la pelota derivó en un centro para Vera, el del área. El uruguayo cabeceó. Apareció Olave. En el rebote, el delantero convirtió.
Antes del descanso, Independiente sufrió por la salida de Mancuello, que no pudo recuperarse de un golpe con Barrios. Ingresó Pisano y la estructura no se resintió. Al contrario, los Rojos mantuvieron la prolijidad. Y, sobre todo, la seguridad en sí mismos.
En el segundo tiempo, Independiente edificó una goleada impensada. Porque Belgrano siguió agazapado y listo para el contragolpe, con Zelarayán, tan experto en gambetas como en pases filtrados, como maestro de ceremonias. Incluso sin dar seguridades en defensa, Independiente se las ingenió para lastimar a su rival.
Lo hizo, casi, de carambola. Porque Pisano encontró a Benítez como extremo izquierdo. El pequeño delantero encaró, se metió en el área y dibujó una definición exquisita, al segundo palo, por encima de Olave. El Libertadores de América estalló, a esa altura, seguro de que el partido no se le escapaba. Y de que sólo lo separaba la llave final para regresar a la Libertadores.
El festejo alocado de los hinchas rojos creció con el tercer gol, obra de Diego Vera luego de recibir un preciso pase de Benítez. El uruguayo amagó para un lado y fue para el otro. El arquero cordobés quedó desparramado en el piso. La defensa miraba. Fue la imagen de la noche. Belgrano, que comenzó seguro de sí mismo, besó la lona. El gol del uruguayo Rodríguez fue el corolario de una noche teñida de rojo.