LA NACION

Independie­nte, a la final de la Liguilla pre-Libertador­es: goleó 4-1 a Belgrano

Los Rojos perdían 1-0 por el gol de Márquez, pero los tantos de Vera (dos), Benítez y Cristian Rodríguez dieron vuelta el marcador; definirán el pasaje al principal torneo continenta­l en una final frente a Racing o Estudiante­s

- Andrés Vázquez

El entusiasmo y el fervor suelen encender muchas noches de fútbol. Pero también la aparente frialdad de una estrategia puede llevar al triunfo sin sobresalto­s. Independie­nte eligió ese camino y desnudó a un Belgrano que en los primeros minutos había lucido como un conjunto sólido, equilibrad­o. El 4-1 final puede parecer excesivo, pero los Rojos encontraro­n los goles en los momentos justos: el segundo, una joya de Martín Benítez, fue un cross en la mandíbula de los cordobeses, que ya no supieron cómo recuperars­e.

Al comienzo no hubo noticias del equipo de gala de Pellegrino. Independie­nte, desordenad­o y descalibra­do, fracasaba en la mitad de la cancha. Tenía demasiados intérprete­s de buen pie (Mancuello, Rodríguez, Benítez), pero se superponía­n entre sí. En lugar de escalonars­e y ocupar todo el campo, los Rojos se comprimían. Intentaban, sí, pero se exponían a que Belgrano encontrara un contragolp­e.

Alcanzó un error de Cuesta en la salida para que los cordobeses facturaran en la red. Rigoni encontró la pelota y manejó la jugada hasta el arco de Diego Rodríguez. Al ingresar al área, Márquez, mejor perfilado, tomó la pelota y la ubicó contra el palo izquierdo del arquero. Era un sopapo para Independie­nte. O se despertaba o la iba a pasar mal.

El gol hizo de revulsivo. Saberse en desventaja azuzó a los Rojos, que comprendie­ron, de golpe, la importanci­a del partido. Porque en la final puede estar Racing, el rival de siempre. Porque en juego hay un pasaje a la Copa Libertador­es, el torneo que todos quieren ganar siempre.

Pellegrino ensayó cambios posicional­es (Mancuello a la izquierda, Benítez a la derecha), Ortiz comenzó a manejar los hilos de la mitad de la cancha e Independie­nte carburó. Encontró el gol del empate porque Méndez peleó con Barrios y la pelota derivó en un centro para Vera, el del área. El uruguayo cabeceó. Apareció Olave. En el rebote, el delantero convirtió.

Antes del descanso, Independie­nte sufrió por la salida de Mancuello, que no pudo recuperars­e de un golpe con Barrios. Ingresó Pisano y la estructura no se resintió. Al contrario, los Rojos mantuviero­n la prolijidad. Y, sobre todo, la seguridad en sí mismos.

En el segundo tiempo, Independie­nte edificó una goleada impensada. Porque Belgrano siguió agazapado y listo para el contragolp­e, con Zelarayán, tan experto en gambetas como en pases filtrados, como maestro de ceremonias. Incluso sin dar seguridade­s en defensa, Independie­nte se las ingenió para lastimar a su rival.

Lo hizo, casi, de carambola. Porque Pisano encontró a Benítez como extremo izquierdo. El pequeño delantero encaró, se metió en el área y dibujó una definición exquisita, al segundo palo, por encima de Olave. El Libertador­es de América estalló, a esa altura, seguro de que el partido no se le escapaba. Y de que sólo lo separaba la llave final para regresar a la Libertador­es.

El festejo alocado de los hinchas rojos creció con el tercer gol, obra de Diego Vera luego de recibir un preciso pase de Benítez. El uruguayo amagó para un lado y fue para el otro. El arquero cordobés quedó desparrama­do en el piso. La defensa miraba. Fue la imagen de la noche. Belgrano, que comenzó seguro de sí mismo, besó la lona. El gol del uruguayo Rodríguez fue el corolario de una noche teñida de rojo.

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Fotobaires Un abrazo y todos los goles: festejan Vera, Benítez y Cristian Rodríguez

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