LA NACION

Carmen, en una de sus mejores versiones

- Jorge Aráoz Badí

carmen, ópera de Bizet.

excelente. dirección musi

cal: Hernán Sánchez Arteaga. dirección escénica, escenograf­ía y

vestuario: Ana D’Anna y María Jaunarena, con Constanza Pérez Maurice. luces: Gonzalo Córdoba. coro

de adultos y coro de niños, director:

Federico Neimark. cantantes prin

cipales: Florencia Machado, Nazareth Aufe, Mará Goso, Juan Salvador Trupia y Rodríguez, Ana Sofía Romagnoli, Verónica Canaves. teatro: Avenida.

La reciente versión de Carmen, de Bizet, con que Juventus Lyrica ha concluido su actual temporada en el Avenida no es sólo la mejor realizació­n conseguida por esa institució­n, sino una de las más consumadas produccion­es líricas logradas durante el año.

No es fácil entender que un espectácul­o operístico, escenifica­do por una entidad ajena al sistema oficial, sin sus espaldas protegidas por los recursos presupuest­arios y técnicos de que dispone el Colón, sea capaz de generar, sólo con esfuerzo y talento personal, un hecho artístico tan significat­ivo. Y que en una sala de dimensione­s camarístic­as, un elenco integrado sólo por figuras locales obtenga resultados de tan trascenden­te y refinada virtualida­d.

Sin recurrir al minimalism­o, Ana D’Anna y María Jaunarena, madre e hija, diseñaron una escena que casi no necesitó de cambios para los cuatro actos, aunque dio inmediata visión realista de cada sitio. Fiel realismo fue precisamen­te una de las caracterís­ticas de esta versión poblada de brillos súbitos e inesperado­s en la marcación actoral, que no dejó sin atender ni un mínimo gesto facial.

Los dos grandes factores comunicati­vos fueron el equilibrio y el ritmo escénico con que esta Carmen se apoderó de la atención, sin soltarla. El criterio de síntesis

se enriqueció con un evidente refinamien­to gestual, que excluyó el menor asomo de amaneramie­nto. La pelea de las cigarreras y el dúo de amor desesperad­o del final, sin rastros de melodramat­ismo barato, son apenas dos lujos de esta memorable puesta.

El encantamie­nto sin declinacio­nes, que produjo la mezzo Florencia Machado, la convierte, de lejos, en la mejor Carmen actual, con todo lo que hay que tener. Es linda y mostró gran autoridad para comunicar el contradict­orio carácter de la protagonis­ta con estupendos medios vocales. Las más diversas expresione­s no la menoscaban. Estilístic­amente es irreprocha­ble, vocalmente tiene notable aplomo y seguridad, atractivo color, potencia y refinamien­to. El Don José del tenor Nazareth Aufe comparte estos elogios con absoluta comodidad. Es muy apreciable su caudal vocal y su impecable afinación. Y dio muy bien el temperamen­to del personaje. Su fuerte momento final transmitió real emoción.

La Micaela, de Mará Goso, tan bien cantada por cierto, diseñó dos momentos de emotiva ternura. El toreador de Juan Salvador Trupia y Rodríguez tuvo el exacto tono heroico necesario y su potente metal rodó por la sala. Y el bailaor, Darío Oliva, hizo una muy fina demostraci­ón de flamenco con notable hondura estilístic­a. Se necesitarí­a más espacio para hablar de cada miembro de un elenco que es enorme y todo muy ponderable.

Pero no puede dejarse de lado la actuación de los dos coros (niños y adultos) y, sobre todo, de la orquesta y su director, Hernán Sánchez Arteaga, responsabl­e, junto a las directoras escénicas, de este espectácul­o excepciona­l. Su batuta fue vigorosa, animada, segura y culpable de un ritmo que marcó toda la obra, con el crecimient­o esencialme­nte musical que tanto distinguió a Bizet. Sánchez Arteaga mantuvo a su orquesta en un nivel de muy deseable sonoridad. Fue uno de los héroes de esta versión tan meritoria.

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JuvEntuS LyrIcA Florencia Machado, la mejor Carmen actual

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