La Iglesia y la mujer
Las declaraciones del cardenal Leonardo Sandri con relación al lugar que la Iglesia debería dar a las mujeres deberían alegrarme. Pero lamento el fundamento que da el purpurado: “Porque el papel de las mujeres en el mundo ha aumentado”. ¿El fundamento bíblico y doctrinario no les decía de la esencial dignidad humana de la mujer, en paridad con el varón? ¿Tampoco se hicieron eco de los “signos de los tiempos”, a los que se referían el papa Juan XXIII y el propio Concilio Vaticano II? No se trata sólo de dar mayor importancia al rol de las mujeres, sino de reconocer la esencial dignidad y vocación de la mujer en la Iglesia y en el mundo, tal como lo enuncia la antropología cristiana; de que los documentos del Magisterio no queden en letra muerta, sino que movilicen las conciencias, en una Iglesia con excesivo rostro de varón. Pero el cambio debe empezar por las propias mujeres. Recuerdo haber leído una vez una invitación para conmemorar el Día Internacional de la Mujer en una asociación religiosa cristiana, en la que se anunciaba que se comentaría un documento que “habla de nosotras”. ése es el problema. No se trata de que hablen de nosotras, sino de que dejen hablar a las mujeres. Que nos escuchen. Lo cual es válido tanto para las mujeres laicas como para las religiosas. No sólo debemos orar por el futuro papa y por la Iglesia. También debemos expresar nuestras ideas.