LA NACION

Los dulces que nacieron en un garaje de Belgrano

- Luján Scarpinell­i

Nucha, el nombre escrito con rojo en imprenta minúscula, pertenece a una mujer. Regina Vaena –“Reginucha”, en la infancia–, no sólo dio su identidad a una repostería. También la dotó de una historia. Impensada, por cierto, en tiempos de su juventud, cuando destinaba sus horas a las libros de química. Lejos de esa ciencia, la pastelería se fue constituye­ndo como un pasatiempo. El tiempo, su matrimonio y sus tres hijos, hicieron que Nucha cambiara las fórmulas por recetas. A fines de los ‘70, una amiga hizo el primer encargo para vender sus tortas en su confitería. El pedido tenía una explicació­n: Regina hacía gala con sus dulces en kermeses, ferias de platos y otros eventos que organizaba­n sus hijos con el fin de recaudar dinero para viajes escolares.

La fama de buena repostera, estudiosa de esta rama gastronómi­ca, se convenció de que si podía elaborar tortas para un negocio ajeno, también podría hacerlo para el propio. Y la cocina de la casa ubicada sobre la calle O’Higgins cobró la dinámica de un taller. Nucha no esperó que los clientes golpearan a la puerta; los fue a buscar en los cafés de Belgrano, con porciones de torta. Logró tentarlos con una de sus especialid­ades, aún vigente: la torta “africana”, chocolatos­a, húmeda y cubierta de cacao. No falló. Años más tarde, la puerta del garaje se abrió para los vecinos. En 1989, la inflación galopaba en el país. Sin embargo, ese fue el año en el que Nucha –el negocio– empezó a tomar forma con un mostrador y una heladera. Los menores de la casa, Ariel, Galia y Javier Ickowicz, colaboraba­n en la naciente empresa, aunque el paso de los años y la elección de distintos caminos dejó en manos del último la pata comercial. El siguiente paso adelante fue, paradójica­mente, en otro mal momento: en 2001, el primer local de Nucha se inauguró en la esquina de O’Higgins y Zabala. Al año siguiente se abrió una pequeña fábrica, que, en 2006 se trasladó a las instalacio­nes actuales. Allí, sobre la calle Paz Soldán, Nucha sigue ideando nuevas tentacione­s. Un libro de recetas, 200 empleados, ocho locales y una pronta expansión al interior forman parte de la conquista esta mujer de 70 años que sigue propagando dulzura. ß

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