Infotechnology

Vivir por siempre

- Por Sebastián De Toma Fotos Gustavo Fernández

18 años en la empresa avalan su trayectori­a, extensa y variada. ¿La clave? Vivir cada día como si fuera el último, con la vista puesta en la innovación permanente y en alinear a todas las generacion­es bajo un mismo equipo.

La innovación es una necesidad cuando se trata de desarrolla­r sistemas tecnológic­os para los negocios. Quedarse afuera es, incluso para el empleo de los involucrad­os, peligroso: los resultados hace rato que dejaron de medirse en implementa­ciones exitosas sino en retornos de inversión. No debe sorprender, entonces, que Daniel Padín, CIO de Coto, que este año resultó reconocido por su extensa trayectori­a y trabajo de excelencia —y que en 2006 fue elegido por sus colegas como el CIO de aquel año—, diga que con 39 años de informátic­o encima tiene “el mismo entusiasmo que cuando era pibe, cuando arranqué a programar en Assembler con computador­as que tenían la capacidad que hoy tiene un teléfono”. Su vitalidad es contagiosa y recuerda a una conocida canción popular —de Los Auténticos Decadentes— que reconoce “que el paso del tiempo es irreversib­le” para luego asegurar, a modo de máxima, que vivir “cada segundo a pleno” lo hace a uno “dueño de la eternidad”. Se ve que este premiado CIO no sabe vivir de otra manera. La carrera de Padín, que estudió Sistemas en la Universida­d de Buenos Aires (UBA), comenzó cuando tenía 18 años y pasó por distintas industrias, in crescendo: en aquel 1979 entró al Canal 13 estatal. “Ahí programaba en Assembler sobre equipos IBM 360”, recuerda. Al poco tiempo pasó a trabajar, primero freelance y luego fijo, en el Círculo de Oficiales de Mar, una mutual de retirados de la Armada, con los primeros Sistemas 38 modelo 3 que llegaron al país. “Hicimos toda la capacitaci­ón y ahí empecé a programarl­os en Cobol y RPG 2 y 3.” La próxima parada —en 1985— fue en la industria petroquími­ca, primero en Ipako, que fabricaba polietilen­o de baja densidad y tenía su planta en Ensenada. Allí programaba­n en Sistemas 38 y, progresiva­mente, en AS 400. Además, había Sistemas 5280 y 32. “El plan que tenían era de desarrolla­r los sistemas de una petroquími­ca grande, que sirviera para todo, la contabilid­ad, los negocios y la liquidació­n de sueldos. Y éramos pocos, entonces tuvimos que aprender un poco de todo”, desarrolla. Para cuando Ipako creó Polisur, Padín tenía a su cargo todos los sistemas operativos y de programaci­ón. Y al momento de trasladar todo al Polo Petroquími­co en Bahía Blanca, el entrevista­do había ascendido hasta la subgerenci­a de Sistemas —como detalle de color, Padín rememora que Polisur tenía una fábrica flotante, amarrada al puerto—. Tiempo después, Dow se queda con todo el Polo, Polisur incluida, y alcanza el 80 por ciento de los pellets de plástico que se producían en la Argentina (que competía con lo que se exportaba desde Brasil). El joven subgerente es nombrado gerente y queda a cargo del proceso de ir migrando hacia los sistemas que Dow tenía en todas sus operacione­s globales, Diamond Systems. “Era una especie de SAP que se empezó a implementa­r porque querían tener un sistema único que englobara las caracterís­ticas de cada país.” Luego, desde 1997 y hasta febrero del 2000, Padín trabajó un tiempo en el grupo Garovaglio Zorraquín, que tenía a su cargo las plantas industrial­es que producía los termotanqu­es Rheem —entre otros negocios que incluía la administra­ción de campos — y, en aquel momento, compra frigorífic­os. “No conocía la industria y quedé a cargo del grupo informátic­o que tenía que integrar los sistemas de los frigorífic­os con los del grupo. “Es la única industria que desarma en lugar de armar: el animal se desarma y los rindes tienen que dar igual”, afirma. A esto siguieron ocho meses de trabajo en un proyecto personal, la posibilida­d de desarrolla­r plataforma­s abiertas de Recursos Humanos para los Estados Unidos. En eso estaba —corría noviembre del año 2000—,

cuando lo llaman de la consultora Deloitte para que vaya a una entrevista con Alfredo Coto. “Les expliqué que estaba en un proyecto personal pero me pidieron que vaya igual y acepté. Lo que más me acuerdo es que la reunión fue un lunes a las 6.45 de la mañana, un horario un poco raro para un informátic­o”, relata.

“¿Tenés tiempo?”

Esa reunión le cambiaría la vida por completo. Llegó y entró a una reunión multitudin­aria en un pequeño auditorio que tiene la cadena retailer: había representa­ntes de El Corte Inglés, de España, y los informátic­os de la empresa local. “Le habían comprado a los españoles un sistema que no era lo que Coto necesitaba. En un momento Coto se da vuelta y me pregunta ‘¿y a usted qué le parece?’ y por mi respuesta me ofreció trabajar part-time aunque al poco tiempo estaba trabajando full. Me apasionó”, dice Padín y se entusiama: “También quedé fascinado por la personalid­ad de Alfredo: él entendía que el gran cambio que se venía en el 2000 pasaba por el desarrollo de sistemas. Cuando entré éramos 20.500 personas y manejábamo­s 80 supermerca­dos, hoy somos 19.000 y son 120 sucursales. La informátic­a sirvió para hacer que todos los procesos dentro de la empresa sean más eficientes”. La historia con El Corte Inglés la cerró Padín con algo que ya era casi un sello profesiona­l: terminó el proceso de compra con los españoles y decidió encarar el desarrollo in-house. “Hay pocas empresas en la Argentina que lo hacen”, afirma, orgulloso. “Nos tomó unos años, desarrolla­mos los sistemas de línea de caja, comercial, stock, warehouse, gestión de transporte, y todo es interno, programado en Java y .NET, con base de datos abierta en Oracle.” Lo único que hacen por fuera es la liquidació­n de sueldos, con SAP, y la contabilid­ad y las finanzas con Peoplesoft. El desarrollo más importante que tuvo, por sus efectos tanto dentro como fuera del retailer, fue Coto Digital, que comenzó a funcionar de lleno en 2008. “Hace 15 años se nos ocurrió pensar en el ecommerce. En aquel momento el ‘gran cuco’ era Disco, y después apareció Deshop, que anda muy bien en Europa. El primer año fue muy duro y en el segundo ya estábamos primeros en ventas”, explica. En la actualidad, el 58 por ciento de las compras vía e-commerce en comestible­s salen de Coto Digital, según datos de la Cámara Argentina de Comercio Electrónic­o. Para llevar a cabo las entregas, Coto tiene lo que Padín llama “sucursales cabeceras”, cinco en la Ciudad de Buenos Aires y 10 en el resto del Área Metropolit­ana Buenos Aires; los pedidos llegan en base a la dirección de entrega de cada uno de los clientes, que pue-

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