INFORME ESPECIAL
Ya hay 8.400 millones de dispositivos conectados y, sin embargo, aún no se ha impuesto un estándar para desarrollar soluciones de IOT. Hoy, los esquemas similares al de las telco han picado en punta, pero hay otros dos —Lora y Sigfox— que buscan dar pelea
Un estándar de las cosas
El hype de la Internet de las cosas en ocasiones produce que algunas cuestiones que a simple vista no parecen centrales pasen desapercibidas. Una de ellas es todo lo relacionado con los distintos estándares que existen por sobre los que pueden correr las señales que conectan a los dispositivos entre ellos: sí, después de todo son aparatos conectados pero no, no necesariamente operan sobre una conexión “tradicional”. En este sentido, la falta de estándares (o un estándar único) constituye una barrera al momento de pensar en la adopción masiva de esta tecnología por parte del mercado. Por eso, todos los participantes de este mercado están buscando, con ahínco, estandarizar sus soluciones (y traer agua para su molino, como se verá) para así lograr una mayor rentabilidad que la actual. No es un tema menor: Gartner indicó que cuando finalizó el 2017 había un total de 8.400 millones de dispositivos conectados, un 31 por ciento más que en 2016. De hecho, la misma consultora señala que en 2020 el 95 por ciento de los nuevos diseños de dispositivos estarán conectados de alguna manera, lo que convierte a la estandarización en una necesidad absoluta, junto con los desafíos de seguridad que esto implica, según la fuente mencionada. El negocio de los videos terminó de madurar cuando el VHS se impuso sobre Betamax; y lo mismo pasó con las comunicaciones móviles cuando el GSM hizo lo propio sobre el CDMA en (casi) todo el mundo.
Redes tradicionales
En este sentido, hay dos iniciativas centrales: por un lado, en 2016 los miembros de la 3GPP, organización dedicada a los estándares de telefonía móvil, acordaron darles luz verde a dos especificaciones para versiones de LTE (Long Term Evolution, en inglés, más conocido por su versión comercial, 4G) para dispositivos de baja potencia, que se llaman M1 y NB1. Están pensadas especialmente para la internet de las cosas y por ello ambas son más lentas que las conexiones de datos tradicionales pero, a su vez, requieren menos energía. Por lo tanto, son muy útiles para objetos pequeños que operan con baterías, como los sensores. El modelo de negocios es similar al de los smarpthones: las empresas proveedoras venden el equipamiento y además cobran por la transmisión de datos. En este sentido, fuentes de Telecom indican que están utilizando LTE NB, dado que “es una tecnología aprobada por el 3GPP y es compatible con redes LTE existentes”. Además, se utilizan frecuencias licenciadas por los organismos públicos “garantizando el servicio y la calidad de las comunicaciones”. Como ejemplo de implementación mencionan múltiples iniciativas para empresas agropecuarias, que “se suman a los más de 1.500 dispositivos IOT para el agro que ya se encuentran activos en la plataforma”. Movistar está desplegando NB-IOT y LTE-M, “que son la evolución de LTE para IOT”, dice Gabriel Omar Pacheco, jefe de Consultoría de Soluciones Móviles de Movistar. “Se implementan sobre la red 4G existente, y desde su concepción fueron diseñadas para atender a las necesidades específicas de M2M/IOT: cobertura indoor —aun en profundidad—, dispositivos más económicos y consumo de batería reducido”, explica. “LTE-M se utilizará para aplicaciones que requieran movilidad, transmisión de datos en tiempo real y/o necesiten soporte de
voz sobre LTE. Los ejemplos típicos son gestión de flotas, geolocalización, terminales para puntos de venta, etcétera. Mientras, NB-IOT permitirá la implementación de soluciones de IOT masivas, que no necesitan una transmisión continua de datos, pero requieren que las baterías duren varios años. Por ejemplo, medición de electricidad, agua y gas, seguimiento de cadena de frío y soluciones para agro.” Respecto de los principales usos de IOT en el país, Pacheco menciona que “las aplicaciones principales están relacionadas con las alarmas domiciliarias y las distintas soluciones de localización, pero también observamos una demanda en el desarrollo de aplicaciones de nicho para el agro o en los medios de pago electrónicos que van a acelerar el crecimiento”.
Los otros
Por otro lado, están Sigfox y Lora, los dos mayores competidores dentro de lo que son las redes de bajo poder y amplio espectro (LPWAN, por su sigla en inglés). Si bien cada uno de estos tienen diferentes modelos de negocios, y la tecnología detrás es bien diferente, los objetivos son similares: que los operadores móviles adopten el estándar para desarrollos a gran escala. En el caso de Lora, se trata de un estándar patentado para transmisiones inalámbricas de largo alcance. Si bien fue desarrollado por la empresa de tecnología en telecomunicaciones Semtech, ahora es administrada por “Alianza Lora”, una organización sin fines de lucro que reúne más de 500 empresas y permite el uso del estándar por parte de cualquier interesado siempre que obtenga una certificación por parte de la alianza. El protocolo de uso más conocido desarrollado sobre Lora es LORAWAN (Red de área amplia y baja potencia, en inglés) y funciona bajo una licencia de código abierto. En los Estados Unidos, en mayo de este año Comcast anunció —junto a Semtech— que la red ya estaba disponible en diez ciudades del país del Norte. El negocio en este caso es siempre para Semtech, la única empresa que fabrica los dispositivos o alguna de las partes que fabrican otros. Así que, si bien el ecosistema es muy abierto y cualquiera puede bajarse las especificaciones y unirse a la alianza Lora, siempre se está atado a un proveedor de hardware único. Toda la apertura de Lora WAN, irónicamente, es lo que la retrasa: como no es desarrollada por una única compañía, la estrategia está retrasada frente a la agresividad de Sigfox. Una particularidad de la alianza es que viene discutiendo la posibilidad de que las redes puedan intercomunicarse entre sí, sean públicas (de las telcos) o privadas (de una empresa con desarrollos IOT en particular). Sigfox, mientras tanto, es una compañía francesa que provee redes IOT y quiere convertirse en un jugador global de este ecosistema. Se trata de una tecnología Ultra-narrowband que funciona con frecuencia sub-ghz; los mensajes se envían a un backend propietario que maneja la transferencia de los mismos. Hasta el mes pasado, la red llega a más de 50 países (que incluyen varios territorios de ultramar de Francia) y el despliegue se realiza a través de socios locales. En la Argentina, ese partner es el Grupo Datco. El modelo de negocios de Sigfox,
que levantó más de 300 millones desde 2009, es vertical y lo que se comercializa es la plataforma como servicio: la compañía es dueña de toda la tecnología de transmisión pero abierta en las puntas: o sea, Sigfox cobra un fee por su sistema y luego sus partners se ocupan del desarrollo de la solución end-to-end (y pagan el fee), con un hardware económico, por lo que el costo de aplicación es particularmente bajo. Esto es bien distinto al modelo al que apuntan las telcos “tradicionales” (los operadores de redes móviles, básicamente): prefiere cobrar por el servicio, a precios bajos, en lugar de también vender equipamiento caro. ¿Problemas? Dos: para usar una red Sigfox, siempre hay que tratar con ellos o sus partners —a diferencia de lo que sucede con Lora— y, además, solo una red Sigfox puede existir en cada lugar (es decir que hay que contratar un operador distinto para IOT). “Estamos compitiendo para cubrir el país lo más rápido posible y para empezar a avanzar en desarrollar el mercado”, indica Emmanuel Jaffrot, responsable del Proyecto IOT Sigfox del Grupo Datco, que tuvo un extenso paso previo por la gestión pública (2010-2015) como secretario técnico del plan “Argentina Conectada” que desarrolló la Red Federal de Fibra Óptica. “La ventaja de Sigfox, desde el lado de los clientes, es que no hay fee, sino que apunta a commoditizar la red; es decir, vendemos conectividad muy barata, que a lo sumo está en el orden de los US$ 5 por año por dispositivo.” Al momento tienen 30 por ciento del país cubierto y por el momento no venden conectividad sino que están realizando pruebas de concepto: proponen un paquete que sirva para probar y validar la solución. “Hemos encontrado mucho interés en el agro porque hoy, todavía, es muy difícil predecir enfermedades o temas climatológicos; conectando estaciones meteorológicas con sensores que miden la humedad en el campo podés optimizar el riego, la aplicación de agroquímicos, etcétera y esto te sirve para realizar predicciones sobre la cosecha.” La compañía de soluciones Pointer está
“Nos aventuramos a un desierto, un mercado que aún no sabe qué necesita.”
trabajando con redes celulares pero indican que buscan que sus dispositivos también funciones tanto con redes Lora como Sigfox, ya que “su ancho de banda y gasto de energía las hace súper prácticas”, según Martín López Ramos, gerente de Tecnología de la empresa. “Cuanto más grande es el ecosistema y más pequeña es la unidad de información a transmitir, más te conviene uno de estos estándares.”
Aplicación en el terreno
En Lojack, la empresa dedicada al recupero vehicular invirtió $100 millones para crear Strix, una plataforma que permite gestionar los diversos sistemas de seguridad de manera centralizada. “Con Strix es posible que cualquier persona pueda chequear desde el trabajo lo que está pasando en su casa, ver rápidamente si los chicos llegaron del colegio, ver cómo están manejando tus hijos cuando salen con amigos, incluso se ofrece una función de acompañamiento virtual para cuando estás llegando a tu casa”, detalló la firma al momento del lanzamiento. “Strix es la primera marca de Internet de las cosas de la Argentina que fue pensada para darles mayor bienestar a todas y cada una de las personas de una familia”, señaló Ramiro Martínez Casas, director comercial de la compañía, en aquel momento. Fernando Arrieta, CTO de Lojack, cuenta que eligieron montar la aplicación a través de la solución IOT de Claro Argentina en lugar de Lora. “Para este estándar necesito montar una red específica y adquirir dispositivos que se comuniquen. Son interesantes para proyectos de Smart cities, en una ciudad grande la inversión se amortiza y desarrollarlo tiene sentido. Pero cuando las cosas se mueven, esos protocolos tienen restricciones: la poca información que se puede mandar”, desarrolla. “Además, el costo para cubrir todo el territorio es demasiado grande. Analizamos la tecnología y en nuestro negocio no encontramos la manera de monetizarla correctamente. Por eso elegimos comunicación mobile, que no es la más apropiada en términos de consumo de energía pero tenés un despliegue en todo el país. Y hay que considerar que tanto autos como casas tienen sus propias fuentes de energía.” Respecto de los precios, Arrieta menciona que “las telcos ya han tomado nota y comercializan planes adaptados, también ya están apareciendo antenas LTE-M dedicadas a IOT y vamos a empezar a adquirir estos dispositivos. Es un sistema que permite conectarse pocas veces al día y donde no se puede cursar conexión de voz. Después tiene que ver con cuestiones estratégicas: bajo consumo va a permitir dispositivos más chicos y tener cada vez más cosas conectadas en la casa y el auto, lo que redunda en la sustentabilidad del ecosistema”. “Este año vimos cambios en el interés que generan los proyectos de IOT”, argumenta López Ramos. “Estaba todo muy estancado y la mentalidad estaba unificada en que, por ejemplo, el GPS solo sirve para recuperar dispositivos robados, pero resulta que ya se pueden obtener muchos más datos, interactuar con él, gestionarlo. Ahora se pueden utilizar los dispositivos y los datos que generan de manera más eficiente tanto para telemetría como para agregar valor, generando productividad y ahorros de costos.” A este respecto, que se termine de afianzar un estándar es fundamental para que el ecosistema cumpla —finalmente— todas las profecías que se hacen sobre IOT. Y, si bien el mobile es el que picó en punta, por lo maduro del mercado, los dos contendientes principales tienen un diferencial, sus costos más bajos. Pero, claro, la falta de interoperatividad y el aún incipiente despliegue son piedras en el camino. El tiempo dirá.