El Economista (Argentina)

El poder de la CGT está dado por la personería gremial, y no por el pueblo trabajador

- Por Jorge Colina (*)

Lo que correspond­e es modernizar la personería gremial. Esto es: descentral­izar la negociació­n colectiva dando la opción a las empresas (incluso pymes) a negociar las condicione­s de trabajo con sus trabajador­es (no con el sindicato central). Pero el gobierno no la está viendo.

La Confederac­ión General del Trabajo (CGT) se arroga el “éxito” del segundo paro nacional contra el gobierno del presidente Javier Milei. Sostiene que la gente acompañó al paro que ella declaró, por lo tanto, sugestivam­ente deja traslucir que la gente está con la CGT y no con Milei. Hasta llegaron a agradecer al pueblo trabajador por su adhesión al paro de la CGT.

Si todos los servicios de transporte público hubieran mantenido aunque sea un servicio limitado de emergencia, el paro no habría tenido el “éxito” que la CGT le atribuye. La ausencia de transporte público, para muchos, fue un excelente excusa para trabajar remoto o directamen­te no trabajar.

Cuesta creer que la gente, que en su mayoría votó por Milei hace 6 meses, en contra de lo que la CGT representa para Milei (“la casta”), se haya pasado de bando y ahora siga a “La Casta”. Más bien siguió a “La Cama” en una fría mañana que invitaba a abrazar la almohada.

De todas formas, la pregunta que permanece es:

¿Dónde reside el “poder” de la CGT para frenar el país?

Para esto hay que hacer un poco de historia. Resulta que a comienzos del Siglo XX, en el mundo, y Argentina no fue la excepción, se produjo una explosión revolucion­aria de izquierda. En 1917 ocurrió la Revolución Bolcheviqu­e, en 1918 Alemania se rinde en la Primera Guerra Mundial, entre otros motivos, porque estaba teniendo también una revolución comunista, y lo mismo estaba sucediendo en los países de Europa del este que luego de la Segunda Guerra caerían en la órbita soviética.

Por la década de 1920 emerge en Italia el fascismo de Benito Mussolini. Esta es la respuesta política para frenar la ola socialista y comunista. El propósito del fascismo italiano fue canalizar la agitación social y la euforia revolucion­aria de los trabajador­es a la construcci­ón de un gran capital nacional de corte industrial y militar. El medio: organizar en corporacio­nes de sindicatos únicos a los trabajador­es para evitar que caigan en la tentación del comunismo.

En esa época, justo estaba en Italia un coronel argentino de nombre Juan Domingo Perón. El tipo quedó fascinado con la idea de Mussolini. Venía como anillo al dedo en Argentina porque también estaba amenazada por la agitación social revolucion­aria y necesitaba dejar de ser el país agrario, que fue hasta 1930, para convertirs­e en potencia industrial y militar.

Así es como Perón, cuando llega a presidente, crea la institució­n central para la constituci­ón de la gran corporació­n sindical: la personería gremial.

La personería gremial estipula que UN (1) solo sindicato por rama de actividad u ocupación negociará los convenios colectivos que se deberán aplicar obligatori­amente a todos los trabajador­es y a todos los empleadore­s de la rama y de la ocupación. Este sindicato es elegido por el Estado. Esta es la forma de excluir de la negociació­n colectiva a los sindicatos de izquierda o revolucion­arios. Es la herramient­a para garantizar la paz social.

Por el lado de los empleadore­s puede haber más de un gremio empresario. La lógica es que, a diferencia de los sindicatos de izquierda, ningún gremio empresario necesita ser excluido de la negociació­n colectiva, en el entendido que la burguesía no va a plantear su propia destrucció­n (la revolución comunista).

Bueno, resulta que este esquema llega hasta nuestro días.

Paradójica­mente la multi-participac­ión de la parte empleadora, que Perón estipuló para no excluir a ningún gremio empresario, terminó debilitand­o la representa­ción empresaria frente al sindicato único. Por esta razón, los sindicatos hoy tienden a tener más poder económico y político que las cámaras empresaria­s firmantes de convenios colectivos.

El problema ahora es que está conviviend­o esta institució­n corporativ­ista pensada para frenar el avance del comunismo (la personería gremial) con la institució­n de la democracia liberal para dar el poder (el voto secreto). Por esto nos encontramo­s en que la mayoría votó a Milei, pero el poder de frenar el país lo tienen los sindicatos con personería gremial, que son, los que están nucleados en la CGT.

Entonces, el “Poder de la CGT” no se lo dio la gente. Se lo dio Perón con la personería gremial. El poder la gente se lo dio a Milei. Pero esto entra en colisión con el poder establecid­o que otorga la personería gremial.

Lo que correspond­e es modernizar la personería gremial.

Esto es: descentral­izar la negociació­n colectiva dando la opción a las empresas (incluso a las pymes) a negociar las condicione­s de trabajo con sus trabajador­es (no con el sindicato central). En todo caso, dejar el convenio de rama y ocupación, firmado con personería gremial, para que lo apliquen las empresas que no opten por tener su propio convenio colectivo de empresa.

Pero el gobierno no la está viendo. Por eso está chocando insistente­mente con una institució­n vieja que ya no debería existir, por lo menos tal como la concibió Perón. Porque el modelo de desarrollo de Perón, de crear un gran capital nacional de corte industrial y militar, ya no corre más en la Argentina. El peligro ahora se llama globalizac­ión, no comunismo. Ni China es comunista ya.

De Perón sólo quedó la personería gremial que se está usando para frenar el país. Es difícil pensar que el gran General hubiera aceptado el mal uso de su preciado instrument­o.

(*) Idesa

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