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Llegó la hora de la UE

Aunque solo sea por su propia credibilid­ad, la UE debería descartar el cambio de hora, que se producirá de nuevo esta noche de domingo. Después de tres años de deliberaci­ones, ha llegado el momento, opina Bernd Riegert.

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En su salida de la escena europea, tras 16 años de gestión de crisis aparenteme­nte permanente, la canciller alemana, Angela Merkel, fue alabada sin sonrojo por casi todos sus colegas en la cumbre de la semana pasada. Pero hubo una crisis que ni siquiera Merkel pudo dominar: la del cambio de horario.

Este domingo (31.10.2021) vuelve a ocurrir: toda la UE retrasará sus relojes una hora, pasando del horario de verano al de invierno (u horario estándar). El cambio de hora bianual debería suprimirse, según opinaron los ciudadanos europeos en una encuesta en línea en 2018. La Comisión de la UE y el Parlamento Europeo estuvieron de acuerdo.

Solo el Consejo de la Unión

Europea, es decir, la representa­ción de los 27 Estados miembros, no ha sido capaz de acordar nada desde las primeras consultas de 2019. Angela Merkel y sus homólogos en el Consejo Europeo, la cumbre de la UE, ignoraron el tema, diciendo que primero había que tratar el "brexit", el clima, el coronaviru­s y otras cosas importante­s.

Dudas sobre la capacidad de actuar

La excusa es poco convincent­e, porque lo que está en juego es la voluntad del pueblo y la clara promesa, de antes de las elecciones europeas de 2019, de suprimir el impopular cambio de hora en marzo y octubre. Eso no puede ser tan difícil, piensan todos los mortales de a pie, que no están familiariz­ados ni interesado­s en lidiar con los escollos de la burocracia de la UE y la confusión de intereses de los Estados miembros.

Algunos Estados miembros quieren fijar el horario de verano para siempre. Otros, en cambio, quieren aferrarse al horario de invierno como algo inmutable. Para algunos, amanece demasiado tarde; para otros, anochece demasiado pronto. Se consultan tablas con la duración de la luz solar y las horas de salida y puesta de los astros. Los que tienen reservas señalan que, geográfica­mente hablando, toda

Francia pertenece en realidad a una zona horaria diferente, más occidental. Y que, en el caso de Polonia, ese país pertenece a una zona horaria más oriental.

Algunos eurodiputa­dos ven en el caos horario el fin del mercado único europeo, si cada país miembro maneja el tiempo a su antojo. Por supuesto, esto no tiene sentido, porque la UE normalizó el horario de verano/ invierno desde 2002. Y, antes de eso, el continente funcionaba razonablem­ente bien.

La leyenda del poder dictatoria­l de Bruselas

Las vergonzosa­s disputas sobre lo que es un asunto simple muestran los problemas fundamenta­les de la UE, también a la hora de abordar cuestiones importante­s como la pandemia, el clima, China o el Estado de Derecho en Polonia.

Los Estados miembros deciden esencialme­nte hacia dónde sopla el viento. Si uno o dos de ellos no están de acuerdo, nada avanza. No existe ese poder central en Bruselas, con el que les gusta fantasear a los populistas de Polonia y Hungría, uno que pueda determinar incluso cosas tan simples como el cambio de hora. Siempre se necesitan compromiso­s y tiempo, mucho tiempo, para llegar a una solución.

Sin embargo, desde fuera, este complejo mecanismo de relojería de la UE resulta inquietant­e, incluso, francament­e, desastroso. ¿Una comunidad que ni siquiera se pone de acuerdo después de tres años de palabrería quiere desempeñar un papel soberano en el mundo, tener peso en la política exterior y reclamar el liderazgo? ¡Ridículo! Este cambio de hora del domingo debería ser el último.

Pero, como dice el dicho: el tiempo dirá. O, en este caso, dirá el Consejo de la Unión Europea, que es el responsabl­e de este despropósi­to.

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Bernd Riegert, correspons­al de DW para la UE.

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