Deutsche Welle (Spanish edition)
Los "vinos de la inundación" se venden para ayudar a los damnificados en Alemania
Muchos viticultores del valle del Ahr están en la ruina económica a causa de las inundaciones. Una solidaria iniciativa promueve la venta de botellas de vino sucias y con barro, pero intactas y totalmente bebestibles.
Los viticultores dicen que es su peor cosecha, y por supuesto que tienen razón. Pero los 120 euros que se pagan por seis botellas de vino con el sello de calidad especial de "ensuciado original", por ejemplo, valen cada céntimo. Esto porque el dinero recolectado por la iniciativa "vinos de la inundación" ("Flutwein", en alemán) está destinado a ayudar a 50 viticultores del valle de Ahr -en Renania-Palatinado- cuyas bodegas quedaron bajo el agua.
Benno Gille, un viticultor de Marienthal, fue uno de los más golpeados por las inundaciones. Cuando llegó el agua, se refugió en el ático con su familia y los huéspedes de su pensión hotelera, y vio con sus propios ojos cómo las masas de agua se lo llevaron todo: "Llevo 40 años trabajando aquí como enólogo, en una empresa familiar de tercera generación. Y en pocas horas todo había desaparecido".
La bodega de Gilles era una atracción popular para los excursionistas que pasaban por la idílica ruta del vino tinto. Gilles ofrecía degustaciones y también tenía cinco habitaciones para los huéspedes que quisieran pasar la noche. Dos semanas después de la catástrofe, Marienthal sigue pareciendo una zona de guerra y la bodega es una ruina.
Paul Schumacher, otro viticultor de la zona, también pensó en deshacerse de todo cuando la inundación destruyó la mitad de su bodega. Schumacher pudo salvar al menos 20.000 de sus botellas de vino. Para su fortuna, las etiquetas están en buen estado. Antes de la inundación, exportaba vinos a Dinamarca, Bélgica e incluso Eslovaquia.
Schumacher lleva 20 años en el rubro y compró la bodega de Marienthal en 2006. Con cinco hectáreas de viñedos, no es uno de los grandes viticultores del valle del Ahr, como Gilles, pero son precisamente estas pequeñas empresas familiares las que se han visto especialmente afectadas por la catástrofe.
"Supongo que el 60% de los viticultores de aquí no tienen seguro contra fenómenos naturales. Yo tampoco. El vino es el motor económico de todo aquí. Los hoteles, restaurantes y artesanos dependen de la viticultura", afirmó.
Peter Kriechel es el mayor viticultor de la región y al mismo tiempo presidente de la asociación "Ahrwein e.V.", que se encarga de la comercialización de los vinos. El, junto con la gastrónoma Linda Kleber, están detrás de la idea del los "vinos de la inundación".
La campaña consiste en lo siguiente: los donantes pueden comprar por internet los vinos que no fueron destruidos por la inundación, en el estado en que fueron rescatados. Las botellas, completamente ensuciadas por el barro, simbolizan el desastre de la inundación y el espíritu de un nuevo comienzo. La iniciativa, puesta en marcha en solo tres días, está a punto de superar la barrera del millón de euros.
"Hemos perdido toda la infraestructura aquí. Estaremos sin puentes, sin calles, sin agua, sin electricidad y sin gas probablemente hasta el año que viene. Toda la economía está destruida hasta un punto inimaginable. Va a ser un maratón volver a donde estábamos", señaló Kriechel.
Kriechel perdió más de una cuarta parte de sus 200.000 botellas almacenadas cuando su bodega se inundó. Estuvo sin electricidad durante doce días, todas las máquinas están rotas y sus 22 empleados siguen sacando el barro de la bodega.
La solidaridad que se manifiesta actualmente en la región también ha unido a los viticultores, no solo en la iniciativa de los "vinos de la inundación". En los viñedos del valle del Ahr, 60 colegas del Mosela y de otras partes de Alemania se afanan cada día para salvar de algún modo la cosecha de este año. Los competidores se han convertido en amigos que se echan una mano en momentos de necesidad.
Los "vinos de la inundación" pueden seguir comprándose hasta el 1 de septiembre. Peter Kriechel está organizando la logística para el envío. El viticultor está firmemente convencido de que las botellas no solo decorarán todas las bodegas como símbolo de apoyo a la región devastada, sino que también, asegura, se pueden beber sin problemas.
"Acabo de recibir una llamada de un laboratorio que tomó muestras de los vinos. Nos dijeron que el contenido no había sufrido ningún daño. Eso es muy importante para nosotros, aunque la idea de la donación es, por supuesto, primordial", aseguró.
(ju/er)
tacado en los debates políticos porque a las universidades les ha resultado más fácil pasar a las clases virtuales que, por ejemplo, a las escuelas. "Reconozco las quejas de los estudiantes, que dicen que se está pasando por alto su situación personal. Un poco más de empatía por parte de los políticos podría haber servido de mucho", cuenta Alt a DW.
Entre los más afectados se encuentran unos 320.000 estudiantes extranjeros que se trasladaron a Alemania para estudiar. Las clases virtuales han supuesto un aislamiento no solo académico, sino también cultural.
Raquel Capella, originaria de Río de Janeiro, llegó a Alemania el pasado mes de octubre para hacer una maestría en Ciencias Ambientales en la ciudad de Landau. Cuando llegó, encontró la residencia de estudiantes casi vacía. "La mayoría de los estudiantes alemanes se quedaron en casa", señala a DW.
A Alpdundar, que espera quedarse en Alemania a largo plazo, le preocupa perder el contacto con el país. "Ha sido una experiencia muy solitaria. No he tenido la oportunidad de conocer gente para mejorar mi alemán. Siempre estuve orgulloso de lo bien que hablo alemán, pero ahora, definitivamente, mis habilidades han disminuido".
Muchos estudiantes extranjeros decidieron no estudiar en Alemania durante la pandemia. Según la Oficina Federal de Estadística, el año pasado disminuyó el número de estudiantes internacionales en casi un 30%.
(ct/er)
su casa. "Pero después se desbordó el Swist y anegó todo. Nuestra casa está completamente bajo el agua. Algo así no ocurre aquí desde la década de los 60".
Bomberos trabajando sin descanso
Torsten Clemens también está consternado. Clemens es vicedirector del servicio de bomberos de la zona y no ha pegado un ojo en toda la noche, ya que ha estado de servicio junto con sus 180 empleados. "La cantidad de agua y la rapidez con la que vino es algo nuevo para mí", confiesa. Durante la víspera, intentaron desesperadamente bombear el agua, pero hacia las 22 horas empezaron a intuir que tal vez todos sus esfuerzos estaban siendo en vano. Comenzaron a evacuar varias calles, pero algunas personas quisieron permanecer en sus casas. Unas horas después se desbordó el Swist y entonces la consigna fue la de sálvese quien pueda.
"Vimos el agua venir y nos dijimos que no tenía sentido continuar, porque, si no, no íbamos a poder sacar nuestros propios vehículos y entonces ya no podríamos rescatar a nadie más".
Después, los bomberos empezaron a evacuar con ayuda de botes. Clemens y sus ayudantes siguen esperando nuevos botes para seguir rescatando a los últimos habitantes de Heimerzheim.
Polideportivo como refugio
En el pequeño polideportivo de Heimerzheim están siendo atendidas unas 180 personas que no tenían donde pasar la noche. Sobre las mesas encuentran ropa seca donada por los vecinos, descansan en camas de campaña y reciben ánimos. Heinz Schmitz y su esposa han encontrado cobijo en casa de unos amigos, ambos son viejos habitantes del pueblo, llevan asentados en él cuatro décadas. Hace pocos años renovaron su casa por completo y ahora la pareja es testigo de su destrucción.
Schmitz tiene un seguro básico, pero no sabe hasta qué punto cubrirá los destrozos. Se le escapan las lágrimas de los ojos cuando dice: "En los próximos meses y años no nos será posible ni a nosotros ni a los vecinos vivir en nuestras casas".
(ms/ers)