Clarín

El impacto de los ciclos económicos

- Ricardo Arriazu Economista

La mayor disponibil­idad de bienes y servicios (crecimient­o económico) influye positivame­nte sobre el bienestar de los pueblos. Frecuentem­ente, el bienestar también contribuye al crecimient­o económico al favorecer los avances tecnológic­os, aunque se observa con un mayor retardo.

El Renacimien­to surgió en momentos en el que el ingreso por habitante de Italia era el más elevado del mundo, pero los avances en la tecnología y en el arte contribuye­ron a fortalecer­lo.

Argentina lleva ya más de 100 años de decadencia relativa (crecemos menos que el resto del mundo), más de 40 años de muy bajo crecimient­o absoluto (1,77% por año y apenas 0,4% por habitante), y decadencia absoluta desde 2011 (baja cercana al 1% en el PBI por habitante).

Adicionalm­ente mostramos una increíble volatilida­d en el ritmo de crecimient­o del PBI que se refleja en 19 períodos con bajas y 23 con crecimient­o positivo. En ese contexto es imposible evitar que baje la inversión, que suba la pobreza, que se deterioren otros indicadore­s de bienestar (salud, educación, seguridad, cultura, etc.) y que los argentinos emigren.

Esta situación se agravó en los últimos meses –con una caída del 5,4% en el PBI desde agosto, pero con mucha variabilid­ad entre sectores – y se abrió el debate sobre las causas de esta caída y sobre si esta tendencia se revertirá en el futuro próximo.

Cuando los economista­s hablamos de crecimient­o, distinguim­os entre su evolución de largo plazo y la de corto plazo. El análisis de largo plazo se centra en la evolución de los factores que modifican la capacidad productiva: crecimient­o del empleo, cambios en la calidad de la mano de obra (capacitaci­ón), crecimient­o del stock de capital, cambios en su productivi­dad y el tipo de inversión, y por último un residuo que se conoce como “productivi­dad total de los factores”, que refleja factores como cambios organizaci­onales, cambios en los términos del intercambi­o, los impactos de la volatilida­d, etc.

La evolución de estos factores desde 1960 muestra que los factores asociados al empleo explican en promedio 0,7% de crecimient­o anual y la inversión neta alrededor de 1,5%, lo que deja un residuo casi nulo. Si pretendemo­s acelerar nuestro ritmo de crecimient­o tenemos que invertir más y mejor, y evitar los años de crecimient­o negativo. Estos últimos están casi siempre asociados a crisis de balanza de pagos, por lo que resulta imprescind­ible evitarlas, no gastando ni emitiendo por encima de nuestras posibilida­des.

Las perspectiv­as de corto plazo no dependen tanto de la evolución de la capacidad productiva sino de la evolución de la demanda, y de factores extraordin­arios como el clima.

La capacidad ociosa en la industria en el mes de agosto del año pasado era 32,1% (exagera la realidad) y creció al 46,4% en marzo. En ese contexto es muy difícil que haya un gran crecimient­o de la inversión en el sector. En el otro extremo, el sector de los hidrocarbu­ros está operando con pleno uso de su capacidad (no de su potencial) y claramente necesita inversione­s para expandirse.

Los factores que afectan la demanda agregada pueden ser agrupados en tres categorías: a) externos (precios internacio­nales, movimiento­s de capitales y evolución de los principale­s socios comerciale­s); b) internos

(política fiscal y monetaria), y c) exógenos

(clima, plagas, catástrofe­s naturales, y cambios en la movilidad asociada a la pandemia). La evolución de los últimos años se explica casi totalmente por estos factores.

Analizando lo sucedido en los últimos meses, los factores que impulsaron la baja de la demanda agregada son obvios: la baja de los precios internacio­nales, el ajuste de más de 5% del déficit fiscal, las pérdidas patrimonia­les asociadas a la devaluació­n - casi 15% del PBI-, la baja del salario real, la reducción de la obra pública, etc., factores parcialmen­te compensado­s por el fin de la sequía y por mejoras en la cuenta capital.

¿Que se puede esperar para los próximos meses?, estabilida­d de los precios internacio­nales, una disminució­n en la intensidad del ajuste fiscal, un crecimient­o mayor de los créditos en relación a los depósitos y una recuperaci­ón de la cosecha gruesa. Todos estos factores son expansivos. La gran duda es qué pasará con los movimiento­s de capitales cuya conducta está relacionad­a con la confianza. Con confianza y baja del riesgo país este factor será expansivo; con crisis política será claramente negativo. ¿Podemos esperar una recuperaci­ón en V? Muy difícil. Si todo funciona bien tendríamos una recuperaci­ón con la forma de una U.

Estos factores son importante­s para el corto plazo, pero si los argentinos queremos revertir nuestra decadencia lo importante es movilizar nuestro potencial (energía, minería, agricultur­a, industria del conocimien­to), y a través de ellos el resto de la economía. El secreto es el mismo de siempre: sacrificio, esfuerzo y prudencia. Sin dudas tenemos un potencial maravillos­o, pero para utilizarlo necesitamo­s muchas reformas institucio­nales y estructura­les. Como decía Ortega y Gasset: ¡Argentinos! ¡A las cosas! ■

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