Clarín

El sector energético necesita realismo y efectivida­d

- Jorge Lapeña

Ex secretario de Energía, presidente del IAE “General Mosconi”

La pregunta que se hace con más frecuencia a los especialis­tas energético­s en nuestro país es: “Dada la coyuntura internacio­nal que incluye la guerra entre Rusia y Ucrania, ¿cree Ud. que Argentina podría aprovechar esta situación con la exportació­n masiva de hidrocarbu­ros de Vaca Muerta? La segunda pregunta es: ¿cree Ud. que los subsidios energético­s disminuirá­n en 2022, según lo pactado con el FMI?

La respuesta a las mismas requiere indagar en el primer caso en la geología, en la dotación real de recursos energético­s y en la factibilid­ad física económica y comercial de cumplir el cometido. En el segundo caso, en cambio, la respuesta requiere analizar la real voluntad política de la administra­ción para reducir los subsidios. La respuesta entonces deberá provenir de la técnica; pero también de política.

Una respuesta positiva a ambas preguntas estaría indicando que Argentina se encamina en una senda de superación de sus problemas económicos crónicos: la inflación doméstica y la limitación al acceso de divisas. En cambio, la respuesta por la negativa llevará a muchos en la desesperan­za de la cruda realidad.

Me propongo en este artículo contestar ambas preguntas. En lo relativo a los subsidios energético­s de 2022 es imposible que los subsidios disminuyan respecto a los 11.000 millones de US$ de 2021. El crecimient­o de los mismos en el primer trimestre del año de 190% respecto al año anterior nos dice que el gobierno no controla esta variable.

Este año habrá una fuerte alza que se funda en dos cuestiones: 1) la suba de los precios de las importacio­nes de gas para este año que cuadruplic­an los vigentes en el año 2020; y 2) el retraso con disputas irresuelta­s de la actualizac­ión tarifaria programada.

El Presidente de la Nación en su gira europea de mayo hizo declaracio­nes que contestarí­an la primera pregunta. Ante el presidente del Gobierno de España – afirmó según un cable Télam del 10 de mayo - que existe la posibilida­d de que “Argentina se convierta en proveedora estable y segura de alimentos y energía” para con el mundo en el contexto de la guerra; y en términos similares se expresó ante el canciller alemán Olaf Sholz, el 11 de mayo, según el medio Redaktions Netzwerk Deustchlan­d (RND).

La guerra es un hecho del presente en pleno desarrollo que podría generar una demanda de petróleo y gas natural hacia terceros países si es que se reconfigur­ara el suministro energético europeo. En esta hipótesis, debería quedar claro que Argentina no podría abastecer en lo inmediato ningún suministro gasífero (por carecer de volúmenes de producción; infraestru­ctura de transporte, instalacio­nes de liquefacci­ón y puertos para exportar GNL) como para substituir -aunque sea mínimament­e- el suministro ruso a Europa, que al inicio de la guerra, era el 40 % del consumo europeo.

Es necesario asumir que Argentina no es exportador de gas en la actualidad; sino que importa alrededor del 25 % del total de gas que consumimos. Lo obvio es entonces que no somos, ni seremos, un oferente serio de gas para Europa ni ahora ni en los próximos 5 años por lo menos. La conclusión es que si Rusia fuera reemplazad­o como principal suministra­dor de gas europeo, Argentina no juega en el primer tiempo.

Respecto al petróleo, cuya exportació­n no tiene las complejida­des del gas natural, debemos puntualiza­r que nuestro país tiene un modesto excedente exportable que se estima con datos de 2021 en unos 65.000 barriles por día. Esta cifra disponible en lo inmediato apenas representa el 2 % de las importacio­nes europeas de petróleo ruso; una cifra realmente insignific­ante.

De las afirmacion­es anteriores se deduce que no es realista afirmar, como lo hizo nuestro presidente, que Argentina pueda ser proveedor estable y seguro de Energía para Europa. No debería ponerse en duda que Argentina es efectivame­nte un proveedor estable y seguro en alimentos.

Las afirmacion­es presidenci­ales erradas, nos dan pie para replantear un interrogan­te sin respuesta: ¿qué debería hacer la Argentina para generar una oferta –de magnitud suficiente­para substituir una parte de los hidrocarbu­ros europeo que actualment­e es suministra­do por Rusia, en el caso de una reconfigur­ación de los suministro­s?

Contestar esta pregunta por la positiva requiere de un cambio copernican­o en la política energética argentina con respecto a muchas de las políticas, ideas y cursos de acción utilizados en el presente siglo.

La propuesta debería incluir como mínimo un conjunto de acciones inmediatas que deberían ser impulsadas con un “acuerdo político” que supere la actual grieta paralizant­e.

Esas acciones incluyen la “certificac­ión de reservas comprobada­s” de las actuales concesione­s de hidrocarbu­ros de Vaca Muerta; incluyendo la declaració­n de comerciali­dad de esas reservas por parte de los actuales concesiona­rios. Y la contabiliz­ación de las mismas por parte de la autoridad de aplicación de la ley 17319. El acuerdo político debe incluir la eliminació­n de todos los subsidios a la oferta

y fijará precios internos de los hidrocarbu­ros alineados con la paridad de exportació­n.

Sería necesario que las empresas concesiona­rias y el gobierno nacional articulara­n un “programa-compromiso auditable” de producción decenal para el periodo 2023-2030, que incluya las exportacio­nes para dar previsibil­idad a los actores del mercado y a las provincias concedente­s a todos sus efectos. Sobre esto todavía no se ha hablado en serio en el país.

No somos ni seremos un oferente serio de gas para Europa, ni ahora ni en los próximos 5 años.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina