Árboles porteños: hace 38 años que los cuida y sabe dónde está cada uno
Jorge Fiorentino es ingeniero agrónomo y gerente operativo de Mantenimiento del Arbolado de la Ciudad, donde hay unos 430.000 ejemplares
“¿Mi árbol favorito? Por bonito y representativo de Buenos Aires, el jacarandá. Tiene esa particularidad de que las flores lilas no tienen competencia en las ramas: no hay hojas verdes que interfieran cuando llega el momento de la floración. Y cuando finalmente caen todas las flores, tiene un follaje verde intenso, que también es único. Además se banca el smog y la sequía. Está totalmente adaptado a la Ciudad”. Esta descripción del jacarandá -designado “árbol distintivo” por la Legislatura- es del ingeniero agrónomo Jorge Fiorentino, el hombre a cargo del arbolado porteño.
No duerme cuando el Servicio Meteorológico Nacional anuncia tormentas. Tiene en su cabeza un mapa con todos los corredores de árboles que existen en la Ciudad. Pese a que se declara apasionado por su trabajo, Fiorentino encontró su vocación casi de casualidad.
Vecino de Villa Pueyrredón (nacido en Núñez), Fiorentino estudió Agronomía casi de carambola. Nadie en su familia estaba vinculado al campo; mamá docente, papá comerciante. “No conocía la existencia de la carrera. Pero algunos compañeros me dijeron que se habían anotado en Agro y ahí me fui con ellos. Cuando llegué y vi el parque me di cuenta de que era el lugar perfecto para mí”, recuerda Fiorentino. Su otra pasión es la docencia; ejerce en la Universidad de San Martín, en la Torcuato Di Tella y en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA.
Trabajó por primera vez para la Ciudad en 1984 y continuó con algunas intermitencias. Hasta que volvió a sumarse al Gobierno porteño en 2009 y ahora es el gerente operativo de Mantenimiento del Arbolado.
“Antes no había una planificación integral y el trabajo se basaba en la poda -cuenta-. Por otra parte, el arbolado era homogéneo, el concepto era formar corredores con las mismas especies, para poder hacer el mantenimiento al mismo tiempo, en una zona determinada. Cuando los árboles son diversos, se complejiza la tarea. También crece el riesgo de que una plaga pueda hacer un desastre”. Esto ocurrió en abril de 2015, cuando la “chinche de encaje” atacó a los jacarandás y afectó al 10% de los ejemplares. Se la combatió con un plaguicida y los árboles se recuperaron.
La Ciudad tiene identificados todos los árboles plantados en las veredas. Y desde 2013 organizó un plan quinquenal de mantenimiento: por áreas, cada año se realizan trabajos sobre un 20% del total.
¿La grieta arbórea es real? Sí. Los plátanos son amados u odiados, sin medias tintas. Y así lo confirma Fiorentino: “Son fantásticos, muy seguros, dan muy buena sombra, crecen mucho. Pero... los detractores destacan la pelusa, que ensucia los autos y genera alergia en algunas personas. Una vez que cumplan su ciclo vital, vamos a sacarlos de las veredas angostas porque hay lugares en donde ocupan mucho espacio. Son el símbolo del barrio de Palermo”. En Buenos Aires el 9% de los árboles plantados en las veredas son plátanos.
A Fiorentino no le sorprende la queja contra los plátanos. Sí que haya gente que se queje del jacarandá: “Muchas personas están convencidas de que las flores, cuando caen, manchan las veredas, los autos y la ropa”, cuenta incrédulo.
En la Ciudad hay 430.000 árboles, 370 mil están en las veredas y el resto en espacios verdes. Existe un listado de 20 especies de árboles que son los que mayormente se ven en el trazado de veredas, como el jacarandá, palo borracho, tipa, timbó, ibirá-pitá, aguaribay, fresno, lapacho, ceibo, etc. Y hay otras 16 especies complementarias, como el ginkgo biloba.
Pero además hay otras 300 especies que fueron incorporadas por los vecinos: “Desde limoneros, pasando por mandarinas, nísperos y paltas (hay más de 1.000 ejemplares) e incluso palmeras. Tenemos detectadas más de 3.000 palmeras, que no dan sombra. Y por supuesto, el ficus. Hay ficus por todos lados. Cuando se hacen grandes en las macetas, los vecinos los plantan en la vereda. Es la especie más compleja, puede crecer a niveles increíbles, muy rápidamente. El problema es que las raíces son destructivas”, explica Fiorentino.
Cuando el servicio meteorológico anuncia alertas, Fiorentino sabe que se vienen horas complicadas. “No pego un ojo en toda la noche, no sólo porque los equipos salen a trabajar en plena madrugada, sino porque el mayor miedo es que la caída de un árbol genere un daño irreparable. La peor fue la de 2012, con 3.000 árboles caídos”, dice.
Otro tema que desvela a Fiorentino son las obras de infraestructura: “Las críticas sobre el proyecto del Metrobus de la 9 de Julio fueron las más dolorosas -asegura-. Más del 90% de los 350 árboles que movimos sobrevivieron al transplante, estábamos seguros de que esto iba a suceder porque eran nativos y grandes”.
Mientras habla, Fiorentino camina bajo las tipas de uno de los túneles más famosos de la Ciudad, sobre Melián, en el barrio de Belgrano. No se cansa de mirarlas. ■