Clarín

Ese micrófono abierto

- Alejandra Pataro apataro@clarin.com

El gesto dura un microsegun­do. La mirada de Joe Biden cae sobre ese micrófono que le apunta a la boca. Su cara lo dice todo. Quiere desaparece­r. Volver un ratito atrás. Con apenas un ratito atrás alcanza. Piensa si lo habrán escuchado. Lo escucharon todos. “Estúpido, hijo de puta”, dijo el presidente de Estados Unidos molesto cuando un periodista le preguntó si estaba dispuesto a contestar preguntas sobre la inflación que se bate sobre el país. Lo escuchó el planeta.“Estúpido, hijo de puta”, masculló con una sonrisa altanera e inmediatam­ente miró el micrófono, cayendo en cuenta de su estúpido error. Ese error que “cometen sólo los estúpidos” y nunca uno. Como si los políticos y famosos no dijeran nunca barbaridad­es, nos horrorizan cuando un micrófono abierto capta palabras que debían ser secretas. Prohibidas. Biden tuvo que ceder. Dar la cara. Llamar al agraviado y aclarar los tantos. Levantó el teléfono y le dijo a Peter Doocy, el periodista de Fox News (la cadena enemiga) que no se lo tomara de forma personal. Biden no está solo en esta maldición de los “mics”. La lista es larga. George W. Bush dedicó un sonoro “imbécil de las grandes ligas” al periodista de The New York Times Adam Clymer, durante la campaña presidenci­al en Estados Unidos, justo momentos antes de pronunciar un discurso. A John Major le fue mucho peor. En 1993, el entonces primer ministro británico acababa de terminar una entrevista televisiva, cuando se quedó un rato más hablando con su entrevista­dor, obviando que se encontraba en un estudio de grabación, usualmente lleno de micrófonos. Major describió a los miembros de su gabinete como “bastardos”, prometió “crucificar­los”, confesó que era “débil” y que no tenía idea de cómo ganar una elección. Y siguió, hablando de los escándalos sexuales de algunos de sus ministros. “No puedo evitar que unas personas se acuesten con quienes no deberían”, dijo con el micrófono ahí nomás. Abierto. Nadie recuerda qué dijo Major durante la entrevista ese día. Rememoran el resto. Incluso hoy, tantos años después. Quizás el más célebre accidente con uno de estos maléficos aparatos fue el de Ronald Reagan en 1984, cuando el entonces presidente probó un micrófono sin saber que lo grababan. “Compatriot­as dijo-: me complace informales que hoy firmé un decreto que declara a Rusia fuera de la ley para siempre. Empezamos a bombardear en cinco minutos”

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