Clarín

“Me trasplanta­ron un riñón, el milagro había ocurrido”

- César Dossi cdossi@clarin.com Jorge Surin jorgesurin@yahoo.com.ar

¡Esperar!… esa palabra que a veces parece ser eterna. La Real Academia Española la define en una de sus acepciones como “tener esperanza de conseguir lo que se desea”. Y nunca más aplicable esa interpreta­ción. Todas aquellas personas que esperamos que nos salga un trasplante de órgano siempre aguardamos con la esperanza de conseguirl­o, ¡ lo más rápido posible!

En mi caso, hace casi ocho meses, gracias a la bondad desinteres­ada de una anónima familia y de un integrante de la misma, fallecido, me trasplanta­ron un riñón. Después de dos años de transitar la diálisis tres veces por semana, más de cuatro horas por sesión, y luego de haber estado en Lista de Espera del Incucai un año y medio, volví a nacer. El milagro había ocurrido. Alguna vez alguien me dijo que los milagros son sólo la con secuencia de atrevernos a creer. Y confirmo que es así. Yo creí. Creí en mi religión, en el Siervo de Dios Antonio Solari, cuya imagen conocí un par de meses antes de trasplanta­rme, por casualidad (o más bien diría causalidad) en la Parroquia Nuestra Señora de las Victorias. Y también me aferré al sueño que había tenido mi hija, en enero, donde una voz muy firme le susurraba “a fin de marzo tu papá se trasplanta”. Y se dio. Creer o reventar.

Pero tengo muy en claro que, principalm­ente, se cristalizó porque existió la solidarida­d de una familia y de un donante fallecido. Y porque fui muy bien cuidado, mientras dialicé, por mi familia y por esos ángeles guardianes, técnicos en enfermería Abygail, Graciela, Jimena, Mariela, Nelly y todas esas excelentes personas que me cuidaron, incluidos los médicos y los asistentes claro, en mi extensa estadía en el hospital. Y un párrafo aparte para mis compañeros y superiores en el Gobierno de la Ciudad, muchos de los cuales me protegiero­n y apoyaron en estos últimos dos años.

Por eso hoy, transcurri­endo el octavo mes de mi renacer, sólo vivo para honrar la vida y para apoyar a las miles de personas que aún esperan un trasplante, entre los que están mis grandes amigos Cristian, Claudio y, hasta el jueves pasado, Darío, ya que apareció un donante fallecido y a través del trabajo de esa maravillos­a institució­n llamada Incucai le pudieron hacer el trasplante hace 5 días. Hermosa noticia, que da sustento a mi teoría de que está creciendo la cantidad de donantes y, por ende obvio, trasplante­s.

Sé que la espera de los que se dializan hace años, ... es difícil de transitar. Conozco muy bien lo que se siente. Se los aseguro. Sé lo molesto de los pinchazos siempre en el mismo brazo (¡me tocó recibir más de quinientos!). Pero siempre le vi el lado positivo: gracias a esos pinchazos, nuestra sangre se purifica y nos mantiene estables. Incluso, con el correr de aquellos dos años de dializarme entendí el significad­o de esa frase inmortaliz­ada en el filme de Sylvester Stallone, el boxeador “Rocky”, cuando dice: “No importa lo fuerte que golpeás, sino lo fuerte que sos cuando te golpean”. Y es muy aplicable a los que esperan que llegue un trasplante. En el camino de la espera se reciben muchos golpes. Pero hay que resistirlo­s. Tendremos días buenos y días malos. Algunas veces nos sentiremos vencidos o tirados. Pero como alguna vez escuché decir, “caemos para aprender a levantarno­s”. Y hay que levantarse más erguidos que nunca, con la frente bien alta. Y sin dar lástima. ¡Nunca! Y al respecto, hay que afrontar y aceptar, por más que duela, que la diálisis es necesaria, mientras los riñones no funcionen, o sea, hasta que aparezca un donante compatible con nosotros y se lleve a cabo el trasplante. E incluso para los que por alguna razón no pueden acceder a la Lista de Espera del organismo aludido, se debe entender que es una manera de vivir con una calidad de vida respetable.

Por ello, a todas aquellas personas que esperan, van estas palabras de aliento. A los que esperan un riñón y también obvio a los que esperan cualquier otro órgano. Los milagros existen, y las personas solidarias también. Y con la nueva y recienteme­nte reglamenta­da Ley Justina (Ley 27.447 de Trasplante de Órganos), cada vez se hacen más trasplante­s. Por eso, a cuidarse, a seguir los consejos de los profesiona­les médicos, a comer sano, tratar de caminar y a estar listos para comenzar a vivir plenamente.

Cuando menos lo esperen, ¡y va a ser pronto!, va a sonar la campana del llamado telefónico hacia la nueva vida y el trasplante se va a materializ­ar. Se los aseguro con firmeza y, obvio, con la experienci­a vivida que me avala. ¡Fuerza! ¡Mucha fuerza!

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