Un homenaje a Frida Kahlo
La bailarina protagoniza “Pies pa volar”, sobre la vida de la mexicana, en El Galpón de Guevara.
Cecilia Figaredo, durante mucho tiempo una primerísima figura del Ballet Argentino de Julio Bocca, es la protagonista de Pies pa volar, una gran obra de Analía González inspirada en la figura de la pintora mexicana Frida Kahlo y que concluye hoy, a las 21, un ciclo de funciones en El Galpón de Guevara.
La trayectoria de esta magnífica bailarina -que interpreta conmovedoramente a Frida- siguió en sus comienzos los pasos habituales: Escuela Nacional de Danza y luego el Instituto del Colón, con la esperanza de entrar al Teatro y a su cuerpo de baile. Pero a los 16 años, un giro inesperado: Julio Bocca la invita a sumarse a su compañía Ballet Argentino, donde permanece veinte años. “Después -dice- hice cosas más comerciales, o más ‘calle Corrientes’, y más adelante un espectáculo propio impulsada por mi marido, Andrés Serafini, músico de tango. Había coreografías de Laura Roatta, Alejandro Cervera y de los propios bailarines”.
-Vos misma, ¿tuviste ambiciones de coreografiar alguna vez?
-Para nada. Tengo la conciencia de saber que no tengo la inspiración ni la necesidad y me gusta ser dirigida. Hace diez años, cuando dejé un poco de lado a la bailarina, descubrí que la docencia me encantaba y estoy muy volcada a enseñar. -¿Clases de técnica clásica?
-Sí, es para lo que estoy preparada. Bailé jazz y danza contemporánea, pero no las estudié como técnica y creo que hay que ser responsable para con los alumnos: de técnica clásica pueden preguntarme lo que sea (sonríe) y lo respondo . -Mencionabas tu pasaje por experiencias más comerciales. ¿Cómo las juzgás hoy?
-Básicamente en Bailando por un sueño, ¿no? La experiencia me gustó porque la tomé desde la danza. El show en sí mismo no me afectó. Me trataron muy bien, hice lo que quería hacer y lo que no, me lo respetaron. Fue como un gran juego: bailé cosas que jamás había probado y que nunca volví a hacer. Y sobre todo dije que sí porque estaba con Hernán Piquín, un compañero de toda la vida. Nos divertimos mucho viéndonos un poco ridículos en esos ritmos urbanos que no nos quedaban muy bien.
-¿Cómo te llegó la propuesta de Analía González?
-Hace unos tres años me habló de este proyecto y me resultó muy tentador: Conocía a su compañía y a su trabajo y le dije que me llamara si podía concretarlo. Ocurrió este año. -¿Estabas al tanto de la vida de Frida Kahlo?
-Durante una gira por México había visitado su casa-museo, leí una biografía y vi la película. Historias de mujeres fuertes y rebeldes son una tentación, creo, para cualquier bailarina, y el proceso fue muy guiado por Analía y por su mirada sobre la obra, que no es la vida de Frida, sino momentos que ella quería mostrar. Por otro lado hice, como siempre, un trabajo mío muy interno, un relato que creo yo misma como si adentro de mí hubiera una voz que me habla y que mi cuerpo expresa. -¿Aunque la coreografía esté muy establecida?
-Sí, y en este caso estaba muy establecida. En ciertos momentos yo le pedía a Analía que me permitiera moverme un poco porque me sentía demasiado quieta, pero me decía que no. Y estaba muy bien, porque ella veía que esa determinada escena necesitaba precisamente quietud, ese “silencio” que aporta mucho más que el movimiento. ■