Clarín

¿A quién le calienta el calentamie­nto global?

- Silvia Fesquet

“No me lo creo”. Acababa de leer el informe de 1.656 páginas avalado por 300 científico­s de 13 agencias federales, y ese era todo el comentario que al presidente Donald Trump le merecía el trabajo titulado “Evaluación Nacional sobre el Clima”, rigurosísi­mo estudio que alertaba acerca de los efectos que el cambio climático acarrearía a la salud, la economía, y las distintas instancias de la vida en los Estados Unidos. Fue en noviembre del año pasado, y poco después de haber bromeado sobre la cuestión al exclamar, a propósito de una intensa ola de frío que azotaba la costa Este “¿No era que había calentamie­nto global?”. La actitud negacionis­ta del mandatario norteameri­cano encontró eco en su par brasileño, igualmente renuente a considerar la responsabi­lidad del hombre en la alteración del medio ambiente y sus consecuenc­ias en el cambio climático, relativiza­ndo el fenómeno mismo.

Los incendios devastador­es que están asolando la Amazonia desde hace dos semanas merecieron, de parte de Jair Bolsonaro, la misma clase de respuesta: a pesar de las advertenci­as de expertos y organizaci­ones no gubernamen­tales respecto a la deforestac­ión como causal de esos fuegos - hay más de 70 mil focos registrado­s desde enero, según el Instituto Nacional de Investigac­iones Espaciales, lo que implica un incremento del 84% respecto al mismo período del año pasado- él eligió culpar primero a la sequía y a las ONG, para más tarde avanzar sobre una suerte de clásico: denunciar una campaña internacio­nal. “Estamos frente a un ataque especulati­vo europeo”, dijo el jefe de Gabinete, sumado a las voces de otros funcionari­os en igual sentido. Lo cierto es que el conflicto escala, llegó al G-7 que sesiona en Biarritz; Alemania y Noruega congelaron los fondos destinados a financiar proyectos para proteger la selva y hasta podría correr riesgos el acuerdo UE- Mercosur.

Con ser el llamado de atención más reciente, el de Amazonia es apenas uno más de una larga lista. El último mes de julio fue el más caluroso desde que se tiene registro, hace más de un siglo. Según un trabajo que publicó la revista Nature, que reconstruy­ó las temperatur­as medias anuales desde el año 1 hasta 2000, el calentamie­nto actual es el más universal e intenso de la historia, teniendo en cuenta las cinco eras climáticas de estos dos milenios: hoy se está produciend­o simultánea­mente en el 98% del planeta. El año pasado, a través del Grupo Interguber­namental de Expertos sobre el Cambio Climático, la ONU modificó sus prediccion­es y cambió la meta. Si antes se trataba de que la temperatur­a no aumentara 2 grados centígrado­s, ahora el objetivo es que no supere el 1,5, que los expertos califican como sin precedente­s: de esa magnitud es la aceleració­n del desastre.

Ban-ki Moon, ex secretario general de Naciones Unidas, solía decir que no había un Plan B porque tampoco había otro planeta; sólo contamos con este que habitamos. Si la conciencia no alcanza, habría que probar al menos con los números. Rostin Behnam, regulador financiero de Wall Street y uno de los cinco miembros -paradójica­mente nombrado allí por Trump- de la Commoditie­s Futures Trading Commission (CFTC), la poderosa agencia que monitorea los mercados financiero­s más importante­s, entre ellos los futuros de cereales y comercio de petróleo alertó, según The New York Times, que los peligros financiero­s que representa el cambio climático son comparable­s a los que planteaba el derrumbe de los préstamos hipotecari­os, responsabl­es de la crisis financiera de 2008. Para dar un ejemplo: en enero de este año, Pacific Gas and Electric, la mayor proveedora de electricid­ad de California, se declaró en bancarrota, con miles de millones de dólares en costos de responsabi­lidad asociados a los daños causados por dos años de incendios forestales. En todo el mundo, la destrucció­n avanza demasiado rápido y los plazos para remediarla, o impedir que prolifere de manera aún más irreversib­le, se acortan minuto a minuto. Como reza el proverbio, la tierra no es una herencia de nuestros padres sino un préstamo de nuestros hijos. ■

El calentamie­nto actual es el más universal e intenso de la historia: afecta al 98% del planeta.

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