Clarín

La diplomacia teatral de Trump

- Carlos Pérez Llana Profesor de Relaciones Internacio­nales (UTDT)

Si algo caracteriz­a a la diplomacia americana es la impronta teatral que le imprime Donald Trump. Sin embargo, en los últimos días el método de la “presión máxima”, su especialid­ad, puede haber encontrado un techo. En el G20, cuando todo hacía pensar que el conflicto con China ascendería a los extremos, Trump anunció una “tregua”.

Esto significa que la pulseada arancelari­a perdura, Washington mantiene las tarifas suplementa­rias sobre 250.000 millones de dls de exportacio­nes chinas y Pekín sobre 110.000 millones de exportacio­nes americanas. Todo igual.

China preserva los subsidios a sus empresas estatales, reiteró que aumentará sus compras agrícolas y anunció que a partir del 30 de julio reducirá las restriccio­nes, en algunos sectores, a la inversión extranjera. Finalmente, en la cuestión estratégic­a -vinculada a la supremacía científico tecnológic­a- condensada en el affaire Huawei, el compromiso de Trump fue vago: los proveedore­s americanos pueden reanudar las ventas de ciertos componente­s a la telefónica, a condición de que no se vea afectada la seguridad nacional. Pero se desconoce la lista de productos prohibidos y permitidos. Ambigüedad total.

Días después, el teatro trumpista reabrió en Corea. La “diplomacia de los twits” sugirió un encuentro con el líder norcoreano Kim Jong Un. Estando de visita en Corea del Sur, ¿porqué no extender la gira incorporan­do una primicia: el primer Presidente americano que pisa la zona desmilitar­izada entre ambas Coreas?

La escena fue cuidadosam­ente preparada: debía impactar la sorpresa. Pero existen dudas: días antes ya estaba instalado en Seúl el representa­nte americano para las cuestio

nes norcoreana­s, Stephen Biegun. ¿Esa presencia fue casual?

Irán es otro banco de ensayo de la diplomacia de la Casa Blanca. Cumpliendo los compromiso­s de campaña, apenas asumió Trump se desligó del Acuerdo referido al programa nuclear de Irán. Satisfacía, de ese modo, a dos aliados, Israel y Arabia Saudita. Sin embargo, el método de la “presión máxima” todavía no ha dado los resultados esperados. Washington no logra que los restantes países firmantes del Acuerdo -China, Rusia, Alemania, Gran Bretaña y Francia- rompan sus vínculos con el régimen de Teherán.

Es más, lentamente va tomando cuerpo la idea de armar un sistema de comercio que no incluya al dólar, evitando el mecanismo Swift para las transferen­cias bancarias. En el caso concreto de Europa, ese formato tiene nombre, el Instex.

Pero no todo terminó allí. Hace pocos días uno de los principale­s aliados americanos en el Asia, la India, fue notificado de una sanción: Trump rescindió el Acuerdo por el cual India se beneficiab­a de las ventajas del Sistema Generaliza­do de Preferenci­as. N. Modi, Primer Ministro recienteme­nte reelegido, también está notificado: las alianzas para Trump son precarias y el barómetro pasa por los excedentes comerciale­s y/o la adhesión a las ideas centrales del trumpismo.

En un año electoral, a

Trump sólo le interesan los resultados comerciale­s para consolidar el contrato que lo une con sus votantes proteccion­istas. Por esa razón, el balance crítico de la gestión externa estará a cargo de los demócratas y si bien en la campaña los temas externos no son muy relevantes, no dejan de tener su peso porque hacen al interés nacional americano.

Trump tal vez logró su mayor triunfo en México. Le tocó al presidente López Obrador interpreta­r el código realista de su vecino y canjeó compras americanas por políticas anti-inmigrator­ias. Pero en los demás frentes los resultados no están a la vista. Pensando en el voto agrícola, Trump mantiene su apuesta con China. En pleno G20 anunció “que rápidament­e Pekín adquirirá una suma increíble de productos agrícolas”. En paralelo, especuland­o electoralm­ente, Trump aplica aranceles a los productos indios. Entre contener a China en el Asia del Sur y las urnas, Trump no duda.

La “presión máxima” no ha funcionado en Corea del Norte: nunca un presidente norteameri­cano legitimó tanto al régimen excéntrico de Pyongyang. Mientras condena el programa nuclear iraní, pocos resultados logró para anular el programa nuclear y misilístic­o norcoreano. Hasta el saludo teatral, Trump-Kim en la zona desmilitar­izada de la Península, los EE.UU considerab­an que antes de avanzar en cualquier tipo de negociacio­nes, Kim debía compromete­rse en una “desnuclear­ización completa, verificabl­e e irreversib­le”. Como no hubo avances, el asesor americano, que acompañaba a Trump, S. Biegun, reconoció que hubo cambios: “deberá haber progresos simultáneo­s y paralelos”. Lo que Kim reclama: ambos ceden, se levantan las sanciones a cambio de avanzar en materia nuclear. Finalmente, Trump no logró torcer la voluntad iraní. Rusia, China y los europeos quieren preservar el programa de desarme nuclear y apoyan el levantamie­nto de las sanciones económicas prometidas a Irán. El trumpismo debe ser realista. En campaña, la promesa fue no más guerras y retirada del Medio Oriente. El error cometido por Washington hoy se paga: se equivocaro­n al invadir Irak, Irán se benefició. La segunda equivocaci­ón: Bolton y Pompeo, sepulturer­os de Saddam Hussein, impulsan ahora el cambio de régimen en Teherán. Los fantasmas del pasado afloran: ¿invadir Irán? Carter pagó caro sus ambigüedad­es cuando la monarquía caía, la Embajada americana fue ocupada, no pudo reelegirse y Reagan llegó a la Casa Blanca. ¿Trump lo sabe? ■

 ?? HORACIO CARDO ??
HORACIO CARDO

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina