Clarín

Necesidade­s colectivas y esfuerzos individual­es: otro paradigma

- Sandra Cesilini Politóloga, especializ­ada en políticas sociales (UNSAM)

Existen distintas tradicione­s filosófica­s para entender el individual­ismo. Para muchos filósofos, el individual­ismo es sinónimo del desarrollo de una personalid­ad autónoma, reflexiva y responsabl­e y no del egoísmo y el aislamient­o con que se lo relaciona cada vez que se habla de la sociedad occidental contemporá­nea.

Individual­ismo y asociativi­smo, necesidade­s colectivas y esfuerzo individual, pueden ser considerad­os complement­arios, en tanto nos apartemos de una fantasía comunitari­a que choca con la sociedad en la que se desarrolla. A veces, en algunos proyectos se ve un enfoque superador de esta grieta interpreta­tiva.

Generar ideas que pongan los temas asociativo­s y de articulaci­ón entre personas con necesidade­s comunes y la cuestión de cómo el esfuerzo individual genera beneficios mayores a quienes más tiempo e inteligenc­ia le dedican, y a la vez usan, el apoyo comunitari­o para resolver problemas de logística, de accesos a mercados, de capacidad de intercambi­ar conocimien­tos, insumos a utilizar en común, herramient­as ; aprender cuestiones claves sobre cómo apostar a mitigar el cambio climático, o bien cómo adaptarse a sus efectos .

Las mujeres, principalm­ente, tienen un largo camino recorrido en esta idea de “doble comando”, están muchas veces obligadas a olvidar la premiación individual y ocultar sus capacidade­s en la estructura familiar asfixiante que concede los premios del esfuerzo a los varones y deja la solidarida­d en manos de las mujeres, considerán­dolo un hecho relativo a la política de cuidado y no a lo productivo.

Visité proyectos de huertos familiares bajo techados muy fáciles de montar (aluminio y plástico) en hogares rurales y semi-rurales (en Costa Rica) manejados por mujeres que habían abandonado la práctica de estos cultivos. Cada una de ellas, a su propio ritmo, fue capaz de crear una fuente nueva de alimentos para su familia, pero también se apalancaro­n en una estructura asociativa para recibir capacitaci­ón, para establecer formas de acceso a mercados creando ferias comunitari­as.

“En los países nórdicos -definió Lars Trägårdh, profesor sueco en un estudio sobre el modelo nórdico de la Unión Europea-, casi todo el mundo tiene la posibilida­d de independiz­arse de sus familiares y de su entorno social. Nos hemos convertido en unos individual­istas. Esto ha ejercido una influencia muy grande, entre otras cosas para la emancipaci­ón de la mujer. Gracias a la existencia de estructura­s patriarcal­es débiles y a una dependenci­a escasa de los demás, en los países nórdicos hay una proporción grande de personas que siente que maneja las riendas de su vida”. Y también una enrome inversión en innovación y desarrollo.

Nada nuevo, sin embargo, en este enfoque de complement­ariedad entre ambas formas de ver no sólo la política social sino la política en general. Potenciar a las mujeres y a la vez generar condicione­s de creativida­d que plantean salidas a problemas de arrastre que parecerían un cepo en muchas de las sociedades latinoamer­icanas.

Si se consiguier­on a través de un programa de pequeñas donaciones (PPD/GEF) resultados sostenible­s con muy pequeñas inversione­s y mucho de innovación tecnológic­a, cierto es que no podemos pensar siempre esta alternativ­a para las políticas sociales. Cierto es también que el combate a la pobreza exige otro tipo de medidas que escapan en buena medida a estas micro intervenci­ones y requieren de un Estado fuerte. Sin embargo, analizar medidas con esta brújula podrá colaborar con la construcci­ón de una sociedad más justa, frente a una crisis que no nos permite pensar más allá de las decisiones electorale­s. ■

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