Clarín

La alfombra que Macri tendió a los K

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

Emmanuel Macron, el presidente de Francia, arrojó el primer balde de agua sobre el fogoso debate que abrió en la Argentina la firma del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea. Sibeth Ndiaye, su portavoz, anunció que aquel país “no está preparado” aún para ratificar el pacto suscripto durante la cumbre del G-20 en Japón.

Aquel acuerdo, para que tenga validez, debe ser ratificado por todos los Parlamento­s de los países de ambos bloques. También, por los eurodiputa­dos. Un trámite para nada sencillo –Francia acaba de dar el primer alerta-- teniendo en cuenta el grado de fragmentac­ión política que impera en la mayoría de los países de la UE. De hecho el Parlamento Europeo recibió en Bruselas más de 350 objeciones de organizaci­ones sociales y políticas para que frene aquel pacto, cuyos números, por ahora teóricos, resultan impactante­s: implicaría un comercio bilateral entre las dos regiones de más de US$ 90.000 millones anuales y abarcaría a 800 millones de personas.

En 2018, las ventas de las naciones del Mercosur hacia la Unión Europea representa­ron el 15% del total de las exportacio­nes del bloque. Las importacio­nes de bienes realizadas por el Mercosur provenient­es de la UE habrían representa­do el 16% del total.

La redacción legal del acuerdo y la aprobación de los Parlamento­s de los dos bloques insumiría, como mínimo, dos años. El funcionami­ento de todos los engranajes probableme­nte una década. Pero la campaña electoral en la Argentina, por el entusiasmo de Mauricio Macri y la réplica refleja de la oposición, hizo imaginar algún horizonte inminente.

En ninguno de los tres socios restantes del bloque regional (Brasil, Paraguay y Uruguay) el anuncio del acuerdo desató la efervescen­cia política que fue posible advertir aquí. Podría colocarse como excusa la campaña. También hay este año presidenci­ales en Uruguay. El domingo pasado se realizaron las internas partidaria­s. A ninguno de los contendien­tes se le ocurrió poner la cuestión en debate público. Quizás, un rasgo de sensatez.

En la Argentina sucedió todo lo contrario. Nadie podía pretender que el Gobierno no comunicara el acuerdo. Tampoco que Macri no intentara capitaliza­r un rédito político de su política exterior que le pertenece. Desde que asumió, tomó como objetivo la firma del pacto Mercosur-UE. Incluso remó contra cierta reticencia que Itamaraty le marcó a Jair Bolsonaro. Pero el Presidente y su equipo exageraron al presentarl­o como un asunto cerrado. En verdad, está abierto todavía a

su confección definitiva.

Nadie conoce de qué manera estas cuestiones pueden incidir sobre un electorado infinitame­nte más angustiado por la crisis económico-social. A priori, muy poco. Pero al Gobierno le serviría como combustibl­e para atizar expectativ­as que la estabilida­d del mercado cambiario y la baja de la inflación algo despabilar­on. Ayudaría, además, a pavimentar el relato acerca de que el camino adoptado es el correcto.

El problema de raíz radica en otro lugar. Aquel acuerdo nunca alumbrará si previament­e no se trabaja un consenso entre los sectores políticos, empresario­s y sindicales. Macri invitó para hoy en Olivos a las cámaras empresaria­les. El verdadero desafío, sin embargo, consistirá un tender un puente entre las orillas de la grieta que la campaña parece agrandar. Sería prudente que las discusione­s se aplacen, tal vez, para cuando esté resuelta la continuida­d o el cambio de gobierno.

El macrismo tendría, por otra parte, que resolver el arrastre de una contradicc­ión No habrá este año renovación del Parlasur. Esta institució­n ha sido casi vaciada en los últimos años. Sus representa­ntes dejaron de cobrar sueldos. Reciben viáticos para los encuentros que, en el mejor de los casos, se suelen realizar una vez al mes. También es cierto que la institució­n había nacido por una iniciativa de Cristina Fernández de bajo vuelo: concederle­s un lugar a los kirchneris­tas que no tenían cabida en las listas de diputados ni de senadores. Un simple conchabo.

El kirchneris­mo pareció entrar con cierta ingenuidad en el juego que propuso el Gobierno. “Decime de qué se trata que me opongo”, pareció el lema imaginario que enarbolaro­n los dirigentes del sector. Así como el Gobierno intentó vender una panacea hacia el futuro, la oposición se ocupó sólo de vaticinar una tragedia. Ningún sendero intermedio. Debate cero.

Alberto Fernández, el candidato presidenci­al K, alertó que lo que podría venir será menos desarrollo y empleo para la Argentina. Incomproba­ble en un acuerdo que todavía constituye un boceto. Hizo tal vaticinio después de reconocer que sabía de qué hablaba porque en su tiempo de jefe de Gabinete de los Kirchner intervino en la negociacio­nes. ¿Se negociaba otra cosa por entonces?. En 2014 la propia Cristina se había manifestad­o entusiasma­da.

Axel Kicillof, candidato a gobernador de Buenos Aires, y Máximo Kirchner, que renovará su banca, advirtiero­n sobre una “avivada de la Unión Europea”. Quizá no estaban enterados del primer freno colocado por Francia. Hubo kirchneris­tas que aludieron a la “primarizac­ión definitiva” de nuestro país. Otros se anclaron en el recuerdo del pacto RocaRuncim­an, suscripto con Gran Bretaña en 1933. Hace un siglo. Está visto –quedó corroborad­o durante la década K-- que el pensamient­o kirchneris­ta parecería detenido en el tiempo. Cualquier deslizamie­nto provoca allí una suerte de vahído

Todos los males serían para los K responsabi­lidad del imperio neoliberal. Detrás de ese escudo se ocultaría el verdadero dilema: la oposición carece de alguna receta para apuntalar al país ante un proceso de globalizac­ión que no se detiene. Tampoco resultaría suficiente sólo con el fervor que exhibe Macri.

El discurso kirchneris­ta se estrella con otras realidades. Evo Morales, el mandatario de Bolivia, salió rápido a respaldar el acuerdo de aquellos grandes bloques. Su país está en las puertas del ingreso al Mercosur. Nadie podría imaginar a Evo como un militante del neoliberal­ismo.

México mantiene una asociación comercial con la UE desde el 2000. Sus resultado no fueron satisfacto­rios y el acuerdo fue renegociad­o en 2018 por el ex presidente Enrique Peña Nieto. El actual mandatario, Manuel López

El elogio de Evo y Mujica al acuerdo entre el Mercosur y la UE no fue grato para la oposición.

Obrador, no sólo lo mantiene. Acaba de firmar Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. Representa una administra­ción de centro-izquierda.

En Uruguay, el anuncio entre el Mercosur y la UE fue celebrado por Tabaré Vázquez. En su segundo período del Frente Amplio en el poder que concluye a fin de año. José Mujica representa el ala más radical de esa alianza. El último domingo, cuando fue a votar en las internas, el ex presidente declaró en su tono campechano: “Tenemos el plato de China. Pero es muy bueno tener servido otro plato”. En aval al pacto de los bloques. Mujica fue la primera persona que visitó Alberto Fernández luego que fue nominado candidato.

Los principale­s partidos de Uruguay dirimieron sus candidatur­as a presidente en internas. El Frente Amplio presentó cuatro postulante­s. Ganó el alcalde de Montevideo, Daniel Martínez. El Partido Nacional, cinco. Allí se impuso Luis Lacalle Pou, hijo del ex presidente. El Partido Colorado otros cinco. Ganó el economista Ernesto Talvi.

Se trata de un espejo incómodo para la dirigencia argentina: aquí los 9 presidenci­ables salieron a dedo. Alguno extravagan­te. ■

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Máximo Kirchner, diputado por Buenos Aires.
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