Clarín

Romper el maleficio

River y Boca, por ahora sin violencia Juntos en Madrid, antes de la final

- Maximilian­o Benozzi mbenozzi@clarin.com MADRID. ENVIADO ESPECIAL

Madrid respira Buenos Aires. Hay un aroma argentino que transita las calles de la capital española. Y el Superclási­co exportado por la Conmebol para definir la Copa Libertador­es ya se siente, ya se palpita. Apenas queda un día para la gran final, esa que no se pudo jugar cerca del Río de La Plata y que tendrá su culminació­n en pleno Paseo de la Castellana, donde se encuentra ubicado el Santiago Bernabéu, la casa del Real Madrid.

Por allí andaban varios argentinos ayer, desde temprano. Unos de rojo y blanco, otros de azul y amarillo. Entremezcl­ados frente al imponente estadio en el que brilló Alfredo Di Stéfano. Intercambi­ando opiniones y reflexione­s. Alejados de la violencia que dio el puntapié para que suceda lo impensado: que la Copa Libertador­es de América se defina en Europa. Y tanto unos como otros reconocen que “es una locura que se defina acá” y algunos hasta admiten que “al venir acá nos sentimos cómplices de esta situación”. Pero lo hacen en nombre de la camiseta y la pasión por los colores.

“Qué irónico que se celebre este partido en España”, dice Mariano, un argentino hincha de River al que la crisis de 2001 lo fue empujando hasta llegar a esta ciudad, en la que conoció a a su mujer -española-, Begonia, a la que hizo simpatizan­te del Millonario. Paradojas del destino, será él quien esté viendo a River en la gran final de la Libertador­es y no su hermano Gustavo, también fanático de la banda roja, que vive en Buenos Aires (estuvo en el Monumental el 24 de noviembre en la fallida definición).

Por ahí andaban otros hinchas de River, con valijas en mano, recién llegados a España. Algunos de Buenos Aires, otros de Corrientes, de Bariloche y de Santiago del Estero. Algunos habían estado en el Monumental, otros no. “Queríamos que se jugara allá, era lo que correspond­ía pero ya está. Estoy con mucha bronca pero vengo porque yo soy de River, quiero a mi camiseta y juegue donde juegue intento estar”, se confiesa ante Clarín Iván, un hincha de la banda roja que vive en Florida.

Ahí cerquita estaban Gonzalo Cabarcos, de 34 años y Nicolás Spinetta, de 35, que además de compartir la sangre, ya que son primos, también tienen en común el barrio (Pompeya) y la pasión por Boca. “Pedimos los días en el trabajo y el martes a la noche definimos todo para venir. Sacamos los pasajes y acá estamos”, contó Nicolás. “Estuvimos en la ida en la Bombonera y la verdad

Hay hinchas llegados desde Buenos Aires, Corrientes, Bariloche, Santiago del Estero...

preferíamo­s que se definiera en el Monumental porque teníamos la ilusión de que Boca ganara y diera la vuelta ahí”, añadió Gonzalo. “Y yo quería ganarles a ellos en el Monu

mental”, afirmó ahí al lado Jonatan, que vive en Tigre y va siempre a ver a River.

En Puerta del Sol y Plaza Mayor, centro de atención turístico, paseaban durante la tarde de ayer muchos argentinos. Los identifica­ban los colores de unos y de otros, con campera, camisetas o bufandas de cada club. Como la familia Cambiasso (papá Diego, mamá Florencia y Lara y Tomás, los hijos) que aprovechar­on para hacer un viaje familiar y venir a ver a River desde Buenos Aires. Junto a Juan y Fabio, compañeros de cancha, estaban en contacto con los integrante­s de la filial de River aquí en Madrid, para organizar un banderazo. “Vamos a hacernos sentir como si estuviéram­os en el Monumental”, prometió Florencia. Los que sí se hicieron sentir como si estuvieran en la Bombonera fueron “Los bosteros de Monte”, que armaron una fiesta en la puerta del mercado San Miguel. “Yo te quiero Boca Juniors, yo te quiero de verdad... Quiero la Libertador­es”, entonaban con fuerza, entre otros temas de cancha. Lo hacían ante la mirada perpleja de algunos españoles y el asombro y la admiración de otros, que sacaron sus celulares para fil- marlos.

Y por ahí caminaban Patricio, Guido y Gonzalo, tres hinchas de entre 28 y 39 años que se hicieron amigos con el lazo azul y amarillo que los unió. Y que viajan a todos lados. Gonzalo es chaqueño y ya hizo seis vuelos para esta final. Cuatro fueron entre ida y vuelta Buenos Aires-Chaco. Para la ida en la Bombonera y para compartir un asado con sus amigos porteños que alquilaron una quinta en Canning para ver la revancha. Fue segurament­e el asado más caro del mundo. “Postergué el vuelo de regreso del domingo para el lunes tras la suspensión”, narró entre risas. Y ahora hizo Chaco-Buenos AiresMadri­d.

“Acá nos podemos cruzar sin problemas porque estamos en otro país y no en Argentina donde hay mucha impunidad. Y además venimos los que vamos siempre a alentar y no a provocar hechos de violencia”, afirmó Matías, de Belgrano, hincha de River.

“En Argentina hay un problema cultural, pero hay que reflexiona­r: ¿por qué no podemos cruzarnos entre nosotros?”, reforzó Alan, que vive en Haedo y es de Boca. Asiente Martín de Núñez, que se define como un

“enfermo de Boca” pero enseguida

aclara: “Vengo en paz. El que gana festejará y el que pierde se irá amargado y se la bancará. Así tiene que ser el fútbol”.

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Tensa espera. Dos fanáticos en Plaza Mayor apuestan a que no haya peleas.
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MARCELO CARROLL(ENVIADO ESPECIAL) Mensaje de paz en Plaza Mayor. Un hincha de River y otro de Boca se dan la mano. Rivales, pero no enemigos.
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MARCELO CARROLL En el Bernabéu. Anticipand­o el clásico en el estadio.
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M. CARROLL Custodiado­s. Muchos hinchas argentinos y mucha policía.

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